El 5 de mayo de 1982 aviones Grumman S-2E Tracker y helicópteros Sea King de la 2ª Escuadrilla Aeronaval llevaron a cabo el primer ataque aeronaval desde el portaaviones “25 de Mayo”. Mariano Sciaroni relata sus pormenores en "Malvinas. Tras los submarinos ingleses", explicando que en la madrugada del 3 de mayo, el sistema de vigilancia del destructor “Santísima Trinidad” detectó señales electrónicas intermitentes que se perdieron a poco de aparecer en sus pantallas. A las 10.43 se obtuvo un nuevo contacto en cercanías isla Rasa (48º 38’S de latitud y 65º 36’O de longitud), a escasas 25 millas del Grupo de Tareas que, como el anterior, se desvaneció a los pocos minutos. En vista de ello, el Comando Naval a bordo del portaaviones decidió enviar uno de los dos Sea King de su dotación, el matrícula 2-H-234, que a las 11.03 despegó de cubierta al mando del teniente de navío Osvaldo Iglesias. Completaban su tripulación el teniente de navío Guillermo Iglesias en calidad de co-piloto y los suboficiales Antonio Barbone, Raúl Llanos y Julio Perea como navegantes y operadores de los sistemas de sonar y detección lejana.
El helicóptero decoló bajo un cielo cubierto y fuertes precipitaciones y tras un corto vuelo sobre un mar color plomo, llegó al lugar (11.20). Tras posicionarse a 13 metros del agua, la tripulación hizo bajar el transductor del sonar para intentar ubicar al objeto que ocasionaba los ecos y al no detectar nada, se desplazó unas 12 millas náuticas al sudoeste, para repetir la operación.
Cuando el hidrófobo se perdió bajo las olas, el operador de a bordo detectó un rumor proveniente de un objeto metálico situado entre los 330º y el 030º, novedad que informaron al portaaviones de manera inmediata. A los 110º volvieron a bajar el sonar y una vez más, ahora con mucha mayor claridad, volvieron a sentir un nuevo rumor que desapareció inmediatamente después de establecido el contacto. A las 12.56, encontrándose en el límite de su autonomía, el Sea King emprendió el regreso, después de notificar a la torre el nuevo hallazgo. Mucho mas al sur, a las 09.30, el vigía ubicado en la proa del Neptune matrícula 2-P-111 que sobrevolaba las aguas en busca de sobrevivientes del “General Belgrano”, descubrió lo que parecía ser un submarino que se desplazaba semisumergido a 56º 00 S de latitud y 59º 30’ O de longitud. El avión comunicó la novedad a tierra y a los buques que operaban en la cercanía y solicitó instrucciones. Se le ordenó dar caza al sumergible, tarea que le insumió cerca de dos horas hasta que una contraorden lo obligó a suspender la misión y continuar con la búsqueda de náufragos.
En esos momentos, el submarino nuclear HMS “Splendid” (S106) buscaba al “25 de Mayo” con intenciones de hundirlo y, de esa manera, dar el golpe mortal a la flota argentina que aún representaba una seria amenaza para la Task Force. El submarino británico era un arma formidable que, al comando del capitán de fragata Roger Lane-Nott, desplazaba sumergido 4900 toneladas y podía alcanzar hasta 30 nudos de velocidad. De acuerdo al relato de Sciaroni, disponía de cinco tubos de lanzamiento en proa y se hallaba en misión de patrulla en Atlántico Norte cuando al estallar el conflicto le fue ordenado regresar Faslane a fin de avituallarse y ponerse en condiciones para una prolongada campaña en alta mar.
La unidad partió del sudoeste de Escocia el 1 de abril y llegó a la zona asignada, al noroeste de Malvinas, dos semanas después. Desde ese punto llevó a cabo diversas misiones de reconocimiento sobre el litoral argentino entre Río Gallegos, Comodoro Rivadavia y las bocas del Río de la Plata y el 21 de abril recibió instrucciones de dirigirse a Punta Delgada, al sudeste de la Península de Valdés (480 millas al noroeste de Malvinas), donde la Central de Inteligencia británica había detectado al “25 de Mayo” navegando a velocidad de crucero. Una vez allí debía aguardar y proceder a hundirlo en caso de comenzar las hostilidades.
El submarino localizó al portaaviones dos días después, cuando se desplazaba sobre aguas poco profundas del litoral, donde le resultaba imposible operar, razón por la cual se le ordenó dirigirse hacia el sur y buscar al resto de la flota. El día 26 detectó al “Hércules” y al “Santísima Trinidad” navegando a la altura de Comodoro Rivadavia, muy cerca de tres corbetas A69 y de acuerdo a las instrucciones que había recibido, comenzó a seguir a la formación hasta el día siguiente cuando una nueva orden lo obligó a poner proa hacia el norte donde todo parecía indicar que el “25 de Mayo” navegaba en aguas abiertas. El capitán intentó explicar al Comando Naval que eso era imposible porque el portaaviones debía estar cerca de sus escoltas pero su superior, el vicealmirante Peter Herbert, le exigió en tono firme cumplir la directiva.
El “Splendid” buscó al portaaviones hasta el día 29 de abril, fecha en la que se le ordenó virar hacia el sur e ir nuevamente en busca de la formación anterior, misión que no resultó difícil ya que, en horas de la tarde, sus pantallas detectaron a las unidades, a las que se les había incorporado el ARA “Comodoro Py” (D-27). El submarino aminoró sumarcha para emitir un mensaje al Comando Naval y ese fue el momento en que los buques argentinos aceleraron y se evadieron en dirección sudoeste.
Poco después los equipos de a bordo detectaron un Sea King que emitía señales con su radar y eso los obligó a huir también a ellos. El 1 de mayo la Inteligencia Británica marcó al “Splendid” y a su gemelo “Spartan”, la nueva ubicación del “25 de Mayo”. Las dos naves se desplazaron hacia el punto indicado pero al llegar no hallaron nada. Dos días después, el capitán Lane-Nott fue advertido sobre la presencia de unidades de superficie argentinas a solo 50 millas náuticas al nornoreste de su posición y que debía atacarlas. Toda esa información provenía de los satélites norteamericanos SIGINT (Signal Intelligence) que habían reorientado sus antenas hacia Buenos Aires y Puerto Belgrano, los KH-11 Nº 3 y Nº 4 (Key Hole) de órbita baja, dotados de resolución diurna óptica máxima de 10 cm y nocturna de 60 cm y radares y sensores infrarrojos que permitían obtener la información en tiempo real. Puestos en órbita el 7 febrero 1980 y 3 septiembre 1981 respectivamente, sus órbitas normales fueron reprogramadas para que pasasen sobre el AtlánticoSur, dos veces al día junto a otros tres satélites de inteligencia electrónica cuya triangulación facilitaba un inmejorable panorama de la zona.
Como bien explica Mariano Sciaroni, junto a ellos operaba un KH-9 del programa Hexagon/ Big Bird de reconocimiento fotográfico, lanzado especialmente el 11 de mayo de 1982 a bordo de un cohete Titán IIID, para cubrir la guerra y ampliar el campo visual del teatro de operaciones. Mientras tanto, la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires y la Fuerza de Tareas descifraban las comunicaciones de la Armada Argentina empleando la información suministrada por la empresa suiza Crypto AG, fabricante de las cifradoras/ descifradoras que aquella utilizaba, esto de acuerdo a información extraoficial obtenida después del conflicto. Ese mismo día, a las 07.35, la flota argentina ingresó en el Golfo San Jorge y allí se mantuvo en espera de instrucciones. Por entonces, se tenía la certeza en Buenos Aires de que submarinos enemigos merodeaban sus aguas continentales, evidencia que parece confirmar el diario de Guerra Liceo Militar “General Roca” de Comodoro Rivadavia, donde quedó asentado el avistaje de uno de ellos el 1 de mayo. Tres días después, a las 08.00, el pesquero “Doña Mariela” detectó otro sumergible desplazándose lentamente en superficie a los 45º 10’ S de latitud y 66º 00’ O de longitud que, al parecer, percatado de su presencia, hizo inmersión de manera inmediata y desapareció. Otros avistamientos en Punta Tombo y Playa Unión, provincia de Chubut se sumaron a losanteriores, confirmando las sospechas.
Con la flota navegando en el Golfo San Jorge, el alto mando naval decidió lanzar un segundo avión para ubicar el submarino y destruirlo. Convocados a la Sala de Prevuelo del “25 de Mayo”, los pilotos de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina recibieron las indicaciones pertinentes y a las 09.25, corrieron hacia el Grumman S-2E Tracker matrícula 2-AS-24 que se hallaba en la pista para ubicarse en sus puestos y esperar la orden de partida. El capitán de corbeta Héctor Skare lo hizo en el asiento del piloto, el teniente defragata Luis Sanguinetti en el del copiloto y los suboficiales segundos Rodolfo Lencina y Jorge César Lencina, en los de los operadores, en la parte posterior.
El almirante Allara observaba desde la torre de mando junto al comandante del portaaviones, capitán de navío José Julio Sarcona y su segundo, capitán de fragata Ricardo Aumann. Cuando los mecánicos dieron el visto bueno indicando que todo estaba en orden, Skare y Sanguinetti clavaron la vista en el señalero de cubierta y siguiendo sus indicaciones, dieron máxima potencia asus turbinas e iniciaron la corrida (09.35), elevándose lentamente mientras comenzaban a sobrevolar el mar, dejando atrás la imponente mole del “25 y Mayo”. Volaron cuatro horas sin dar con el objetivo por lo que, en el límite de su autonomía, cuando los relojes marcaban las 13.40, emprendieron el regreso.
A las 16.16 despegó el Tracker 2-AS-26 del capitán de corbeta Alberto Dabini. Su copiloto, el teniente de corbeta Juan Carlos Bazán, el cabo principal Ernesto Paulinkas y el cabo primero Oscar Condorí completaban la tripulación que se mantuvo en vuelo hasta las 17.40 cuando, después de sobrevolar las posibles rutas del objeto, retornaron al portaaviones. A las 23.40 partió el 2-AS-22 al mando del capitán de corbeta Emilio Goitía, llevando al teniente de corbeta Horacio Núñez como copiloto, al cabo primero Néstor Conde y al cabo segundo Juan Carreras como operadores. Su vuelo duró algo más de dos horas y finalizó a las 01.18 del 4 de mayo, sin ningún resultado. Hubo una accidentada misión nocturna a cargo del aparato matrícula 2-AS-26 que después de su derrotero, debió dirigirse a Trelew cuando comenzó a experimentar fallas en uno de sus motores, reintegrándose al portaviones a las 09.03 de día siguiente.
A las 00.23 del 4 de mayo se lanzó una nueva misión, esta vez a cargo del Tracker 2-AS-22, piloteado por el teniente de navío Juan José Membrana, con el teniente de fragata Gustavo Ottogalli como copiloto, el cabo principal Ernesto Paulinkas como operador de medidas de apoyo electrónico y el cabo primero Condorí a cargo de la pantalla radar. Debían sembrar una barrera de trece sonoboyas en Golfo San Jorge, para que el equipo AQA-4 de a bordo, las monitoreara de a una, cada 15 minutos y así detectar posibles intrusos. A las 02.40 el “Splendid” navegaba al ras del agua cuando su radar captó presencia enemiga al nornoroeste de su posición. Esa señal se mantuvo hasta las 05.31cuando aumentó considerablemente obligando a su comandante a ordenar inmersión inmediata a plano profundo. Cuando descubrió al avión, el submarino seguía la derrota del “25 de Mayo”hacia el norte, pegado a la costa del Golfo de San Jorge.
Como el eco desapareció inmediatamente después de la inmersión, Lane-Nott ordenó el ascenso a superficie, para “tantear el ambiente”. Lo hizo muy cautelosamente comprobando con alivio que no había nada y que podía seguir adelante con su misión. Eran las 06.47 cuando el submarino ubicó al portaaviones desplazándose junto a uno de sus escoltas y otras embarcaciones menores. Sin perder tiempo, se dispuso a atacarlo pero de manera repentina, los ecos desaparecieron de sus radares y no se volvieron a recuperar. Dos horas y treinta y cuatro minutos después, el equipo de alerta de a bordo captó una nave de envergadura desplazándose a 11 nudos en dirección al continente, novedad que llevó al capitán Lane-Nott a ordenar a la tripulación ocupar puestos de combate.
El comandante sacó el periscopio a la superficie y para su desazón comprobó que la embarcación en cuestión era el enorme carguero “Formosa”, que navegaba hacia tierra firme con una bomba sin estallar en sus bodegas, después del erróneo ataque de la Fuerza Aérea Argentina. Lane-Noot suspendió el ataque por entender que el objetivo no revestía peligro e inmediatamente después trazó un bosquejo de la embarcación, lo mismo la de un segundo transporte que ubicó una hora después. A las 14.55 despegó nuevamente el 2-AS-22, piloteado esta vez por el capitán de corbeta Julio Covarrubias (subcomandante de la escuadrilla), quien llevaba a bordo al teniente de fragata Daniel Alberto Marinsalta (copiloto), al suboficial segundo Hugo Vallejos y al cabo primero Raúl Cufré (operadores). El avión decoló sin novedad y poco después identificó al “Formosa” y a otras tres naves lejanas ajenas al conflicto, sin lograr contactos significativos. Por esa razón, a las 19.35 emprendió el regreso ignorando que una hora y media antes, el “Splendid” lo había ubicado en su pantalla. Durante todo ese día y parte del siguiente, el Grupo de Tareas 79.1, encabezado por el portaaviones “25 de Mayo”, navegó paralelamente a la costa patagónica, 70 millas al sudeste de Puerto Deseado, en procura del atacado Aviso “Sobral” que en esos momentos se desplazaba lentamente hacia el litoral, con varios muertos y heridos a bordo además de importantes daños en su estructura.
El 5 de mayo el GT 79.1 hacía lo propio a la altura de Bahía de los Huesos (provincia de Chubut) cuando recibió un pedido de auxilio en 500 kilociclos, proveniente de la mencionada embarcación. Se decidió de inmediato despachar una patrulla de búsqueda para dar con ella, catapultándose a las 07.05 al Tracker muleto 2-AS-23 al mando del teniente de navío Carlos Cal, quien voló acompañado por el guardiamarina Gustavo Ferrari como copiloto, el suboficial segundo Rodolfo Aníbal Lencina como navegante y el cabo segundo Enzo Panaritti, como operadores de sonar. El avión, armado con torpedos MK-44 SW de 196 kilogramos de peso, tenía como misión efectuar exploración y dar con el Aviso “Sobral” que en esos momentos se desplazaba con rumbo desconocido en algún puntodel Mar Argentino.
A las 07.43 el piloto informó que tenía un contacto chico en su pantalla, a 44º 20’ de latitud Sur y 64º 40’ de longitud Oeste y que se disponía a explorar. Tras efectuar un leve viraje, volaba hacia ese punto cuando detectó a lo lejos la estela de un periscopio perteneciente a un submarino no identificado que navegaba a la altura de Bahía Camarones, en dirección norte, a 090º y 10 millas. Decidido a no dejar escapar la presa, se dispuso a atacarla, convencido que se trataba de una nave enemiga. Cuando los relojes de a bordo daban las 07.46, el avión alcanzó la posición y tras hacer las correspondientes evaluaciones, disparó un torpedo y una sonoboya pasiva. El aparato permaneció orbitando en el lugar hasta que, al cabo de unos minutos, se le ordenó proseguir con la búsqueda del “Sobral”.
Cuando el teniente Cal informó sobre la presencia del submarino, los pilotos de Sea King y Grumman S-2E Tracker fueron convocados en la Sala de Prevuelo del portaaviones, para recibir las instrucciones de una nueva misión de ataque. A las 08.00 se dio por finalizada la reunión y a las 08.05 despegó el Sea King SH-3 matrícula 2-H-231, equipado con un sonar ASQ-13, tripulado por los tenientes de navío Osvaldo Iglesias (Tarzán) y Guillermo Iglesias (Oaki) como piloto y copiloto, el teniente de fragata Edgardo García como navegador y los suboficiales Martín Ramos y José Ponce, como operadores de sensores. Debían restablecer contacto con el submarino enemigo y, de ser posible, atacarlo. A las 08.47 despegó un segundo Sea King, matrícula 2-H-232 llevando como piloto alcomandante de la escuadrilla, capitán Norberto Barro (Rufo), y como copiloto al teniente Antonio Urbano, para apoyar las acciones del 2-H-231.
Un minuto después fue catapultado el Grumman S-2E Tracker matrícula 2-AS-24 al mando del teniente de navío Enrique Fortini, a quien acompañaban su igual en el rango, Carlos Ferrer (Chingolo) como copiloto y los suboficiales José Raimondo y Raúl Ignacio Cufre como operadores 3 y 4. Fortini, había volado una misión de exploración antisuperficie la tarde el 2 de mayo a bordo del Tracker 2-AS-26, llevando en aquella oportunidad al teniente de navío Rafael Sgueglia y los suboficiales Rodolfo Lencina y Ernesto Paulinkas, con instrucciones de ubicar al grupo de portaaviones enemigo. En pleno vuelo hacia el objetivo, el Sea King 2-H-231 efectuó táctica antisubmarina acústica pasiva, arriando el sonar al cabo de varios minutos de búsqueda en tanto el 2-H-232 se mantenía en apoyo alistando sus torpedos, después de anunciar por radio que su sonar presentaba inconvenientes. Fue entonces que el teniente Fortini sembró tres sonoboyas en una trayectoria Alfa a efectos de cubrir una amplia zona en torno a su posición, lo que le permitió confirmar el rumor hidrofónico de hélices que coincidía con el contacto que tuvo a las 09.10 el teniente García del 2-H-231 en los 44º 27’ S de latitud y 64º 19’ O de longitud. Fortini ordenó informar la novedad al portaviones y al resto de la escuadrilla y guiado por los dos helicópteros, obtuvo otros ocho contactos MAD (Anomalías Magnéticas), calificados como submarino navegando en dirección sur/sudeste, evidencia de que la unidad enemiga detectada en la madrugaba, merodeaba todavía por las inmediaciones.
A las 10.00, el sonar del Sea King 2-H-231 seguía manteniendo el contacto, constatando que el objeto aumenta su velocidad y que, efectivamente, se trataba de una unidad mecánica inteligente. Fortini decidió atacar y para ello efectuó un pronunciado viraje en busca del objetivo, siempre guiado por el helicóptero. Durante el trayecto, su copiloto procedió a programar el torpedo y minutos después anunció que estaba listo para disparar. El avión abrió su bodega de armamento y sobre los 44º 33’ S de latitud y 64º16’ O de longitud, a solo a 20 millas del lugar en el que se había producido el ataque anterior, lanzó el torpedo MK-44 SW MOD 1 para iniciar, seguidamente, una serie de órbitas que le permitieron seguir de cerca el desenlace del ataque. El proyectil cayó con su paracaídas de frenado desplegado y se sumergió en las frías aguas del océano, iniciando su trayectoria hacia las profundidades, después de activar su motor de 30 caballos de fuerza.
Con el proyectil descendiendo en espiral, a 7,7 metros por segundo, los escuchas a bordo de las aeronaves seguían su evolución helicoidal, notando claramente como su hélice aceleraba las revoluciones y se alejaba, señal evidente de que había detectado el blanco. Sin embargo, no se produjo ninguna explosión y los rumores hidropónicos desaparecieron. El submarino logró evadir el torpedo mientras descendía presurosamente hacia el fondo del mar intentando posarse en su lecho. Fortini hizo una barrida con el radar para ver si detectaba algo y pasadas las 11.00, cumpliendo la orden transmitida por el teniente de fragata Guillermo Alfredo Frogone, controlador de a bordo en el portaaviones, emprendió el regreso, seguido por los helicópteros.
A las 05.06 del 5 de mayo, el HMS “Splendid” se encontraba frente a Bahía de los Nodales, provincia de Santa Cruz, casi a la altura de río Deseado, siguiendo un rumor clasificado como S-36. El día anterior había navegado frente a Cabo Blanco, al sur del Golfo San Jorge, en procura de unidades de la flota argentina, cumpliendo órdenes del alto mando naval. A las 08.38 el controlador de sonar detectó un rumor de hélices y una hora después (09.36) obtuvo un nuevo contacto a 15.300 yardas al nornoroeste de su posición, verificando que se trataba de un objeto que navegaba a 10 nudos con un curso de 140º al que, diecisiete minutos después, clasificó como submarino. Sin embargo, el mismo desapareció inmediatamente, novedad que el capitán Lane-Noot apuntó en su libro de
bitácora señalando que posiblemente se tratase del “Salta”. Por esa razón, mandó quitar los torpedos Mark-8 que tenía en los tubos y los reemplazó por un Mark-24 para ataque submarino.
El 6 de mayo a las 07.05 decoló del “25 de Mayo” el Tracker matrícula 2-AS-24 al comando del capitán de corbeta Dabini, acompañado por el teniente de fragata Sanguinetti, el suboficial segundo Vallejo y cabo principal Raúl Cravero. Su misión consistía en sembrar una barrera de sonoboyas para tratar de ubicar el posible intruso que merodeaba desde el día anterior y monitorearlas hasta dar con él. El aparato llegó a los 41º53’ S de latitud y 63º 03’O de longitud y a las 08.50, su pantalla captó una señal que perdió a solo dos millas de distancia. El avión lanzó sobre el objeto una bomba de profundidad que se perdió en los abismos marinos sin hacer impacto y regresó al portaaviones a las 09.30. El “25 de Mayo” navegaba hacia Viedma sin sus escoltas ya que los mismos se habían rezagado en el Golfo San Matías al cargar combustible.
En horas de la tarde, un Fokker F-27 de la Fuerza Aérea (el aparato matricula TC-78), informó haber avistado un submarino que navegaba al ras del agua a 40º 15 S de latitud y 60º 15 O de longitud, a 150 millas de Puerto Belgrano. El avión volaba bajo el indicativo “Titán”, al mando del mayor Osvaldo Botto, con el capitán Julio Mirgone como copiloto, el capitán Carlos Romeo Filippi como navegante, y los suboficiales José Altamiranda, Rubén Seguí y Esteban Godoy completando la tripulación. Esa misma mañana, entre las 08.00 y las 12.50, había realizado patrullajes en apoyo de la Armada, sin resultados, por lo que agotado el combustible, emprendió el regreso a Viedma. El Fokker volvió a despegar a las 14.00 y pasadas las 17.00 sobrevoló al submarino a 5000 pies de altura, cuando navegaba cerca de Bahía Blanca, distinguiendo claramente parte de la torreta, el periscopio y la estela que iba dejando en el agua.
Se supo después que era el “Salta”, que en esos momentos ganaba mar abierto para dirigirse a Mar del Plata en cumplimiento de órdenes superiores. En vista de lo que había ocurrido, el Comando de la Fuerza de Submarinos le ordenó regresar a aguas seguras (al “Salta”) en tanto se decidía un nuevo ataque a la unidad no identificada. El submarino atacado por, el Tracker de Dabini era el HMS “Spartan” (S105), que operaba al mando del capitán de fragata James Taylor. De acuerdo a Sciaroni, a fines de marzo la embarcación operaba en el Mediterráneo y allí se encontraba cuando el 1 de abril recibió instrucciones de dirigirse a Gibraltar para reabastecerse y partir de inmediato hacia el sur. Así lo hizo y una vez en la base, se lo proveyó de torpedos Tigerfish Mark-24 y Sperafish que le proporcionó el HMS “Oracle”. Navegando a 23 nudos de velocidad, el “Spartan” llegó a Puerto Argentino el 14 de abril detectando inmediatamente al decomisado “Forrest” y al “Isla de los Estados” cuando sembraban minas en la entrada del fondeadero. Dos días después se le ordenó desplazarse hacia el litoral patagónico y el 1 de mayo inició la búsqueda del “25 de Mayo” junto al “Splendid”.
El 6 de ese mes el submarino se encontraba al sudeste de Puerto Belgrano cuando fue visto por primera vez por la aviación argentina. Para entonces, ya había detectado la actividad aérea de los Tracker e incluso de los Embraer 111 Bandeirantes de origen brasilero y sabía que debería tomar todas las precauciones si no quería ser descubierto y atacado.
El 7 de mayo los británicos extendieron la zona de exclusión marítima hasta las 12 millas náuticas del litoral patagónico y bonaerense abarcando de ese, modo, todo el Mar Argentino. Ese día, a las 16.00, partió desde el “25 de Mayo” con muy poca visibilidad y bajo plafond, el Tracker matrícula 2-AS-26, tripulado por el teniente de navío Fortini y el teniente de corbeta Rafael Cornejo Solá, piloto y copiloto respectivamente, quienes llevaban al suboficial Jorge Lencina como operador de radar y al cabo primero Néstor Conde como operador de medidas de apoyo. Iban en busca submarinos, volando rasante hacia el este, efectuando ascensos de tanto en tanto, para encender el radar y ver si descubrían algo, pegándose nuevamente al agua después de tres o cuatro barridas.
Recién a las 20.10 el operador descubrió un contacto a 42º 31’ S de latitud y 62º 05’ O de longitud pero el mismo se perdió 11 millas más adelante, sin volver a aparecer. Aún así, Cornejo Solá decidió atacar y después de ordenar el alistamiento del armamento, soltó una bomba de profundidad que estalló con fuerza al llegar al alcanzar el nivel programado. Fortini y Cornejo se conocían desde los tiempos de la crisis del Canal de Beagle, cuando volaron juntos los mismos aparatos esperando el inicio de las hostilidades con Chile.
A las 09.31 del 8 de mayo, el capitán de corbeta Alberto Dabini dejó la cubierta del “25 de Mayo” a bordo del Tracker 2-AS-24. Lo acompañaban su copiloto, el teniente de fragata Sanguinetti, el operador de radar, cabo principal Paulinkas y el operador de medidas de apoyo, cabo primero Cufre. El aparato voló hacia los paralelos 39º S y 44º S y los meridianos 59º O y 60º O, y después regresó sin ninguna novedad. A las 17.18 hizo lo propio el 2-AS-26 del capitán de corbeta Emilio Goitía, que llevaba como tripulantes al teniente de corbeta Tomás Pascual, el suboficial segundo Vallejos y el cabo principal Cravero, quienes a las 19.15 obtuvieron un pequeño contacto clasificado como posible submarino, que se esfumó a los 42º 00’ S de latitud y 61º 11’ O de longitud. El mismo no pudo ser retomado, por lo que en el límite de su autonomía, el avión emprendió el regreso sin nada nuevo que reportar.
En la madrugada del día siguiente partió en la misma dirección el 2-AS-22, pero el tiempo le impidió llegar al objetivo. Algo que confunde a los investigadores es que además del “Splendid” y el “Spartan”, hubo otros submarinos operando en la zona. Como bien se sabe, las marinas de la Argentina y Gran Bretaña notificaron a todas las naciones, en especial a las de la región y a aquellas que tenían naves en el área, para que adoptasen los recaudos necesarios y las mantuvieran alejadas del teatro de operaciones con el fin de evitar incidentes. Varios países alejaron sus flotas pesqueras y buques de transporte y tanto Brasil como Uruguay comunicaron que replegaban sus unidades navales a aguas jurisdiccionales en tanto durase el conflicto. Sciaroni menciona al submarino nuclear norteamericano USS “Parche” atravesando en esos días el Cabo de Hornos, en ruta al Mar de Barents, proveniente de su base en el océano Pacifico. También merodearon submarinos soviéticos de la Patrulla de África Occidental con base en Angola, además de aviones de exploración TU-95RTs de la misma nacionalidad, pertenecientes al 392º Regimiento Aéreo Independiente de Reconocimiento a Larga Distancia, con base en Luanda, los que sobrevolaron la flota británica en varias oportunidades. Aviones C-212 de la Fuerza Aérea Uruguaya avistaron un submarino en sus aguas jurisdiccionales y según fuentes no oficiales, los sumergibles australianos HMSA “Onslow” y HMSA “Ovens”, que operaban para Gran Bretaña en las costas de Libia y China, también habrían estado en el Atlántico Sur durante el conflicto.
Junto al “Conqueror”, el “Splendid” y el “Spartan” fueron desplegados hacia Malvinas los submarinos nucleares HMS “Courageous” y HMS “Valiant” y los convencionales
HMS “Onyx” y HMS “Otus”, del que Sciaroni y otras fuentes no dan plena seguridad de que hayan participado en las operaciones pese a que numerosos trabajos e investigaciones británicas, así como sitios en Internet, sí lo afirman, aunque sin tomar parte en misiones de envergadura. En cuanto al “Onyx”, fue el submarino que detectó el vicecomodoro Riccardini el 21 de abril a las 11.16, cuando volaba a los 35º 23 S de latitud y 43º 44 O de longitud, a 1200 millas al sudeste de Ezeiza.
La nave británica había zarpado de Gosport, Inglaterra, la mañana del 25 de abril, pero al día siguiente su comandante, el capitán de corbeta Andrew Jhonson, se vio forzado a regresar a Dolphin para dejar a un marinero enfermo. Volvió a hacerse a la mar el 23 de abril, navegando en superficie hasta la isla Ascensión, a la que llegó dos semanas después. Tras efectuar una serie de reparaciones, se posicionó junto al RFA “Tidespring” con el objeto de cargar combustible y finalizada la operación, embarcó una sección de 40 hombres del SAS y el SBS y a un grupo de especialistas en guerra electrónica que debían operar en distintas unidades. Durante el trayecto fue avistado por las patrullas aéreas de exploración argentinas y a poco de su llegada, desembarcó a los comandos del SAS/SBS, tanto en las islas como en el continente.
El 8 de mayo el “Onyx” se desplazaba en inmersión por el Área María, al norte del archipiélago, entre la Isla Gran Malvina y la Isla Soledad, cuando fue detectado y atacado por el “San Luis”. El submarino argentino le disparó un torpedo MK-37 modelo 3 que el “Onyx” logró esquivar. Sin embargo, en el intento, sufrió averías en la quilla y la proa que le trabaron dos Mark 8 en el interior de sus tubos. Mario Sciaroni afirma que esos daños pudieron haberse producido el 30 de mayo, cuando el sumergible británico fue atacado
por el “Hipólito Bouchard” a la altura de Río Grande, pero el sonido de un estallido, claro y fuerte, que escuchó la tripulación del “San Luis” el día 8, es más que sugerente.
¿Cómo se hizo las averías el “Onyx”? ¿Fue al de encallar cerca de la costa, después de desprender secciones del SAS y SBS tal como lo declararon los británicos o el MK-37 del “San Luis” llegó a tocarlo? ¿Contra qué impactó el torpedo cuando estalló? ¿Fue contra él o contra alguna roca submarina cercana? Como se podrá observar, son muchos los interrogantes y ninguna posibilidad se descarta, aunque la versión que más se ajusta a la realidad es aquella que sostiene que los daños se produjeron durante las maniobras de evasión, el 8 de mayo. Ahora bien, ¿era el “Onyx el submarino atacado o fue el “Splendid” que también sufrió averías durante la campaña? Suposiciones y probabilidades a un lado, el submarino debió regresar a Gran Bretaña donde recién entonces pudieron remover los torpedos atascados en el interior de sus tubos. El 9 de mayo por la mañana, el “25 de Mayo” navegaba a la altura de Viedma, junto a sus escoltas, cuando recibió la orden de replegarse a Puerto Belgrano. En cumplimiento de esa directiva, el portaaviones se dirigió hacia el norte, desplazándose en forma paralela a la costa bonaerense y así navegó hasta que a las 15.57, avistó la gran rada, mientras se desplazaba lentamente por el canal de acceso.
A esa altura, cuando bordeaba la isla Bermejo, partieron de su cubierta las escuadrillas de cazas A4Q y helicópteros Sea King para aterrizar en la cercana Base Aeronaval Comandante Espora, operación que finalizó pasadas las 16.30. El buque hizo su ingreso en el fondeadero con el “Comodoro Py” navegando a su lado y a las 04.30 del 10 de mayo catapultó a los Tracker, amarrando en el muelle principal a las 08.50. Inmediatamente después comenzó el desembarco del personal. Dice Mariano Sciaroni que su campaña significó “...un pequeño triunfo operacional no debidamente reconocido...” que debería ser motivo de orgullo para toda la Armada Argentina.
Al respecto, cita palabras que el capitán Wayne Hughs Jr., de la Armada de los Estados Unidos vuelca en su libro Tácticas de Flota y de Combate Aéreo. Ciertamente, en mar abierto, una flota inferior a su oponente (como era la argentina respecto a la británica) sería generalmente destruida por un enemigo aun ligeramente superior, que a su vez sufriría daños menores en el enfrentamiento. Y es por ello –afirma – que la Armada Argentina obró correctamente a nivel estratégico al retirarse a sus aguas territoriales, sustrayéndose a una acción flota contra flota. Resulta evidente que la Armada Argentina no estaba en condiciones de disputar el dominio del mar a su par británica porque carecía de medios adecuados para ello, sobre todo, para enfrentar el potencial de los submarinos nucleares, sin embargo tanto su portaaviones como la aviación embarcada los tuvo a maltraer durante buena parte de la campaña.
A partir de esa fecha, el Comando de la Aviación Naval dispuso que la 2ª Escuadrilla
Aeronaval de Helicópteros efectuara patrullajes desde Viedma hasta una distancia de 100 millas dentro del triangulo formado por esa ciudad y los radiales 070º y 200º, precisamente el área donde operaba el “Spartan”. Las mismas estuvieron coordinadas con la 1ª División de Destructores y tuvieron lugar entre el 22 y el 28 de mayo con tres Sea King armados con MK-44 y en ocasiones dos cargas ASA extras que obtuvieron pequeños contactos (el principal el 27 por la tarde), sin que se concretase ningún ataque. El 28 los Sea King fueron replegados a Espora para planear la misión de rescate a la Isla Borbón y la Escuadrilla Naval Antisubmarina pasó a operar desde Río Gallegos después de incorporar los dos Embraer 111 Bandeirantes facilitados por Brasil.