Aproximadamente a las 09:45 horas de la mañana del Martes 4 de Mayo de 1982 el radar de vigilancia aérea de la fuerza aérea de Chile situado en la base de Punta Arenas detectó el despegue de dos “aeronaves rápidas” desde la base aeronaval de la Armada Argentina de Río Grande. El radar pudo verificar que las mismas adoptaron rumbo inicial de 090 grados -hacia el este- en un curso que las llevaría directamente hacia el Sur de las Islas Malvinas. Previa encriptación, dicha información fue inmediatamente transmitida al centro de información de combate del portaaviones HMS Hermes, donde el reporte fue retransmitido al portaaviones HMS Invencible quien esa mañana coordinaba y controlaba las operaciones de defensa aérea de la flota, cuyo núcleo principal se encontraba en una zona situada a 160/180 km al Sur de Puerto Argentino.
El primer ataque con misiles antibuque AM-39 Exocet por parte de los Super Etendard de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada Argentina estaba en marcha.
Una misión ha pedido de la Fuerza Aérea
Tras el inicio de las hostilidades el 1º de Mayo, la Fuerza Aérea Argentina (FAA) necesitaba de modo urgente retomar el puente aéreo con Puerto Argentino. Para el Martes 4 de Mayo estaba previsto el cruce de tres C-130 Hercules razón por la cual se requería conocer la posición de la flota inglesa para permitir planificar el cruce de los Hércules. Tal misión le fue encomendada a la Armada Argentina quien dispuso el despegue desde Río Grande a las 05:07 hrs. del Neptune 2-P-112 al mando del capitán Proni Leston. Tras dos horas de patrullaje, a las 07:10 se detectó un blanco mediano situado a unos 160 km al Sur de Puerto Argentino. El equipamiento electrónico del Neptune permite identificarlo como un destructor Tipo 42 de características similares a los destructores Hércules y Santísima Trinidad de la Armada. Tras recibirse en Río Grande el reporte la misión original del Neptune cambia. Puerto Argentino estaba recibiendo cañoneo naval y se descarta el cruce de los C-130, sin embargo el blanco detectado puede convertirse en un objetivo para los SUE. Por tal motivo se dispone de inmediato el alistamiento de las aeronaves por cuanto se había encontrado “un blanco a medida” y dentro de los parámetros de radio de acción de los SUE. Se le ordenó a Proni Leston mantener el contacto de modo discreto para disponer de la posición actualizada del blanco. El Neptune simuló hábilmente estar realizando en una misión de búsqueda de náufragos del crucero General Belgrano y los radares ingleses “compraron” tal simulación.
Tras disponerse el alistamiento de los SUE, se requiere a la fuerza aérea de la asignación de un KC-130, participación que ya estaba solicitada anteriormente la espera de un blanco para los SUE. Sólo faltaba fijar las coordenadas del punto de reunión y el horario. Así a las 8:45 el Hercules TC-70 despega desde Río Gallegos con el Vcom Pessana a sus mandos, adoptando curso sudeste. Dos minutos antes el Neptune actualiza la información indicando la existencia de tres contactos a unos 180 km al Sur de Puerto Argentino y a 700 Km al Este de Río Grande. Se dispone entonces el alistamiento final y a las 9:44 despegan los SUE 3-A-202 con el capitán de corbeta Bedacarratz y el 3-A-203 con el teniente de fragata Mayora. Ambos transportan bajo su ala derecha un misil AM-39 Exocet.
Unos quince días atrás, el 17 de Abril, los SUE habían realizado una misión de ataque simulado contra el destructor ARA Santísima Trinidad (Tipo 42). La práctica incluía el reabastecimiento aéreo por parte de un KC-130H Hercules de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) situado a unos 550 km de la base. Tras completar el reaprovisionamiento los SUE deberían recorrer otros 420 Km hacia el blanco, cuya posición era actualizada por un S-2E Tracker, quien transmitió a los SUE la última posición conocida a sólo 15 minutos del lanzamiento de los misiles. A bordo del destructor se encontraba el teniente de fragata Mayora –piloto de SUE- quien verificó todos los parámetros de la misión, detección radar, aproximación de los aviones, etc. La práctica resultó un éxito y se estableció un procedimiento de ataque con misiles Exocet. Ahora la práctica se había convertido en realidad y la misión se ejecutaba en condiciones de combate real.
Aproximadamente a las 10:05 hrs. ambos SUE llegaron a la posición prevista donde los esperaba el KC-130. Tras realizar el reaprovisionamiento de combustible sin novedad, continuaron su misión a la espera de una actualización de la posición de los blancos por parte del Neptune. Unos minutos después el sistema de alerta radar Thomson-CSF BF de los SUE se activó. El equipo les indicaba que estaban siendo captados por un radar de vigilancia aérea correspondiente al modelo 1022. Intuyeron que se trataba de un destructor tipo 42 y a fin de mantener el factor sorpresa dejaron su altitud de vuelo de 6.000 metros e iniciaron un rápido descenso. La etapa del vuelo rasante se había iniciado y no era precisamente un destructor tipo 42 quien los había detectado.
La detección del Invencible
A unos 330 km de los SUE se encontraba el portaaviones HMS Invencible, aunque los pilotos argentinos desconocían que su curso los llevaba directo hacia la posición del portaaviones. Esa mañana Mark Booth era uno de los operadores del radar de vigilancia aérea de gran alcance Marconi 1022. En su pantalla captó un eco difuso casi al límite del alcance del radar. Como ésa mañana las órdenes eran muy específicas en cuanto a la confirmación y verificación de los ecos radar, debió esperar otro barrido para confirmar la detección. El eco apareció nuevamente a unos 300 km y de inmediato lo informó al oficial superior quien calificó el contacto como espurio. Sin embargo Booth siguió viendo en la pantalla el contacto que ahora se encontraba a unos 220 km de distancia y con rumbo hacia la flota. Nuevamente dio aviso al oficial superior quien por segunda vez le restó importancia aduciendo la existencia de muchos ecos y contactos falsos. Booth codeó a David Forster –el otro operador de radar situado a su lado- y ambos pudieron ver claramente en la pantalla que ahora los contactos eran dos, ésta vez a unos 150 km y acercándose a la flota. Ante la insistencia de informar el contacto, el oficial superior volvió a desestimarlo e incluso les pidió a ambos operadores que dejaran de “cazar conejos”.
Aunque éste reporte de los operadores de radar del Invencible fue muy cuestionado por la Royal Navy quien negó que tal posibilidad hubiera existido, existe la posibilidad que dicha detección haya sido cierta y real a la luz del relato de Bedacarratz quien en un artículo publicado por el sitio Nuestro Mar ( http://www.nuestromar.org/node/20054/print) admite que tras el reabastecimiento aéreo y cuando volaban a una altitud de 6.000 metros, recibieron indicaciones del sistema de alerta radar de la detección de parte de un radar de vigilancia aérea 1022, razón por la cual iniciaron de inmediato el vuelo rasante.
Más allá de lo mencionado, queda en claro que en el Invencible nadie recordó el reporte llegado desde Chile ni correlacionó dicho reporte con lo que mostraba el radar, como así tampoco relacionaron la existencia del contacto del sur (el Neptune) que aún se mantenía en la zona y que esporádicamente emitía con su radar. Tres omisiones muy graves y que le costarían muy caro a la Royal Navy.
“Hablando con el Exocet”
Ya en vuelo rasante y tras una espera angustiosa, finalmente llega la información del Neptune. Se trata de tres blancos, uno grande y dos medianos, en tanto un poco más alejado se encuentra otro mediano. Bedacarratz como Mayora introducen las coordenadas en los sistemas de navegación de los SUE y para una mayor seguridad verifican entre sí los datos. La información recibida obliga a realizar una ligera corrección del rumbo y a fijar las distancias cuando realizarán las “levantadas” para tratar de localizar los blancos con los radares Agave.
Aproximadamente a las 10:55 los SUE realizan el primer ascenso trepando hasta los 300 metros de altitud. Los tres barridos del radar Agave no logran detectar blanco alguno. Regresan a vuelo rasante y unos dos minutos más tarde vuelven a ascender. En ésta oportunidad el Agave detecta blancos a una distancia de 60 km, uno grande y tres medianos. Son entre las 10:58 y 10:59 hrs. Para entonces el destructor HMS Glasgow con su sistema de medidas de apoyo electrónico UAA1 detecta los barridos de Agave de los SUE que se aproximaban a la flota inglesa con curso noreste (245 grados en la primera emisión y 248 grados en la segunda) y a una distancia de 74 km. Instantes después la Glasgow como el portaaviones Invencible obtienen lectura radar de ambos aviones, ahora a unos 55 km de distancia y acercándose. En las cabinas de los aviones el sistema de alerta radar BF se enciende. Para entonces ambos pilotos comienzan a programar el sistema de tiro del Exocet, transfiriendo al misil las coordenadas del blanco y luego cargando manualmente las últimas “instrucciones”.
Era el momento de “hablar con el Exocet” indicándole al mismo varios parámetros necesarios para su lanzamiento. Así se selecciona el ángulo de búsqueda del radar, la distancia a la cual se debe activar el mismo, la altitud de ataque y por último el modo de detonación del misil, el cual admite tres variables. Por impacto tras ascenso y picado sobre la embarcación, por proximidad al sobrevolar el blanco y por retardo tras impacto a la altitud fijada. Esta última opción fue la elegida, así el misil en su etapa final de ataque descendería a solamente 2 metros de altitud, impactaría la embarcación para detonar su cabeza de combate con un retardo de 0.015 segundos. Ahora el Exocet ya tenía sus instrucciones, debería dirigirse hacia una posición geográfica determinada navegando de modo autónomo gracias a su sistema de navegación inercial RE576. A una distancia prefijada por el piloto, se activaría el radar ADAC (Auto Director Anti-Clutter) que en modo búsqueda iniciaría la exploración para detectar el blanco y una vez detectado, pasaría al modo de enganche o barrido fijo. A partir de entonces el Exocet se dirigiría hacia el objetivo descendiendo de una altitud de vuelo de 5 metros a los 2 metros fijados por el piloto y con una velocidad de 310 metros por segundo.
Exactamente a las 11:00 hrs los pilotos realizan una nueva emisión con el radar Agave para confirmar la posición de los blancos, hecho que los lleva a ejecutar una corrección en el rumbo virando ligeramente hacia la derecha acción que los lleva a quedar directamente alineados con el destructor HMS Sheffield situado unos 30 km. Para entonces los SUE ya habían sido detectados por los radares de vigilancia aérea del Glasgow, Invencible, Glamorgan y Sheffield pero hay una gran confusión sobre el ataque. Se habla de ecos falsos, de Mirage III y de un eco desconocido situado al Norte. De hecho las emisiones de los Agave han sido mal identificadas creyéndose que se trata del Cyrano de los Mirage III. Dos PAC de Sea Harrier son alertadas pero los radares Bue Fox carecen de capacidad de detección hacia abajo y no logran detectar a los SUE que volaban a solamente 25 metros de altitud. Solamente el Glasgow está en condiciones de reaccionar y activar sus sistemas de defensa aérea, pero desde el Invencible se ordena que sea el Sheffield quien responda al ataque.
En medio del desconcierto y confusión que reinaba en la flota británica, Bedacarratz completa el procedimiento de disparo del Exocet y tras obtener las últimas verificaciones, a las 11:02:02 lanza su Exocet. Tras pulsar el botón de lanzamiento, el misil se desprende de su soporte pero no observa reacción alguna del mismo. Nadie le había explicado que en la versión AM-39 para evitar cualquier daño a la aeronave lanzadora al encenderse el propulsor, se había fijado un retardo de encendido de 1,5 segundos desde el momento del lanzamiento. Así el misil caía libremente del soporte logrando una distancia de 10/12 metros de separación antes de encender su propulsor, evitando así cualquier daño a la aeronave debido a la onda sónica y calórica que generaba el encendido del motor cohete. Unos 8 segundos después Mayora lanza su misil.
El primer Exocet demora aproximadamente unos 18 segundos en alcanzar la posición prefijada y activa su radar ADAC iniciando la búsqueda del blanco. Esta emisión es detectada por el Sheffield pero nadie reacciona. Gran parte de sus sistemas de detección están desconectados ya que se encuentra en medio de una transmisión satelital que a fin de evitar interferencias obliga a desconectar varios equipos vitales para la defensa del buque. Unos 25 segundos después, el sistema UAA1 del Sheffield muestra que el ADAC pasa a barrido fijo, o sea que el misil se ha enganchado sobre el destructor. El operador trata de identificar la emisión. El proceso de identificación demora varios segundos hasta que finalmente logra determinar que se trata de un misil Exocet. Para cuando va a dar la alarma, el Exocet impacta en el Sheffield.
El misil ingresó al destructor por estribor con un ángulo de 40 grados aproximadamente y a una altura de 2,1 metros por encima de la línea de flotación. El impacto destruyó la sala donde se encontraban los generadores diesel, vitales para la generación de electricidad y del servicio contra-incendios y daños en áreas adyacentes. Aunque la cabeza de combate no detonó, el motor cohete siguió generando potencia por algunos segundos más provocando un incendio generalizado. Aparentemente el motor explotó instantes después ocasionando una onda expansiva de moderada magnitud que se proyectó hacia los compartimientos superiores al lugar del impacto y hacia fuera del caso. Al menos dos líneas de combustible provocaron de inmediato un gran incendio que generó una extensa nube negra apreciable en una de las primeras fotografías tomadas del Sheffield desde un helicóptero Sea King. La vital línea de agua para el sistema anti-incendios también resultó dañada por el impacto del misil. El Sheffield recién sería evacuado 8 horas después del ataque ante la posibilidad que el incendio llegara al depósito de misiles Sea Dart. El fuego continuaría al menos por 24 horas más y no sería hasta el 10 de Mayo que el Sheffield se hundiría a unos 270 km al Este de Puerto Argentino.
Comentarios Finales
La misión se ejecutó con total precisión y conforme con los procedimientos que se habían fijado tras el simulacro del 17 de Abril. Las posteriores misiones se fueron perfeccionando en base a la experiencia adquirida y más allá de los resultados, en todas las oportunidades se llegó a distancia de lanzamiento dentro del radio defensivo de la por entonces tercera flota naval mundial. La efectividad del misil llevó a la Armada a iniciar varias gestiones para conseguir más misiles, gestiones que no se llevaron adelante con la suficiente discreción ya que tal búsqueda fue rápidamente conocida incluso por las publicaciones de defensa, tal como se aprecia en el artículo de la revista inglesa Flight International en su edición de Junio de 1982.
Aunque no se pudieron conseguir más misiles, el Exocet se cobró otra víctima, el portacontenedores Atlantic Conveyor que también resultó completamente destruido perdiendo su valiosa carga que luego retrasaría y dificultaría la ejecución de las operaciones terrestres inglesas en la parte final del conflicto. La guerra finalizó y el Exocet se convirtió en el arma del momento. Finalmente para fines de Octubre y principios de Noviembre Aerospatiale debió cumplir con lo acordado con Argentina y entregó el lote restante de misiles más una partida adicional.
Para la Royal Navy el shock causado por el Exocet no fue fácil de digerir. Se invirtió mucho dinero, se desarrollaron docenas de pruebas y no fue hasta fines de 1983 que oficialmente se reconociera que estaban en condiciones de poder enfrentar un Exocet con un alto porcentaje de posibilidades de derribarlo. Paralelamente se mejoraron los radares de vigilancia y los equipos de contramedidas electrónicas con mayor capacidad de detección a baja altitud y computadoras avanzadas para poder identificar rápidamente las amenazas. Surgió en todo el mundo una nueva generación de electrónica y armamento “anti-misil”.
No hay dudas que la acción de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada Argentina provocó un antes y un después en el combate aeronaval. La portada de la revista Time correspondiente a la primera semana de Mayo de 1982 es más que elocuente. La era de los misiles había llegado.