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Extractos traducidos del libro "Special Forces´s Pilot" del Cnl (R) Richard Hutchings​ Parte 7

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por el forista TORDO79 (Zona Militar)

"........Dos horas después del amanecer, el 20 de mayo, después de que me despertara de un
sueño profundo, me puse ropas secas y dejé la carpa para estudiar el paisaje. Nuestra posición estaba bien a salvo de la vista, pero había un pequeño asentamiento al lado de la ruta, aproximadamente a 2 millas de distancia, por lo que teníamos que ser cuidadosos de permanecer fuera de la vista. La prioridad era el camuflaje de la carpa utilizando pequeñas ramas y varillas que había en las cercanías. La segunda tarea del día era colgar nuestras ropas mojadas para que se secaran; la brisa constante ayudaría en ese aspecto. Colocamos un poncho a bajo nivel sobre la ropa mojada como resguardo en caso de más lluvia. El desayuno era un raro banquete de panecillos de avena calientes y salsa de manzana, que bajábamos con chocolate caliente. Bien descansados y con el estómago lleno, nuevamente estudié el terreno. Había una ruta que parecía prometedora al norte que parecía estar en tierra muerta. Dejé a “Wiggy” y Pete en el campamento y partí al norte en búsqueda de agua y localicé un arroyo a aproximadamente 2 millas. Después de llenar mi botella de agua volví para reencontrarme con mis camaradas, llegando al mediodía.


Temprano a la tarde vimos un helicóptero que volaba al sur a lo largo de la costa hacia el área de la playa, que no estaba más a la vista, pero parecía que el helicóptero descendía en esa área general. Nuestra protección aparentemente había desaparecido. De ahora en más, podíamos esperar que la policía chilena y el personal militar nos buscaran. En la mitad de la tarde, vimos a un hombre caminando con un perro desde la dirección de la tierra alta al oeste de nuestra posición, colina abajo, hacia la costa dentro de unos cientos de metros desde donde estábamos nosotros, afortunadamente a favor del viento, él y su perro. Durante el transcurso de la tarde, el helicóptero hizo varios viajes al norte y el sur a lo largo de la costa. Luego, esa tarde, observamos los vehículos militares que transportaban equipos de ingeniería y plantas moviéndose hacia el sur desde la dirección de Punta Arenas al área de la playa. Ahora estaba claro que el siniestro del Sea King había sido descubierto.


Mientras yo miraba las actividades de los militares chilenos y contemplaba nuestro destino, a 4.000 millas de distancia en la Isla Ascensión, el Escuadrón B estaba clasificando su equipamiento siguiendo con su largo y cansador viaje del RAF Lyneham. Más tarde, ese día, se le informó al Escuadrón que la Operación Mikado había sido pospuesta debido a una interferencia argentina en el radar identificada en la costa de Argentina, en las cercanías de Río Grande, poniendo en riesgo, por lo tanto, su introducción en un Hércules C130. Un acercamiento al área sobre el mar, incluso a baja altura, estaba fuera de discusión; la ventana de la oportunidad se había cerrado.


Mientras tanto, en el RU, habían llegado noticias del descubrimiento del Sea King y fueron dadas en los noticieros de la noche. Lorraine estaba mirando los noticieros intensamente como lo venía haciendo todos los días desde que la Fuerza de Tareas había partido desde Portsmouth. Al ver las noticias, estaba convencida de que yo era uno de los tripulantes del helicóptero, aunque en ese momento, el MoD no había dado ningún nombre. Aún hoy, no sé si su visión se debió a intuición femenina o a hechicería; ambas están presentes en su familia.


Con una hora hasta la última luz, “Wiggy” y yo fijamos campamento, mientras Pete escribía el diario de supervivencia. Nuestras ropas se habían secado con el fuerte viento durante el día; afortunadamente no había llovido ese día. Habiendo ocultado todo rastro de nuestra presencia, partimos a la siguiente rueda de nuestro viaje. Mientras tanto, a 50 millas al este, el Capitán A y su equipo seguían ocultos esperando órdenes. Con Argentina al este, y el mar en todas las demás direcciones, sus opciones eran limitadas.


Por ahora era un caso para esperar y ver. Pero para nosotros, no estaban esas restricciones y el la caminata inquieta hacia el norte continuaba. Luego de movernos una milla y media, caminamos hacia un denso tojo de arbustos entre los árboles caídos que parecía ofrecer una cobertura excelente de la vista en todas las direcciones. La sólida combinación de bosque y tojo nos daría también cobertura aérea. Con la probabilidad de que las fuerzas militares chilenas usaran aeronaves para buscarnos durante las horas del día, una cobertura aérea era imperativa de ahora en adelante. Con tres horas hasta la primera luz, hicimos nuestra tienda, camuflamos nuestra posición lo mejor que pudimos en la oscuridad y dormimos hasta el amanecer.


El 21 de mayo comenzó tranquilamente para nosotros, pero no para Lorraine en Crewkerne. A las 07.30 horas alguien llamó a la puerta y cuando ella abrió se encontró frente a un Capitán de la Marina Real vestido con uniforme quien se presentó como Nick Beyts. El día anterior, Nick había completado una recorrida de servicio sobre el personal de FONAC en Yeovilton y estaba viajando al Centro de Entrenamiento de Comando en Lympstone para una nueva designación como oficial del personal del Comandante. En su camino, llamó para darle a Lorraine la noticia de que yo estaba desaparecido en acción, pero presuntamente vivo; realmente noticias mezcladas. Le ofreció contención, seguridad y apoyo al comienzo de lo que se transformó en varias pruebas y días para Lorraine. Nick se distinguió aquel día, aun cuando tenía la resaca de la “ronda de despedida” de la noche anterior en Yeovilton. Lorraine le hizo el desayuno y lo llenó de café antes de dejarlo continuar su camino. Le estoy eternamente agradecido a Nick por el modo sensible en que le dio apoyo a Lorraine. Seguimos siendo buenos amigos hasta el día de hoy.


Mientras tanto en Chile, la primera prioridad para los tres era mejorar el camuflaje de nuestro sitio de campamento. Utilizando montones de ramas que estaban a nuestro alrededor, construimos una estructura sobre nuestra posición y lo cubrimos con tojo. Desafío a cualquiera a observarnos desde cualquier dirección, incluyendo desde el aire. Luego del desayuno, me puse cuidadosamente a reconocer el área inmediatamente cerca de nuestra posición. A setenta y cinco metros al oeste, me topé con un pequeño arroyo y durante la mañana pudimos movernos entre el sitio de campamento y el arroyo, mientras nos manteníamos en suelo muerto. Se sentía extrañamente civilizado, pero al mismo tiempo surrealista, poder lavarse y afeitarse mientras nos esforzábamos para no ser vistos y en libertad. Luego de nuestro habitual almuerzo de chocolate, bizcochos y una “bebida” caliente, “Wiggy” y Pete se durmieron por un rato mientras yohacía guardia.


Temprano por la tarde me alertó el sonido de un caballo. Al principio no pude verlo, pero me di cuenta de que estaba cerca y al sur de nuestra posición. Momentos después, me alarmé al ver a un hombre llevando al caballo del área de terreno alto detrás de nosotros, colina abajo, hacia el camino costero. Desperté a “Wiggy” quien, en cambio, le dio un codazo suave a Pete, mientras el hombre, el caballo y el perro pasaban a 30 metros de nuestra posición. Los tres nos mantuvimos quietos y en silencio mientras nuestros visitantes no bienvenidos se alejaban lentamente hacia el este, aparentemente sin darse cuenta de nuestra presencia. “¡Uf!, estuvo cerca”, exclamé con tono apaciguado.


“Demasiado cerca, maldita sea”, replicaron “Wiggy” y Pete al unísono. Los tres estábamos ahora alertas como drogadictos “en viaje” y listos para la posibilidad de más sorpresas. No tuvimos que esperar mucho. Alrededor de una hora después, una pequeña aeronave de ala fija voló bajo directamente sobre nuestra posición desde el norte. Era del tipo Skyvan, pero su paso fue demasiado rápido como para identificar afirmativamente la aeronave por sus marcas. Podría tener matrícula civil o militar. “Este lugar es como Piccadilly Circus en la hora pico”, comentó Pete. Con un par de horas por delante hasta la noche, cocinamos una comida caliente y regresamos al arroyo para llenar nuestras botellas. Mientras Pete escribía el diario de supervivencia, “Wiggy” y yo empacábamos la ropa y nuestros kit listos para hacer una milla o algo así y desplazarnos hasta la colina boscosa. Aparte de la excitación por los visitantes no deseados, y el helicóptero que vigilaba, el día había sido bueno para nosotros, el clima se había mantenido seco, habíamos comido bien y teníamos botellas llenas de agua. La actividad del helicóptero del día anterior no se había repetido y no hubo mas señales de vehículos militares en el camino de la costa. A media que los vestigios finales de la luz del día se extinguían, partimos hacia la etapa final de nuestro viaje al norte. La distancia a recorrer era de aproximadamente una milla, pero el terreno era difícil, colina arriba, el camino con arboles caídos y arbustos que encontrábamos a cada paso. A intervalos de veinte minutos parábamos para beber y descansar un poco.


Era difícil. Finalmente, después de seis horas de trayecto, mucho de él concentrado en nuestras manos y rodillas, llegamos a la cima de la colina. En la oscuridad, no era posible encontrar la ubicación óptima para nuestro campamento, así que buscamos un lugar aproximado en el centro. A la luz del día, sería posible ajustar nuestra posición si era necesario, pero por ahora, las prioridades eran el refugio y dormir.


La Colina 
La mañana del 22 de mayo comenzó seca, pero había llovido durante la noche y la lluvia había penetrado en algunos lugares de la carpa. Usando dos ponchos construimos un techo sobre la tienda antes de sentarnos a disfrutar de un desayuno de bollos de avena y copos de manzana, después del cual yo caminé alrededor de la cima de la colina para evaluar nuestra situación. Desde el lado noreste de la colina, podía ver claramente Punta Arenas a una milla o más de distancia. En el lado sur del pueblo, junto al camino costero y extendiéndose al oeste hacia los campos por alguna distancia, había un gran establecimiento. Rodeado por una alta verja de alambre y alambre de púas, tenía la apariencia de ser una base militar; había mucha actividad vehicular en el camino.

Caminando alrededor de la cima de la colina en sentido contrario a las agujas del reloj, pude ver un arroyo en el fondo del valle al noroeste, pero decidí que reconocería el camino desde el sitio de campamento al arroyo después. Moviéndome al extremo sur, pude observar la ruta por la que habíamos caminado las cinco noches previas. No había señal de actividad en la vecindad de la playa o a lo largo de la ruta que habíamos tomado, lo cual me convenció de que no habíamos sido rastreados. Esta colina era densamente boscosa en la parte alta, mientras que nuestra ubicación de campamento estaba bien localizada y no podía ser observada desde tierra en ninguna dirección. Había, sin embargo, peligro de ser vistos desde el aire, por lo que reordenamos algunos de los árboles y árboles más pequeños para formar una cobertura sobre nuestra posición.


Con el sitio de campamento bien camuflado, descendí colina abajo hacia el noroeste en busca del arroyo; la ruta estaba delante, pero era empinada. Regresé para recoger a “Wiggy” y Pete y los tres nos dirigimos al arroyo para llenar nuestras botellas con agua y para lavarnos. Regresando al sitio de campamento al mediodía, comimos algo y tomamos té. Aunque a una distancia razonable de la civilización, no podíamos arriesgarnos a que el fuerte aroma del café fuera detectado y alertara a alguien de nuestra presencia. Por la misma razón, hacer un fuego estaba fuera de la cuestión. Dejando estos factores de lado, al elegir la colina como nuestro objetivo final, habíamos elegido bien. Estábamos fuera de vista para cualquier observador desde tierra, la colina dominaba el terreno circundante haciendo imposible que cualquiera se acercara a nuestra posición oculta, y estábamos lo suficientemente cerca de la civilización como para que, cuando yo lo juzgara apropiado, no estuviera demasiado lejos para caminar a encontrar un teléfono ycomunicarme con las autoridades británicas.


Durante los dos días siguientes nos acomodamos a una nueva y novedosa rutina de dormir de noche y estar despiertos de día. Pete se sumó al diario de supervivencia y demostró sus habilidades como artesano transformando pequeños troncos y ramas en una mesa para cenar, haciendo todo muy civilizado. Nos sentamos sobre nuestras mochilas en vez de confiar nuestra suerte a las sillas hechas recientemente porque no queríamos probar las habilidades de carpintero de Pete hasta ese punto, ni siquiera con nuestro peso corporal disminuido para ese entonces. Con mucho tiempo en nuestras manos, dedicamos nuestra atención a pulir nuestro conocimiento rudimentario del español, usando las frases del libro que amablemente nos donaron los miembros de la tripulación del Invincible. Las frases más útiles que aprendimos fueron: “Disculpe, ¿cómo se puede llegar a la Embajada Británica?”. “No hablo español”; “Necesito hablar con alguien que hable inglés”; “Mi nombre es”; y “por favor comuníqueme con la Embajada Británica”. Nos probábamos el uno al otro, una y otra vez hasta que habláramos a la perfección. Teniendo tiempo de sobra en nuestras manos observamos el área del establecimiento militar en particular y Punta Arenas en general, notando un gran número de movimientos de aeronaves desde y hacia el aeropuerto, incluyendo vuelos militares de C130 y F5s. No fue hasta que regresé a Chile en noviembre de 1982 que me enteré de la verdad sobre el préstamo de dos C130 de la RAF. Mis sospechas sobre los C130 iban a ser confirmadas tres días después.


No pasó mucho tiempo antes de que prestáramos atención a la comida. Habiendo estado en modo de supervivencia durante ocho días, estábamos aburridos de comer las raciones militares y deseábamos tener algo de comida de verdad. Con este fin, pusimos algunas trampas para conejos al costado de probables senderos, pero en vano. En el bosque, en la parte más alta de la colina, había un prominente árbol muerto que estaba solo en un pequeño claro. Durante los tres días, fuimos visitados regularmente por un ave de presa grande, del tamaño de un águila. Aunque todos queríamos mucho comer a esa ave, se nos ocurrió también que el ave probablemente tenía pensamientos similares sobre nosotros. Durante mi entrenamiento de supervivencia de SAS el año anterior, me había hecho amigo de dos oficiales de las fuerzas armadas danesas. Ellos fueron los únicos soldados capaces de cazar carne fresca durante el curso. Cuando les pregunté cómo lo hacían, ellos me revelaron el secreto de un arco y flecha hechos usando madera y cuerdas. Esto me dio una idea. Elegí un pedazo de madera que parecía adecuado y diseñé un arco. La cuerda de nylon de mi cuchillo de supervivencia hizo las veces de cuerda del arco. Mientras yo estaba haciendo el arco, “Wiggy” y Pete diseñaban algunas flechas y hacían lanzamientos usando tableros de plástico blanco de la tripulación. Las flechas fueron bien afiladas hasta un punto y alivianadas cerca de sus puntas utilizando barro.


La escena estaba lista. Primero fue mi turno- después de todo, había sido mi idea hacer el arco. Avanzamos lentamente hacia el árbol muerto siendo cuidadosos de no alertar al ave, y cuando no hubo más de 20 metros de distancia, lancé mi primera flecha. Le erré al ave por unos 3 pies; nada mal para un principiante. Sin perturbarse por mi tiro fallido, el ave mantuvo su posición. Lancé una segunda flecha, sin mejores resultados. “Dame la maldita cosa”, demandó Pete, claramente exasperado por mi pobre puntería. Recuperamos las flechas y ahora era el turno de Pete. Apuntó y lanzó la flecha. Para nuestro asombro colectivo, impactó al ave quien por unos pocos segundos miró a la flecha alojada en su pecho con descreimiento. Al ver nuestro asalto completamente frontal, el ave logró levantar vuelo, liberándose de la flecha mientras volaba hacia el mar. “¡Joder!” exclamé. “¡Carajo!”, dijeron “Wiggy” y Pete en armonía. Eso fue lo último que vimos del ave, de la que después descubriría que era una Águila de Mar, rara y protegida en Chile. Ya habíamos provocado un incidente internacional, así que por suerte no complicamos más nuestra trasgresión comiéndonos una especie protegida.


Durante el último día concentré mi atención en cómo contactarme mejor con el Agregado de Aviación en la Embajada Británica en Santiago. Necesitaba acceso a un teléfono, pero no tenía monedas chilenas. Pensé que habría una cabina de teléfono pública en algún lugar de Punta Arenas, o aún mejor, llegaríamos hasta la casa de algún británico expatriado- había muchos de ellos viviendo en Punta Arenas en 1982. Algunos poseían propiedades que eran claramente distinguibles como ocupadas por británicos ya que estaban pintadas con los colores y el diseño de la bandera de la Unión- era un poco como para ponerse en evidencia. Entre nuestra posición y un teléfono estaba el imponente grupo de edificios que asumimos era un establecimiento militar sin ningún camino a su alrededor. Teníamos tres opciones. La primera era cortar camino a través de la cerca perimetral de la instalación militar, dirigirnos hacia el laberinto de edificios y los campos de tiro y aparecer del otro lado; esta opción era factible sólo de noche.


Luego de una consideración cautelosa, la dejamos de lado por dos razones: en primer lugar, ese comportamiento sería inconsistente con el esperado de pilotos británicos de una tripulación que estaban buscando un santuario en un país neutral; en segundo lugar, ¡corríamos el riesgo de que nos dispararan! La opción dos era caminar hasta la entrada principal del establecimiento militar y simplemente entregarnos. Este comportamiento hubiese sido enteramente consistente con el esperado de un grupo en nuestra situación. Esta opción también fue dejada de lado porque era el último recurso.


Nuestras órdenes eran hacer contacto con la Embajada Británica, si era posible. La opción tres era caminar descaradamente derecho a través de la puerta principal del establecimiento militar y esperar lo mejor. Notamos durante el día que había habido algún movimiento de peatones en el camino de la costa en la vecindad del establecimiento militar, pero no gran actividad durante la noche. Por lo tanto, elegimos la opción tres a plena luz del día, pero no como un grupo de tres. Razoné que se sabía que había tres pilotos británicos en el área, por lo tanto necesitábamos dividirnos en par, “Wiggy” y yo juntos, con Pete a cierta distancia detrás de nosotros. Completamos el plan. La penúltima actividad de esa noche fue disfrutar una pequeña petaca de rum Pussers que Pete había estado llevando en un termo, donada amablemente por Terry Short, uno de los miembros de la tripulación del Escuadrón 846. 


Era una noche muy fría, así que “Wiggy” y yo decidimos compartir la bolsa de dormir. Justo cuando nos estábamos acomodando para la noche, “Wiggy” dijo las inmortales palabras, “No te parecés en nada a mi esposa”. Yo, por supuesto, no pude hacer ningún comentario. La acción final antes de acomodarnos fue hacer la última entrada en el diario de supervivencia...."

www.zona-militar.com 

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