El gobierno de Gran Bretaña desclasificó 3500 documentos oficiales elaborados en 1982 vinculados con el conflicto bélico en las islas Malvinas; se revelan allí los temores de Margaret Thatcher, las fallidas gestiones para una reunión con Galtieri y los planes que evaluó Londres para ceder la administración del archipiélago a las Naciones Unidas
A treinta años del conflicto en el Atlántico Sur, el gobierno británico decidió abrir los archivos de la Guerra de Malvinas.
Unos 3500 documentos acaban de ser desclasificados, entre los que se incluyen inéditos testimonios de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, documentos de su oficina privada en Downing Street, del "gabinete de guerra", comunicaciones del Foreign Office, del Ministerio de Defensa, del Almirantazgo y todo el material que resultó en el Reporte Frank (Frank's Report), el equivalente británico del Informe Rattenbach que se elaboró en la Argentina sobre la actuación militar en la guerra.
También se dan a conocer comunicaciones privadas de Thatcher con el ex presidente norteamericano Ronald Reagan, su entonces par francés François Mitterrand y otros mandatarios extranjeros.
LA NACION formó parte de un pequeño grupo de periodistas e historiadores a los cuales el Archivo Nacional británico (National Archives) les permitió consultar por adelantado los documentos que preserva en su monumental sede, cercana al jardín botánico londinense de Kew.
La desclasificación responde a las normas que establecen aquí que papeles oficiales no pueden permanecer en secreto por más de 30 años, a menos que pongan en peligro la seguridad de inviduos o del Estado. Con ese criterio, muchos de los documentos que hoy se ponen a disposición del público contienen párrafos censurados. También hay unas cuantas sugestivas omisiones en el listado de desclasificación.
Los libros de a bordo y correspondencia de 35 naves, incluidos cinco submarinos de propulsión nuclear, de la Task Force fueron desclasificados. Pero no ocurrió lo mismo, sin embargo, con los del HMS Conqueror, el submarino que el 2 de mayo de 1982 hundió al crucero ARA General Belgrano fuera de la zona total de exclusión establecida por el gobierno británico. Algunos documentos que echan cierta luz sobre la forma en la que se tomó la decisión política de autorizar ese controvertido ataque se encuentran ahora disponibles (ver infografía).
En lo que parece reflejar el enfriamiento de las relaciones anglo-argentinas de los últimos años, muchos documentos que durante la década del 90 habían sido categorizados como pasibles de ser desclasificados durante las próximas dos décadas vieron durante 2012 ese plazo extendido a cuatro décadas y en algunos casos a un período indefinido.
La reciente actualización de las restricciones abarca, incluso, carpetas que figuran hoy mismo en el listado de desclasificación. Entre ellas, las CAB 163/371 y 372 que contienen documentos "políticos" sobre la Argentina y las islas Falkland (Malvinas) y que LA NACION no pudo consultar porque, se indicó, "continúan retenidas por la Oficina del Gabinete".
En general, los documentos dados a conocer tienden a confirmar la historia oficial británica de la guerra, tal como fue detallada por el historiador sir Lawrence Freedman, en 2005. Pero de ellos emergen una gran cantidad de datos curiosos y de testimonios que permiten pintar un panorama más amplio del conflicto.
Uno de los más elocuentes surge de la transcripción de la evidencia oral suministrada a puertas cerradas por Thatcher el 25 de octubre de 1982 al Falkland Islands Review Committee (Comité de Revisión de las Islas Falkland-Malvinas), que resultó en el reporte Franks. La entonces primera ministra dio cuenta de los sucesos en los días preliminares a la ocupación argentina, un momento que calificó como "el peor, creo, de mi vida".
Ante el panel presidido por Lord Oliver Shewell Franks, Thatcher admitió que la invasión argentina la tomó de sorpresa. La idea no le había cruzado la cabeza porque, dijo, era algo "estúpido tan sólo de contemplar".
Los documentos, sin embargo, revelan que desde 1980 quien fue el titular del Foreign Office entre 1979 y 1982, lord Peter Carrington, había encargado una serie de "planes de contingencia" con respecto a la situación en el Atlántico Sur. Y éstos incluían la hipótesis de una invasión militar argentina. En el Ministerio de Defensa, sin embargo, se había considerado que, de producirse esta situación, sería "demasiado costoso" y logísticamente "sumamente difícil" recuperar las islas. Carrington también había criticado el anuncio del retiro del buque HMS Endurance, que realizaba patrullas en torno de las islas durante seis meses al año, por cuanto consideraba que esto podría alentar una agresión argentina.
"Ni una sola persona estaba de mi lado en el gabinete", aseguró ante el comité Franks, lo cual no impidió que el panel, integrado por seis funcionarios y parlamentarios británicos, lo convirtiera en el chivo expiatorio de la crisis.
A pesar de sus previsiones, el desprestigiado jefe de la diplomacia británica reiteró que no había recibido "ninguna evidencia" concreta de la invasión argentina y que fue ese incidente lo que lo llevó a entregar su renuncia. Thatcher consideró su dimisión "un golpe devastador para Gran Bretaña".
Los archivos desclasificados ofrecen detalles de los esfuerzos de mediación del ex secretario de Estado norteamericano, Alexander «Al» Haig, y del entonces secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, así como de muchos otros que no llegaron a concretarse. Entre ellos, los del ex presidente de México, José López Portillo, quien a mediados de mayo del 82 vio frustrado esfuerzos para organizar una cumbre "Galtieri-Thatcher", que hubiese tenido lugar en Cancún.
También se confirma ahora que en los días que siguieron a la presencia argentina en Malvinas, Thatcher contempló la posibilidad de dejar las islas bajo administración de las Naciones Unidas y, más tarde, otorgarles la independencia. Esta última posibilidad fue mencionada por ella misma en diálogo con el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Agostino Casaroli, durante la visita del papa Juan Pablo II a Londres el 28 de mayo de 1982.
Los documentos agregan más datos sobre las estratagemas de los servicios secretos británicos que lograron impedir el suministro de misiles Exocet franceses a la Argentina y sobre medidas preparadas para desmoralizar a las fuerzas argentinas en las islas, pero que no llegaron a ponerse en práctica. Entre ellas, la distribución por vía aérea de panfletos en los que se instaba a los soldados argentinos a desertar, anunciando la rendición del capitán Astiz en las islas Georgias, y un plan para establecer una "Radio Atlántico del Sur" independiente de la BBC.
Entre el material más curioso figura un torrente de correspondencia sobre el impacto de la guerra en la organización de la Copa Mundial de Fútbol de 1982 y una propuesta realizada a Thathcer por Frederick Forsyth, el famoso autor de novelas de espionaje, para escribir una historia del conflicto que ignoraría la versión argentina de los hechos.
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