Por Lucio Eduardo Mancini
Cuando se habla de guerra, siempre se piensa en el combate entre las tropas enemigas, Sin embargo, si bien algunas de las antiguas acepciones gramaticales y etimológicas expresadas en los diccionarios dicen:
“Tropa: la organizada para combatir y maniobrar en el orden cerrado y por cuerpos”, es normal que junto a esas tropas se integren civiles que, indirectamente, por cumplir funciones específicas de trascendente interés para las acciones como comunicaciones, correo, petróleo y derivados, gas, agua, electricidad, vialidad, etc, sin portar arma alguna se conviertan también en “objetivos rentables” para el enemigo, Tal lo acontecido en Malvinas en el año 1982.
Esos civiles, profesionales, administrativos y técnicos silenciosa y metódicamente fueron “tejiendo la urdiembre” de su importante tarea, pero potencialmente la misma irradiaba un valor agregado que solidificaba la base de la operación política y bélica que el país necesitaba en esa oportunidad.
Por esas circunstancias, mayormente desconocidas, oportunamente expresé pormenores de esas tareas en un libro de mi autoría, y es bueno consignarlas nuevamente, aunque sólo sea en forma fragmentaria, para que lleguen a la luz del conocimiento público, y trascienda en que condiciones trabajaron aquellos hombres, que impulsaran al entonces Teniente Coronel Seineldín, a definirlos con la jerarquía de “Combatientes Civiles”.
Tal distinción, precisamente en aquella guerra, nos enorgullece por razones que es necesario explicitar, porque sin esa ella, al margen de las falencias logísticas que nos impidieron desarrollar armónicamente el potencial humano del que disponíamos en ideas, trabajo, alma y espíritu, no hubiéramos comprobado que éramos capaces de unirnos, sin distinción de clases sociales, económicas o religiosas, para llevar a cabo algo por y para nuestro país.. Que éramos capaces de distinguir verdades de falsedades, de hallar la verdad en la cruel guerra, de distinguir el íntimo sentimiento de identidad nacional ante la realidad de los muertos y sobrevivientes, compatriotas o circunstanciales enemigos.
Es duro decirlo, pero Dios nos igualó en el supremo momento en el que se expone la vida y se observa de cerca la Verdad Superior, que permite reconfortar “hermanos heridos” bajo ambas banderas, en el instante supremo que une a los hombres, en el Amén final.
Así sucedieron aquellos acontecimientos…. Repasemos los fragmentos consignados:
He de historiar sobre los funcionarios y radioaficionados que fueron desplegados para el cumplimiento de tareas específicas en el teatro de operaciones de la Guerra por las Malvinas, para aquellos que desconocen por no ser sus allegados; ya que, lamentablemente, pocos argentinos se han enterado de lo que realizaron en las Islas. Los mencionaré para ilustración de sus conciudadanos, para que sepan de su grado de adaptación, de sus cambios psíquicos, de sus flaquezas, de sus limitaciones, de su valor en especial de los que por su temperamento fueron líderes en los grupos en los que les cupo actuar.
De esos civiles que en el tiempo transcurrido, pese a la trascendencia que algunas de sus intervenciones han tenido, han estado solo escuetamente mencionados en diversas publicaciones, ocultándoseles por ende el lugar que merecen en nuestra historia, historia que tampoco tuvieron oportunidad de escribir o dar a conocer.
He comprobado en la práctica lo que siempre sustenté en mis informes laborales, la importancia del funcionario o radioaficionado integrante de una potencial reserva altamente capacitada, que ha sabido brindarse sin límites toda vez que el país ha necesitado convocarlo.
Sabido es que a un civil operando en una guerra no lo protege el acuerdo de Ginebra, y de ser hecho prisionero, le corresponde la pena máxima. Estos civiles efectuaron una entrega, que comprende desde sus vidas a sus bienes personales y afectivos, todo puesto a disposición de la misión que se les encomienda (automotores, equipos radioeléctricos de avanzada tecnología, trabajo, hogares, y la paz de sus seres queridos). Pusieron todo a disposición en aquella oportunidad y lo harían nuevamente con abstracción de ideologías políticas, gobiernos de turno, etc. No fueron preparados para ello profesionalmente, pero la entrega por su patria fue absoluta, sin medir riesgos ni pedir recompensas.
En el pasado por los acontecimientos vividos fueron reconocidos con distingos merecidos, pero a menudo, la abnegación desinterés y en caso valentía y heroicidad, no tuvieron en los medios informativos de difusión el énfasis merecido. Con el tiempo su participación se empequeñece y se olvida su significado histórico.
Ocupación de la Oficina de Correo Postal y Telegráfico
Cuando arribé a Malvinas Everto Hugo Caballero y José Manuel Chávez me pidieron los acompañara como representante de la Secretaría de Comunicaciones a fin de entrevistarnos con el Superintendente de Comunicaciones de la administración británica, Sr. Heterhige. Inicialmente no advertí la trascendencia del hecho, aunque no dejé de pensar en los matices que rodearían tal circunstancia.
Minutos después Caballero, en su condición de Directos General, Chávez como Encargado de Organismo Superior, ambos de La Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones (ENCOTEL) y quien esto escribe como Jefe de Sección Principal de la Secretaría de Comunicaciones (SECOM), entramos en la dependencia de Correos, todavía bajo la jurisdicción inglesa, Caballero preguntó escuetamente en nombre de la administración argentina por Heterhige y rápidamente fuimos recibidos en un pequeño y modesto despacho. El hombre estaba bien afeitado y pulcramente vestido, lo noté pálido, aparentando seguridad y demostrando buena predisposición en sus modales.
Uno a uno nos fuimos presentando oficiando de traductores Caballero y Chávez que hablaban bien el idioma inglés, Con el admirable don que poseía el primeros de éstos, fue directamente al meollo de nuestra presencia y en inglés, palabras más o menos, según me tradujo, le expresó: “en nombre de la autoridad del gobierno de la República Argentina, asumimos por derecho soberano las actividades del Correo Postal, y Telegráfico de nuestras Islas Malvinas, seguidamente los tres tomamos posesión de las oficinas.
Asunción del Gobierno de las Islas 07/ABR/82
Himno Nacional y lectura del entonces Mayor Auditor Burlando (oficiaba como Escribano de Gobierno), del Decreto Nº 681/82, por el que se creaba la Gobernación Militar, la toma de juramento estuvo a cargo del Comandante del Teatro de Operaciones Malvinas General de División García, los Santos Evangelios depositados en el extremo izquierdo de la mesa. El acto fue transmitido por la Red Nacional de Radio y TV, por este medio solo por audio.
En mi recuerdo reviven las circunstancias del acto y varios hechos especiales: La parsimonia de Fernando Péndola, compañero de radiodifusión, quien tuvo a su cargo como operador la responsabilidad del montaje de los elementos desde el salón del centro Cívico, y desde éste la emisión de la Canción Patria, cosa que no era fácil porque debido a la precariedad de medios debía insertar la púa en la tercer banda de grabación a pulso. El control general estuvo a cargo de Ernesto Dalmau, también de Radiodifusión, realizando ambos un trabajo perfecto.
Dalmau con su personalidad especial y su gran experiencia, Péndola, jovencito enfrentando de un día para otro los sucesos que acontecían con la frescura de la inexperiencia pero con genuina responsabilidad, tenía un dejo de displicencia en su andar pero su mente era rápida, precisa y no erraba, no fallaron ninguno de ellos.
Los primeros disparos, la actividad del correo y radioeléctrica.
El 11 de abril todos supimos como era el ruido de la artillería antiaérea, se probaron entonces las piezas emplazadas y los servidores hicieron una práctica. Como sería el estruendo y la trepidación del suelo que me divertía mirando las gallinas que en los fondos de las viviendas saltaban al compás del sonido de los disparos y su cadencia, bom, bom, bom…, eran cinco seguidos, imaginé tirando todos a la vez y luego lo comprobé.
El día 12, por LRA Radio Nacional Islas Malvinas se informó la prohibición de toda la actividad radioeléctrica de los radioaficionados, a su vez se los convocó para el día siguiente a las 0800 horas al edificio Cívico a fin de hacer entrega de los equipos radioeléctricos que constituían sus estaciones. Con esta medida se concretaban cuatro aspectos fundamentales: el silencio radioeléctrico, la limpieza del espectro, la solicitud de licencia para operar y el lugar de operación. Era mi trabajo específico.
Al día siguiente a las 0750 horas, con asombrosa disciplina y puntualidad se encontraban en fila los radioaficionados malvinenses con sus paquetes dispuestos a la entrega y a diligenciar la documentación respectiva y si lo deseaban solicitar la licencia argentina de radiooperador.
Al día 26 de abril se recibieron por correo ínter isla (aéreo) y en forma personal cuarenta solicitudes. Esta documentación, parte de la cual conservo en mi poder, constituye cada una de ellas una reafirmación de nuestra soberanía, un reconocimiento, sin presión ya que de ellos era la decisión. Inglaterra no puede negarlo pues fue una autodeterminación.
Ellos tienen la verdad de lo que expreso en su poder y yo tengo parte de esa misma prueba. Son originales de solicitudes y he marcado en los listados de los radioaficionados malvinenses, a todos aquellos que nos han reconocido y lo efectuaron con la bandera argentina, ambas documentaciones son indubitables e innegables.
Para entonces Caballero informaba y está publicado, que se recibían 5.000 cartas simples, 2.000 certificadas y 400 encomiendas ¡por día!. Más tarde debido al bloqueo recibíamos el correo con intermitencia pero, en cada oportunidad nos tapaban.. Los días de ausencia de correspondencia postal eran ocupados por miles de telegramas que iban y venían, sin dejar de mencionar los benditos giros postales y telegráficos que se recibían para la tropa, Todo se clasificaba, registraba, separaba por unidad y se entregaba diariamente y sin interrupción, incluso durante los días mas duros del conflicto.
Respecto a mi trabajo específico y a las condiciones en que lo realizaba, la reorganización acorde a nuestras normas de los radioaficionados, la efectuaba en los lapsos en que me era posible sustraerme a la tarea de ENCOTEL. Desde el 01 de mayo aquélla quedó inconclusa debido al inicio de la guerra.
Nuestra actividad a partir del 01 de mayo
Hoy vuelven a mi memoria la movimientos que dentro de la oficina se realizaban; la tropa poniéndose los cascos, y nosotros continuando con indiferencia ante cada alerta roja u oscurecimientos la tarea, sintiendo por cierto, el estremecimiento de los estampidos y el retumbar de los pisos.
Al no veterano que lea esto, no le resultará fácil reconstruir aquellas escenas y menos aun comprender los que se experimenta hasta hacerse insensible a estas circunstancias. Pero así sucedían e igual se trabajaba, masticando la experiencia, asimilándola constantemente.
Esa “digestión” de la rutina de la guerra sin que lo percibiéramos, a algunos los transformó para el futuro que hoy debemos compartir con la “sociedad normal”. Seguramente esto no es comprendido y muchas veces tampoco admitido por quienes no estuvieron “allá”. No fue necesario haber estado en la primera línea para lograr esta modificación en la conducta. Sustentar un criterio contrario ha sido la solución fácil de la mediocridad, que todo lo minimiza porque ella no lo vivió. Nadie que haya seguido los acontecimiento fuera del teatro de las operaciones, desde el cemento de las ciudades, está realmente habilitado para definir como deberían actuar los que estuvieron, por respeto deberían callar. No molestamos y si por si acaso alguno realiza alguna acción marginada de la “normal conducta social”, deberían comprender que fuimos “unos” y volvimos “otros”. Al menos en mi concepto personal.
He asistido y participado en plena alarma y oscurecimiento, luego de cenar, sobrellevando cansancio, sueño y tensiones, debiendo a menudo interrumpir las tareas debido a los bombardeos navales que nos obligaban a analizar para que lado tiraban, de las tareas administrativas y contables que demandaba el hacer efectiva la entrega de dinero que se remitía a la tropa ….., y si el bombardeo comenzaba a picar en proximidades del local , el pozo de zorro era el destino de los ordenados y rápidos movimientos del grupo que constituíamos.
Esa tarea de clasificación de despachos telegráficos, obligaba a separar por columnas cientos de cifras y centenares de giros postales que al día siguiente imponían otras diligencias administrativas….¡y su entrega!…que no dejó de efectuarse hasta el último día de trabajo. Si la secuela de papeles en tiempo de paz son infinitos y tediosos piensen en tiempo de guerra y bajo las circunstancias descriptas.
Si bien las normas imponen procedimientos administrativos, es necesario admitir que si la burocracia es culpable, mas los es la “burrocracia”.
¡Y finalmente llegó!…, y hoy como ayer me pregunto si aquel equipo radioeléctrico que recibimos con tanta ansiedad, por el que transmitiríamos al continente los textos de los telegramas de servicio y de las Fuerzas desplegadas, no significaba un arma de características estratégicas…. La tarde de un sábado en la que instalamos el sistema irradiante en la parte posterior de la casa; el enemigo que lo espiaba todo desde sus satélites “gentilmente cedidos”, además de contar con los informantes que mimetizados en la población se infiltraban entre nosotros, efectuó varios ataques en dirección a nuestra posición…cuatro bombas detonaron en distintos sectores cercanos a la casa. Dos en el agua que nos prodigaron el “vistoso” panorama de poderosos surtidores del líquido elemento de unos cuarenta metros de altura, según la perspectiva de la distancia a la que nos encontrábamos; otra en el extremo derecho de la bahía, frente a la parte posterior de la casa y la restante frente a nosotros, junto a los tanques, que según comentarios, eran de agua potable.
Nos protegimos un poco ante la primer alerta roja, en la segunda apenas nos detuvimos mirando el cielo cubierto y en las dos restantes ni miramos, sino que proseguimos la tarea junto con el Suboficial Principal Saraza, un mecánico de equipos de comunicaciones de campaña perteneciente a la Compañía de Patricios, el que ordenó a la tropa que le dependía que se refugiara en los pozos.
Recuerdo con total nitidez, que a medida que ultimábamos los detalles para ubicar el mástil sobre una base plana, tomándolo de los tensores para vientos, desde las posiciones de las armas antiaéreas próximas nos gritaban los grados de aproximación de los aviones enemigos, los que a su vez Saraza nos los reiteraba en voz alta. Se trataba de un procedimiento rutinario, mecánico, que se cumplía metódicamente pero que en nada alteraba nuestra tarea.
Al comentarlo ahora, no puedo transmitir con elocuencia el razonamiento de cada uno de nosotros y que movimientos ejecutábamos…, no nos interesaban los ataques, por el contrario más de uno dirigía un buen insulto a las nubes que disimulaban la presencia enemiga. Se continuó el tremendo esfuerzo que demandó alzar el mástil metálico de casi quince metros de altura, sobre un piso que temblaba debido a la trepidación de las baterías antiaéreas, en medio del fragor ensordecedor que estremecía el espacio y nuestros sentidos. Parábamos sólo para no perder el espectáculo de los surtidores de agua impulsados desde las entrañas del mar y los destellos que producían las explosiones en el suelo.
Epílogo
Cuando oigo al “charlatán”, aquél que con facilidad maneja situaciones hipotéticas, lamento no haberlo tenido junto a mi, tan sólo dos minutos con la probabilidad de saltar por el aire reventado o simplemente arrojado a diez metros de distancia por la onda expansiva de una explosión, ¡tan sólo dos minutos con aquella realidad!, siempre alejada de lo que por la boca expresan y demuestran algunos argentinos de esta generación sin guerra, sin modelos reales, sin ídolos de la humildad y la cultura…generaciones de las que también formo parte, en las que muchos, lamentablemente han pretendido destruir, parte de los ideales, de la grandeza, de la heroicidad de aquellos hombres, quizás por ignorancia, soberbia, envidia o irremediable inferioridad.
Y así fueron aquellas cosas… y así esos hombres, con inmenso patriotismo, dejaron en la turba de Malvinas el mojón de sus ideales y de la Soberanía Nacional, que jamás podrá ser erradicada.
(*) Durante cuarenta años fue funcionario de carrera en la Secretaría de Comunicaciones. Durante la guerra se desempeñó en los cargos expresados en el relato. Es autor del libro “Una gaviota en Malvinas”, en mérito a su actuación recibió por parte de la Comisión Permanente de Homenaje a la Gesta del Atlántico Sur la Estatuilla Malvinas Argentinas.
www.fundacionmalvinas.blogspot.com.ar