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Channel: Conflicto de Malvinas
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Extractos traducidos del libro "Special Forces´s Pilot" del Cnl (R) Richard Hutchings​ Parte 8

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por el forista TORDO79 (Zona Militar)

"....“¿Ustedes son los tres pilotos británicos?” 
Estábamos levantados al amanecer del 25 de mayo; era una mañana soleada y había mucho que hacer. Luego del desayuno y de asearme y afeitarme, “Wiggy” y Pete levantaron el campamento mientras yo cavaba dos grandes agujeros para enterrar en ellos nuestras mochilas, la tienda y el resto de nuestro equipo, incluyendo las cincuenta ampollas de diamorfina, cuyo valor en la calle era de diez mil libras. Estimamos que el camino era de una milla y que la entrada al establecimiento militar estaba alrededor de media milla más allá del punto en el cual la ruta obvia de la colina interceptaba el camino.

Nuestras observaciones del área en los tres días previos indicaban que el horario más transitado en el camino era entre el mediodía y las 14.00 horas, por lo que asumimos que ese era el horario de almuerzo para los locales. No obstante el hecho de que sólo teníamos buzos rompevientos DPM y una mescolanza de pantalones para usar, razoné que pareceríamos menos conspicuos para un observador casual si nos movíamos junto con otros peatones y vehículos. Habiendo hecho una limpieza final del sitio de campamento temprano en la mañana, dejamos el refugio de la colina boscosa y partimos lentamente colina abajo hacia el camino.


Eran las 13.00 horas cuando interceptamos el camino de la costa y “Wiggy” y yo tomamos el camino hacia el norte junto a al lado este del mismo, alejándonos del establecimiento militar, seguidos unos pocos minutos después por Pete. Mientras caminábamos al norte, pasamos un cartel indicador en el que se leía que estábamos por entrar en Punta Arenas, República de Chile. Nos pasaban varios vehículos civiles viajando en ambas direcciones y unos pocos peatones caminando en la dirección opuesta. Nadie parecía prestarnos ni un ápice de atención. Luego de diez minutos nos acercamos a la puerta principal del establecimiento militar para descubrir que era el cuartel regional, las barracas y el centro de entrenamiento de Carabineros- un lugar enorme. Parado en el camino estaba un soldado armado en servicio de centinela. No nos prestó más atención que un vistazo casual mientras pasábamos a su lado. Hasta el momento, estaba bien. “Wiggy” y yo disminuimos la marcha para no quedar demasiado adelante de Pete. Unos minutos después Pete también pasó al llamativamente
desinteresado soldado y luego se unió a nosotros. Luego de cinco minutos de que los tres pasáramos por el frente del establecimiento de carabineros y mientras nos dirigíamos a una tranquila calle lateral, los tres respiramos aliviados. En ese preciso momento, un auto que viajaba en la dirección opuesta se detuvo justo detrás de nosotros. Del auto salió un Capitán de Carabineros que nos llamó en español y se nos acercó. Se presentó como el Capitán Marcos Moya Torres de la Prefectura Carabineros de Chile. Nos preguntó en español si éramos los tres pilotos británicos, a lo cual respondimos que éramos marineros de un barco mercante británico que estaba en el puerto, mientras tratábamos con dificultad de mantener caras serias en este momento del “Hola, hola”.


“No hay barcos mercantes británicos en el puerto”, fue la respuesta del Capitán Torres. “Ustedes son los pilotos británicos”.


El juego se había terminado. El Capitán Torres nos invitó a subir en su auto y nos llevaron al cuartel de Carabineros, preguntándonos que habría por delante. Una vez estacionado el auto, el Capitán Torres nos invitó a los tres a pasar a su oficina y realizó una llamada a su Comandante para reportar nuestra llegada.


Unos momentos después, el Teniente Coronel Haroldo Carrasco Galvez y su adjunto, el Teniente César Pradenas Moran, se unieron al grupo y los dos grupos fueron presentados el uno al otro. Luego de algunas galanterías, se nos ofreció un vaso de vino tinto chileno, que fue bienvenido, a pesar de ser un poco fresco para mi gusto.


Unos minutos después fuimos todos afuera para unas fotos que fueron tomadas antes de regresar a la oficina del Capitán Torres. Nuestro acto final fue regalar nuestras brújulas militares a nuestros anfitriones como muestra de nuestro aprecio por su breve hospitalidad, pero no obstante, agradable.


Pasó una hora o un poco más antes de que nos llevaran a otras instalaciones para ser formalmente interrogados sobre nuestra presencia en Chile. Al entrar al edificio parecía ser recordatorio de de Villa Grimaldi, uno de los centros de interrogación usado por la policía secreta de Chile tal como lo describieron los sobrevivientes a interrogatorios.


Ver los artefactos que estaban en algunas de las habitaciones hizo que se me erizaran los pelos de la espalda. ¿Qué tendrían guardado para nosotros? Me preguntaba. El interrogatorio no fue llevado a cabo por la policía secreta, a quienes sin interés conocería en una visita de regreso seis meses después, sino por un Comandante de la Armada Chilena que era encantador y hablaba un inglés muy fluido. Cuando le pregunté cómo había conseguido tan buen nivel de conocimiento del idioma inglés me explicó que había pasado un tiempo en el RU asistiendo a cursos de entrenamiento con la Armada Real. Estaba sorprendido de que los tres fuéramos interrogados colectivamente y no individualmente. Estaba claro entonces que el interrogatorio era una formalidad. El Comandante nos preguntó cómo llegamos a Chile. Le di la historia de coartada tal como lo había arreglado con el Capitán Lynn Middleton, diciendo que estábamos llevando a cabo un patrullaje de la costa argentina buscando embarcaciones argentinas, cuando el helicóptero sufrió una falla en el motor. Estando a una gran distancia de la Fuerza de Tareas y con la posibilidad de una segunda falla en el motor, decidí buscar refugio en el país “amigable” más cercano. Como únicamente teníamos tablas marítimas del área, no teníamos posibilidades de navegar acertadamente, así que nos dirigimos al oeste hasta quedar con poco combustible, aterrizamos y destruimos la aeronave para evitar que cayera en manos del enemigo en caso de que estuviéramos en Argentina. 


Decidí que deberíamos quedarnos por varios días hasta que tuviéramos la certeza de que estábamos en Chile y no en Argentina. Durante las horas de oscuridad en nuestra primera noche en Chile, pudimos ver las luces de un gran pueblo al norte y decidimos cruzar el campo hacia allí. Luego de cinco días llegamos a la colina y mantuvimos el pueblo bajo observación durante otros tres días. Bajo la protección de la oscuridad de la noche, durante la penúltima noche en la colina, yo descendí hacia el pueblo para reconocer el área. Al llegar al camino, vi el letrero de Punta Arenas, confirmando por lo tanto nuestra ubicación en Chile.

El Comandante parecía estar satisfecho con mi historia, pero durante el interrogatorio me pidió en tres ocasiones que confirme que no habíamos dejado ningún personal militar en territorio chileno. Respondí que no habíamos dejado ningún personal militar en territorio chileno. Me dio la hipótesis de que habíamos dejado Fuerzas Especiales en Argentina o en Chile y que luego habíamos destruido el helicóptero como parte del plan. Pareció aceptar mi versión de los hechos. Luego de una hora o más de interrogatorio, el Comandante nos explicó que seríamos trasladados a Santiago esa misma noche y luego llevados de nuevo al RU.


Luego de la formalidad del interrogatorio, le pedí noticias de la Fuerza de Tareas y procedió a actualizarnos con los acontecimientos más relevantes de los días recientes. Estas eran nuestras primeras noticias en ocho días. Nos enteramos de los aterrizajes anfibios, la pérdida del Sea King con veintidós vidas, incluyendo al “Doc” Love, el hundimiento del HMS Ardent, el derribamiento de dos helicópteros británicos, los ataques al RFA Argonaut, HMS Antrim, RFA Sir Galahad y RFA Sir Lancelot, el hundimiento del HMS Antelope y del HMS Coventry y, en ese mismo día, el ataque Exocet en el SS Atlantic Conveyor. Eran muchas noticias para asimilar y fue nuestra primera indicación de que con los ataques Exocet, la Operación Mikado había sido finalmente abortada.

El viaje a Santiago, cortesía de la RAF 
Ya estaba entrada la tarde y estaba oscureciendo al momento en que nuestro interrogatorio fue completado. La llamada telefónica inicial del Teniente Coronel Galves a su superior, reportando nuestra llegada a Punta Arenas, había generado una catarata de llamadas posteriores de la cadena de comando de los Carabineros al Ministerio de Defensa, al Presidente Pinochet y al Embajador Británico en Santiago. John Health, el Embajador Británico, había sido alertado de la presencia en Chile de tripulación aérea británica luego del siniestro del Sea King. Durante la semana previa, intercambios de telegramas y señales entre Santiago y Londres habían comunicado al Gobierno del RU, la decisión de que deberíamos ser repatriados al RU lo antes posible y con el mínimo movimiento y exposición pública posible. 

Con este fin, se acordó entré las autoridades británicas y chilenas que los tres seríamos trasladados a Santiago durante la noche como pasajeros en un vuelo militar de rutina y seríamos entregados al cuerpo diplomático británico.

Antes de que partiéramos, nos entregaron tres camperas de civil acolchadas que habían sido compradas para nosotros por los Carabineros. Temprano esa noche, dimos nuestros últimos saludos a nuestros muy hospitalarios anfitriones chilenos y fuimos conducidos de encubierto en la oscuridad a través de Punta Arenas al aeropuerto, a unas 5 millas al norte del pueblo. Al entrar al aeropuerto, el vehículo se dirigió a la dispersión de aeronaves donde se detuvo y esperó varios minutos hasta que el C130 militar estuvo listo para embarcar a los pasajeros.


Mientras estábamos sentados en el auto matando el tiempo, hubo un golpe en la ventanilla del acompañante y la puerta se abrió para revelar una cara familiar de mi tiempo en Hereford el año anterior. Conocía al Capitán H profesionalmente hacía algunos años y estaba sorprendido de verlo en Punta Arenas. El conductor salió del vehículo para que nosotros tres y el Capitán “H” pudiéramos tener una conversación privada. Le expliqué la secuencia de eventos en Argentina y el arribo a Chile, explicando en detalle la ubicación en la cual habíamos dejado al Capitán “A” y a su equipo. El Capitán “H” nos confirmó que la Operación Mikado había sido cancelada y que estaba haciendo todo el esfuerzo para encontrar el equipo SAS perdido. Continuó explicando que, desde la cancelación de la misión, no había ninguna necesidad de que nosotros nos siguiéramos escondiendo y que había estado rastreando los campos al sur de Punta Arenas durante varios días, gritando nuestros nombres y buscándonos. Dada la cantidad relativamente pequeña de terreno que habíamos cubierto, estaba sorprendido que no lo hayamos visto ni oído, y concluyó que nuestro intento de sobrevivir y evadirnos había sido claramente muy exitoso.

Finalmente, antes de abordar el avión, el Capitán”H” me dio el número de teléfono de su mujer en Inglaterra y yo acepté llamarla al llegar al RU para decirle que yo lo había visto y había hablado con él recientemente y que se encontraba bien y ocupado.


Con el avión listo para partir, era tiempo de abordar. Saludamos al Capitán “H” y a nuestro conductor y caminamos hacia el avión. Estaba sorprendido de ver que el C130 estaba pintado con el camuflaje estándar del RU y tenía la inscripción “Fuerza Aérea de Chile”. Incluso con mi conocimiento rudimentario de español me di cuenta de que Aérea era un error ortográfico de “Aérea”; se despertó mi curiosidad. Entramos al Hércules C130, tomamos nuestros asientos al fondo y mientras el avión despegaba, le eché un vistazo a la cabina. Había una pequeña cantidad de equipamiento para trasladar, pero el avión transportaba principalmente pasajeros y estaba provisto de equipamiento electrónico con el cual yo no estaba familiarizado. Estudié a nuestros compañeros de vuelo cuidadosamente, todos ellos vestían mamelucos de vuelo con alas de piloto e insignias de vuelo, por lo que asumí que eran dela tripulación. Una mirada más certera a las insignias reveló que la tripulación era de pilotos de F5. Ni bien la aeronave estuvo en el aire y estableció vuelo a velocidad de crucero, hablé con algunos de los pasajeros que estaban tan curiosos sobre nosotros como nosotros tres lo estábamos sobre ellos. Nos explicaron que un escuadrón de F5 había sido desplegado a Punta Arenas durante la Guerra de Malvinas y que cada semana había un movimiento de pilotos entre Santiago y Punta Arenas para mantener a los F5 lo más preparados posible. Los pilotos continuaron explicando que había gran confianza en el pueblo chileno de que los británicos resultarían victoriosos. En el probable caso de que Argentina fuera derrotada, las autoridades chilenas estaban preocupadas porque el General Galtieri tal vez ordenara la invasión de las islas del Canal de Beagle. La soberanía de las islas había sido disputada hacía tiempo entre Argentina y Chile y existía la preocupación en Chile de que el General Galtieri intentara mitigar el fracaso en las Malvinas y calmara al pueblo argentino consiguiendo una pequeña victoria a toda costa mediante la toma de esas islas.


La apariencia general de los pilotos de los F5 nos tomó de alguna forma por sorpresa. A riesgo de sonar racista, nos resultó chocante identificar que la mayoría de los pilotos eran de extracción aria y tenían apellidos tales como Müller, von Reinhart, Schmitt y Brandt, por nombrar sólo cuatro. Había pocos pilotos de apariencia o nombre hispanos. Las marcas del avión eran también motivo de sorpresa. La pintura externa de la aeronave coincidía con las marcas internas, que eran de la RAF, incluyendo el número de registro del avión, que era británico y de RAF Lyneham.


El tiempo de vuelo a Santiago fue de seis horas. Para aquellos que no están familiarizados con el Hércules C130, debo explicar que el avión fue diseñado primariamente para transportar fletes, con el papel secundario de trasladar tropas y pasajeros. El nivel de ruido en la parte posterior de un C130 es por lo tanto muy alto, haciendo imposible una conversación prolongada. No había nada que nosotros pudiéramos hacer, por lo tanto, más que intentar dormir durante la mayor parte del viaje.


Mientras tanto, en el RU, el MoD había dado nuestros tres nombres a la prensa. Viendo un informe en el noticiero tarde por la noche, Lorraine anticipó que iba a ser objeto de considerable interés por parte de la prensa. Con dos niños pequeños que cuidar, una distracción que no necesitaba era la de ser bombardeada con preguntas de la prensa. Necesitaba ayuda. Para esto, Lorraine telefoneó a nuestro cuñado, Ken Lewis, quien en ese momento era un oficial subalterno que prestaba servicios en la Estación Aérea de la Marina Real en Portland, y se ofreció a pasar un día o dos con ella para “cubrir” cualquier pregunta de la prensa. Más tarde esa noche, mientras los vecinos cuidaban a los niños, Lorraine viajó en auto hasta Portland y pasó a buscar a Ken, regresando a Crewkerne durante las primeras horas del 26 de mayo...."


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Extractos traducidos del libro "Special Forces´s Pilot" del Cnl (R) Richard Hutchings​ Parte 9

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por el forista TORDO79 (Zona Militar)

"....Santiago- “El mundo es un pañuelo” 
Luego de un poco más de cinco horas soportando las ruidosas e incómodas condiciones de la parte trasera del C130, fue un alivio arribar finalmente al Aeropuerto de Santiago en las primeras horas del miércoles 26 de mayo. Aunque estaba oscuro, era posible observar que el aeropuerto era sorprendentemente pequeño para la capital de un país, pero con el beneficio de una larga pista y de que estaba localizado en las afueras, al suroeste de la ciudad. Habiendo carreteado hasta detenerse y una vez que los motores se detuvieron, bajaron la rampa de la aeronave y los pilotos de F5 desembarcaron antes dirigiéndose a un autobús de la fuerza para completar su viaje.

Mientras tanto, “Wiggy”, Pete y yo continuamos sentados esperando a que alguien nos diera instrucciones de qué hacer luego. Luego de un par de minutos, dos autos aparecieron cerca de la parte trasera de la aeronave, las puertas se abrieron y dos oficiales de las autoridades chilenas salieron de ellos, abordaron la aeronave y nos invitaron a que fuéramos con ellos en los autos. “Wiggy” y yo nos subimos al primer auto y Pete al segundo. Sin retrasos ni ceremonias, los dos autos se dirigieron lejos de la aeronave hacia la salida del aeropuerto. 


Luego de un par de minutos, habíamos dejado los confines del aeropuerto y estábamos acelerando a través de las oscuras y muy desiertas calles de Santiago. Después de media hora, los autos finalmente se detuvieron en un área residencial fuera de una casa grande, y luego de un momento, la puerta del frente de la casa se abrió y reveló a un hombre y a una mujer de pie en la entrada. Mientras “Wiggy”, Pete y yo fuimos invitados a salir de los autos por los oficiales chilenos, el hombre caminó hacia nosotros y se presentó como John Cummins, el Cónsul británico. Se desarrolló una breve conversación en español entre los oficiales chilenos y el Cónsul, durante la cual nosotros tres fuimos formalmente entregados de la custodia de las autoridades chilenas a jurisdicción británica. Los dos oficiales volvieron a subirse a los autos y partieron, dejando a John y a nosotros tres parados en el pavimento viendo como ellos desaparecían en la noche.

Sin más que hacer, John nos guió hacia su casa y nos presentó a su esposa, Gillian. Nos explicó que seríamos trasladados a la Embajada Británica alrededor de las 09.00 hrs desde donde seríamos repatriados al RU más tarde ese día. Luego nos dio la fascinante noticia de que el Presidente Pinochet había extendido una invitación para que nosotros lo conociéramos y pasar la noche en el Palacio Presidencial. La oferta había sido cortés y diplomáticamente rechazada en nuestro nombre por el Embajador. Era indudablemente una sabia decisión por dos motivos: primero, nos veíamos muy desaliñados en nuestra mescolanza de ropas descuidadas y sucias que habíamos estado usando durante los últimos ocho días, una imagen que no definía mucho la personificación de los hombres profesionales del servicio británico; en segundo lugar, el plan era repatriarnos al RU lo más rápido posible con la mínima exposición pública. Una noche en el Palacio Presidencial habría sido sin dudas seguida como un evento de alto perfil por la prensa, algo que nosotros y las autoridades británicas tratábamos de evitar.


Durante las próximas horas, podríamos relajarnos por primera vez desde que estábamos en suelo chileno, seguros y con el conocimiento de que estábamos en manos británicas. Durante las primeras horas de la mañana nos ofrecieron refrescos y hablamos sobre nuestras actividades desde que dejamos el HMS Invincible ocho días atrás. John ya estaba enterado de la operación de las Fuerzas Especiales, pero no con todo detalle.


Estuvimos hablando durante un par de horas cuando, súbitamente, se levantó de su asiento y caminó hacia su oficina mientras decía como sabiendo, “Ya me di cuenta exactamente de quién eres”. Regresó con un álbum fotográfico familiar, John lo abrió en la mitad y señaló una de las fotografías.


“¿Este no es tu hermano?”, preguntó expectante.


“¡ Joder!, sí. ¿Qué hace él en su álbum?”


“Estuvo con nosotros en marzo cuando el Endurance estuvo en Argentina recibiendo
mantenimiento asistido. Es un amigo de la familia”.


“Es sorprendente, ¡el mundo es un pañuelo!”


Alrededor de las 03.00 horas, John se despidió y se retiró por lo que restaba de la noche, mientras “Wiggy”, Pete y yo dormimos lo poco que pudimos relajándonos en los largos y cómodos sillones en la sala. Eran las 07.30 horas cuando nos despertaron con los tentadores olores que venían de la cocina. El café fresco y el tocino habían estado fuera del menú para nosotros durante tantos días que eran un banquete raro y los consumimos con gusto. Luego del desayuno, cada uno tomó un baño y se afeitó, y nos pusimos lo más presentables posible para nuestra llegada a la Embajada y nuestro encuentro con el Embajador. A las 09.00 en punto, dos autos estacionaron en la puerta de la casa del Cónsul. Le agradecimos a Gillian por su amable hospitalidad, nos despedimos y nos subimos a los autos que serían conducidos a través de la corta distancia hacia la Embajada Británica.


Mientras tanto en Crewkerne, Ken tuvo un despertar brusco a las 07.30 horas cuando respondió el primero de muchos llamados telefónicos de la prensa, los llamados se volvieron más numerosos y rápidos a lo largo de la mañana. Ken se los sacaba de encima con la facilidad de un ejecutivo profesional. Tanto el MoD como yo, tenemos una gran deuda de gratitud con él.


En Chile, “Wiggy”, Pete y yo tuvimos el apoyo completo de la máquina diplomática y militar de PR apoyándonos y protegiendo los aspectos de seguridad de nuestra misión. En el frente local en 1982, no había ese apoyo disponible para las familias, quienes se encontraron de pronto en el ojo de la tormenta sin el beneficio del entrenamiento en manejar las preguntas de la prensa o en comprender por completo las sutilezas en lo que se refiere a las operaciones de las Fuerzas Especiales. Dejando de lado el trastorno causado por el interés entrometido de la prensa, en esta ocasión el MoD falló al apreciar el potencial de Lorraine –o de las familias de “Wiggy” y Pete- para responder preguntas, lo que podría haber comprometido aspectos de la operación. Por ejemplo, la prensa podría haber descubierto mi pasado involucrado con el SAS y habría sacado conclusiones que podrían haber socavado la seguridad de la misión. 


Mientras tanto en Chile, al llegar a la Embajada, nos acompañaron hacia el interior y nos llevaron a una pequeña área de recepción donde nos ofrecieron refrigerios. Unos pocos momentos después se nos acercó un miembro del personal que fue presentado por el Cónsul como el Capitán de Grupo Sid Edwards, el Agregado de Aviación. Intercambiamos las amabilidades habituales antes de que yo continuara para responder a sus preguntas sobre los aspectos de nuestra operación. Luego de media hora se nos unió el Jefe de la Cancillería, Robert Gordon, quien trajo la noticia de que las autoridades chilenas demandaban que atendiéramos a una conferencia de prensa y que yo hiciera una declaración sobre como aparecimos en territorio chileno. Yo lo consideré como un desarrollo indeseable pero sin embargo, no inesperado, y acepté preparar una declaración, empezando a trabajar en ella inmediatamente después con el asesoramiento del Agregado de Aviación. Luego de veinte minutos se nos unió a Sid y a mí, el oficial del MI6 residente de la Embajada, quien se presentó; lo llamaré “Geoff”.

Durante los treinta minutos siguientes, trabajé en la declaración para la prensa, cuya redacción fue acordada con Sid y “Geoff”. La declaración era corta, al grano y reiteraba la historia de coartada tal como la había arreglado con el Capitán Lyn Middleton. La declaración fue entregada al Jefe de la Cancillería. Después de leerla, dijo que era inaceptable porque era demasiado corta y no contenía suficiente información para satisfacer a los grandes cuerpos de prensa que estaban lentamente reuniéndose en la Embajada. En ese momento se nos unió John Heath, el Embajador, y Robert le dio el borrador de la declaración para su consideración. Después de leerla, concluyó que era completamente apropiada y que no se iba a agregar más información. Con la directiva dada, el Jefe de la Cancillería partió para hacer copias de la declaración preparada en inglés y español, y para hacer los preparativos finales para la conferencia de prensa. Mientras tanto, el Embajador se quedó y habló con nosotros tres sobre la operación durante varios minutos más.


Mientras John Heath se disculpaba y se retiraba, el Cónsul volvió a unirse a nosotros. John nos explicó que para nuestro viaje al RU nos entregarían pasaportes e identidades nuevos. Para mantener las cosas simples, decidimos mantener nuestros nombres de pila, pero antes de que pudieran tomar las fotografías, necesitábamos cambiarnos con nuestras ropas de civil.


Un grupo de hombres del personal de la Embajada, elegidos por su rango de contextura y altura, desfilaron ante nosotros. Parecía una rueda de reconocimiento mientras los tres caminábamos por una línea de aproximadamente una docena de hombres y elegíamos prendas de vestir. Durante los siguientes quince minutos, los hombres se quitaron las prendas elegidas mientras nosotros nos sacábamos nuestros uniformes y nos vestíamos con nuestros nuevos atuendos. Aún tengo la camisa y la corbata hasta el día de hoy. Mientras nos dirigíamos hacia el fotógrafo de la Embajada para que nos tomara las fotos de nuestros pasaportes, Sid se ofreció para desechar nuestros uniformes. Mi nuevo pasaporte fue emitido con el nombre de Richard James, un inglés tutor en la Universidad de Cambridge. La esposa del Cónsul, Gillian, iba a viajar también a Inglaterra conmigo como mi esposa “honoraria”. La nueva identidad de “Wiggy” era Alan Shaw, un arquitecto, y Pete era Peter MacDonald, un ingeniero; el también fue acompañado por un miembro femenino del personal de la Embajada.

Vestidos en una mezcla mal combinada de atuendos de civiles y armados con nuevos pasaportes, el escenario estaba preparado para la conferencia de prensa. A las 14.00 horas “Wiggy”, Pete, el Jefe de la Cancillería, el Oficial de Prensa de la Embajada y yo, pasamos al pequeño ascensor para subir a la gran habitación elegida para la conferencia de prensa. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los tres seguimos a Robert fuera del ascensor. 


Apenas tuvimos tiempo de salir del ascensor, antes de que las puertas se cerraran casi atrapando a “Wiggy” adentro, pero afortunadamente, volvieron a abrirse y estuvo libre para unirse a nosotros. Mientras caminábamos hacia la mesa y las sillas preparadas para nosotros, estaba agudamente atento al gran número de representantes de la prensa reunidos en la sala y de las brillantes luces de las cámaras de televisión. A la vista y al sonido de los flashes de las cámaras y los murmullos de los cuerpos de la prensa de “aquí están” y “ellos son”, tomamos asiento en la mesa. Observando la sala y tratando de contar el número de miembros de la prensa presentes, estimé que había entre ochenta y cien, todos ellos mirándonos intensamente. Reconocí solamente una cara, la de Jon Snow.

Por primera vez desde que dejé el Hermes el 17 de mayo, me di cuenta de lo grande que era la historia. Ni bien todo estuvimos preparados, el jefe de la Cancillería explicó que yo iba a leer la declaración en inglés que sería seguida inmediatamente de su lectura de la traducción en español; no se dio otra información, por buena razón. Mientras un murmullo se escuchaba en la sala, recibí la orden de Robert y leí la siguiente declaración:


Me doy cuenta de lo interesados que están todos ustedes en nosotros. Estoy seguro de que ustedes entenderán que estamos todos muy cansados luego de nuestra reciente experiencia, y comprenderán que nuestro principal deseo es volver a ver a nuestras familias y amigos lo más rápido posible. En este momento, me gustaría decir lo bien y amablemente que nos recibieron y trataron las autoridades chilenas y nos gustaría expresar nuestro agradecimiento públicamente. Hemos dado un relato completo a las autoridades chilenas. Entiendo que los detalles de nuestro vuelo ya han sido dados a la prensa y espero que por lo tanto, me perdonen si no repito todo esto de nuevo. Pero para beneficio de aquellos de ustedes que aún no hayan recibido los detalles, brevemente, la situación fue que, mientras patrullábamos el mar, experimentamos una falla en el motor. Debido a las condiciones climáticas adversas, no fue posible regresar a nuestra nave en esas condiciones. Por lo tanto, buscamos refugio en el país neutral más cercano. Me temo que no puedo agregar nada más. Sería varios días más adelante, luego de mi regreso al RU, que vería grabaciones de las noticias televisivas de la conferencia de prensa y los informes de Jon Snow y Brian Barron detallando los hechos en Chile durante los días siguientes al naufragio de la aeronave. Estaba sorprendido de oír que “Wiggy”, Pete y yo habíamos aparentemente hablado con un granjero local cerca de Punta Arenas y que también habíamos hecho señales a un helicóptero que pasaba, con consumada facilidad, dentro del cual los tres habíamos sido llevados “animadamente”.


Un vez que entregué mi declaración, los tres nos levantamos inmediatamente de nuestros asientos como nos habían instruido antes y nos dirigimos hacia el ascensor mientras el Jefe de de la Cancillería comenzaba a leer la traducción en español de mi declaración al amontonamiento de la prensa que lo había rodeado. Los miembros de la prensa estaban indecisos sobre qué hacer a continuación: quedarse y escuchar la traducción en español o tratar de seguirnos fuera de la habitación. Hubo un alborotado forcejeo cuando los miembros de la prensa que hablaban en español decidieron quedarse allí y los miembros que hablaban en inglés empujaban a los otros en un intento por descubrir a dónde íbamos. En sólo unos segundos, estábamos de regreso en el ascensor y en camino a la planta baja. En el instante en que las puertas del ascensor se abrieron, fuimos llevados fuera del edificio y a dos autos estacionados al costado de la Embajada. Sin demoras, los vehículos, completos con escoltas de la policía, arrancaron a alta velocidad, con miembros de la prensa forcejeando para subirse a sus vehículos y seguirnos en una persecución. Era una tarde soleada brillante mientras el pequeño convoy de vehículos aceleraba por las calles de Santiago hacia el aeropuerto en las afueras de la ciudad. Media hora después, el vehículo frenó fuera de un edificio cerca del aeropuerto. La estadía en la “casa segura” fue un breve hiato en el viaje mientras se hacían los arreglos para recoger nuestros boletos de avión, los pases de a bordo y para completar las formalidades de inmigración en ausencia. Cuando el vuelo de LanChile estuvo listo para abordar, fuimos conducidos directamente a la aeronave, embarcados, ocupamos nuestros asientos y nos acomodamos para nuestro largo viaje.


Mientras tanto, por la tarde, en mi hogar en Crewkerne, el interés de la prensa estaba mermando, o así pensaba Lorraine. Las llamadas telefónicas había cesado a media tarde y sólo un miembro de la prensa llegó a la casa. Era de un periódico local y estaba ansioso por obtener una noticia nacional sensacional. Ken lidió con él amablemente, pero firmemente, negando cualquier comentario. Con la normalidad aparente restablecida, Lorraine llevó a Ken de regreso a Portland esa noche. Como lo demostrarían los acontecimientos del día siguiente, su retorno a Portland fue prematuro....."


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Extractos traducidos del libro "Special Forces´s Pilot" del Cnl (R) Richard Hutchings​ Parte 10 (ultima parte)

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por el forista TORDO79 (Zona Militar)

"....El vuelo a Londres- ¿Cómo, no hay Interpol? 
Eran las 16.40 horas del 26 de mayo cuando el vuelo de LanChile dejó las fronteras de Santiago hacia Madrid, vía Río de Janeiro. El tiempo de vuelo a Río fue de menos de dos horas, así que planeé mantenerme despierto en esta etapa del viaje, y dormir durante la siguiente etapa mientras la aeronave cruzara el Atlántico durante la noche hacia España.

Estaba sentado junto a mi esposa honoraria, Gillian. “Wiggy” estaba en la fila inmediatamente detrás y Pete y su compañera estaban en la fila inmediatamente detrás de la de “Wiggy”. Los primeros pocos minutos del vuelo fueron irrelevantes, pero no pasó mucho hasta que nuestra paz fue groseramente interrumpida. España era la sede de la Copa Mundial de Fútbol de 1982, con la primera ronda programada para empezar en poco menos de tres semanas. Desafortunadamente, los miembros de los cuerpos de prensa chilenos que cubrirían la Copa Mundial eran pasajeros de aquel vuelo. 

Poco después de que la aeronave se niveló en su curso y el Capitán desactivó las señales de los cinturones de seguridad, algunos pasajeros comenzaron a moverse por el avión y no pasó mucho tiempo antes de que algunos periodistas nos reconocieran a “Wiggy”, a Pete y a mí, algunos de los cuales habían asistido a la conferencia de prensa. Algunos de ellos nos pidieron entrevistas y nos querían tomar fotografías. Yo me negué amablemente a darles permiso y le pregunté a una de las azafatas si podía hablar con el Capitán por un asunto urgente.

Su respuesta fue preguntarme, “¿son ustedes los tres pilotos británicos?” A lo cual respondimos al unísono, “No, señorita, somos turistas”. Sin embargo fue otro momento de “Hola, Hola”. Mi petición fue concedida y los tres fuimos invitados a la cabina para conocer al Capitán. Cuando le expliqué a él nuestra situación y nuestra renuencia a ser expuestos a la prensa, fue muy comprensivo y nos invitó a los tres a quedarnos en la cabina de vuelo por el resto del viaje a Río.


Luego de casi dos horas, la tripulación comenzó a maniobrar la aeronave para su acercamiento previo al aterrizaje. Desde nuestra posición privilegiada en la cabina pudimos apreciar por completo el magnífico escenario alrededor de Río. La aeronave estaba volando en un patrón de acercamiento circular descendente alrededor de la ciudad revelándonos toda el área de construcción anidada a los costados de muchas colinas y los alrededores inmediatos mientras la aeronave acortaba la distancia al aeropuerto. A pesar de la oscuridad, la vista era impactante. Con montañas costeras y bosques de fondo y con el Atlántico al frente, Río disfruta de una maravillosa ubicación escénica. Fue una experiencia inolvidable volar bajo los brazos iluminados y extendidos del Cristo Redentor que nos daba la bienvenida, mientras la aeronave hacía su acercamiento final al aeropuerto, inmediatamente adyacente al mar. 


Seguros en tierra, la aeronave carreteó hasta detenerse. Todos los pasajeros desembarcaron; mientras la aeronave se preparaba para el vuelo nocturno a Madrid, nosotros tres nos quedamos en la cabina durante ese período. Una hora más tarde, los otros pasajeros volvieron a unirse al vuelo, nosotros tres regresamos a nuestros asientos en la cabina, el Capitán encendió los motores y la aeronave carreteó lista para partir. Cinco minutos después estábamos volando una vez más y disfrutando la última mirada a las luces de Río, mientras la aeronave volaba con dirección noreste hacia Madrid. Dos horas después, nos sirvieron una excelente comida, luego de la cual no hubo nada más que hacer que relajarse y dormir la mayor parte de lo que quedaba del vuelo. Mientras contemplaba la noche llena de estrellas, sin luna, mi mente, de tanto en tanto, viajaba a la Guerra de Malvinas. Mis pensamientos eran una mezcla de frustración por no tener noticias del progreso de la guerra y sentimientos de incomodidad por haber dejado a mis camaradas en la Fuerza de Tareas y estar en camino a casa.

A la mañana siguiente, el jueves 27 de mayo, mientras volábamos a una altitud por encima de los 30.000 pies, el amanecer sobre el Atlántico fue un evento colorido y espectacular, no arruinado por ninguna nube. Una hora después de terminar el desayuno, la aeronave inició su largo y bajo descenso sobre el aeropuerto Barajas de Madrid. Era una mañana brillante, soleada en Madrid mientras la aeronave tocaba tierra y carreteaba hacia su puerta. Al aviso del Capitán, nosotros tres nos quedamos en la cabina, mientras los otros pasajeros desembarcaban. Luego de unos cinco minutos o más, la cabina estaba libre de pasajeros. Le agradecimos al Capitán y a la tripulación de la aeronave por su atención, su entendimiento y su hospitalidad antes de dejar la aeronave y seguimos la larga fila de pasajeros que se dirigían hacia inmigración.


Una vez que las formalidades del control de inmigración fueron completadas con nervios, los cinco nos dirigimos hacia las ventanillas de check-in. Antes de dejar la Embajada en Santiago, nos había comentado el Agregado de Aviación que teníamos reservaciones en el vuelo de British Airways a Heathrow en Londres, partiendo de Madrid a las 12.30 horas. Mientras hacíamos tiempo en el área de check- in, Gillian nos dijo que le habían dicho que recogiera los boletos de la ventanilla de British Airways al llegar a Madrid en representación de los cinco y que por lo tanto desaparecería durante algunos minutos.


Mientras tanto, al ver a un miembro femenino de los cuerpos de prensa chilenos haciendo una llamada telefónica desde una cabina telefónica pública, me acerqué para poder escuchar su conversación. Estaba hablando con un agente de Reuters, informándoles que los tres pilotos británicos de Chile estaban en Madrid y que presumiblemente habían reservado en el vuelo BA 455 a Londres, noticias que yo no quería escuchar. El hecho de tener que escapar de un acoso de la prensa en Heathrow, no estaba en mis planes para ese día. Pero luego razoné que si nuestra llegada a Heathrow era esperada por el MoD, entonces los planes para nuestra recepción estarían hechos bien lejos de los ojos curiosos del público y la prensa británicos. Luego de unos treinta minutos, Gillian regresó con noticias de que el vuelo a Heathrow en Londres de BA había sido sobrevendido, así que no había asientos para nosotros. Le conté acerca de la conversación telefónica que había escuchado furtivamente y nos informó que en cambio, había reservado asientos en un vuelo posterior BA 2456, a Gatwick, que saldría de Madrid a las 13.10 horas. Estaba bien hasta ahora.

Mientras tanto, en mi hogar en Crewkerne, Lorraine escuchó un informe al instante de las noticias, en la Radio BBC Bristol, temprano en la tarde, anunciando que “Wiggy”, Pete y yo habíamos reservado un vuelo de BA a Heathrow y que estaríamos llegando a Inglaterra más tarde esa misma tarde. Las emociones de Lorraine al escuchar la noticia estaban mezcladas: por un lado estaba muy alegre de saber que estaba a salvo y en camino a casa; por otro lado, enojada de tener que haberse enterado de mi repatriación por un informe de noticias de la radio. Quizá por la eficiencia de la máquina PR del MoD, o eso creía ella en aquel momento. Pero como lo demostraron los hechos posteriores, las fallas en las comunicaciones no podían ser achacadas a la organización PR del MoD.


De regreso en Madrid, con el proceso de check- in completo, los cinco nos dirigimos a la sala de partidas para esperar nuestro vuelo a Gatwick. Sentados en la sala junto a la puerta de partida, eché un vistazo a los compañeros de vuelo, pero no había ni un indicio de que alguno de ellos supiera quiénes éramos. Eso fue un alivio. Con los cuerpos de prensa chilena que habían dejado el aeropuerto, podíamos al fin relajarnos por un rato. A mediodía anunciaron nuestro vuelo, abordamos la aeronave y tomamos nuestros asientos. Mientras miraba al área de clase ejecutiva, pude ver un ejemplar de un diario inglés. Los artículos de la primera plana eran sobre el hundimiento del HMS Antelope y dos notas sobre nuestra operación en Argentina. Una estaba titulada “Helicóptero choca en misión de combate del SAS”, y el otro “Tripulación de una misión misteriosa, de regreso”, completado con una fotografía de los tres tomada durante la conferencia de prensa la tarde anterior. Fue triste enterarse de la tragedia del Antelope y frustrante leer la especulación alrededor de nuestra operación. Luego de varios minutos de leer, se me ocurrió que muchos de los pasajeros estarían mirando el mismo diario y por lo tanto la misma fotografía. Me hundí visiblemente en mi asiento por miedo a ser reconocido. A las 13.10 horas, la aeronave despegó para el vuelo de dos horas treinta minutos a Gatwick....."


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El Regimiento de Infanteria 5 “ General Felix de Olazabal” en la Guerra de Malvinas

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por el Grl Br (R) VGM Juan Ramón Mabragaña*

El Regimiento de Infantería 5 (RI 5), uno de los Regimientos históricos del Ejército creado el 29 de mayo de 1810, tenía su asiento de paz en la ciudad de Paso de los Libres (Corrientes), integrando los efectivos de la IIIra Brigada de Infantería (Br I III), cuyo Comando guarnecía en Curuzú Cuatiá (Corrientes). Durante 1981 había incorporado sus soldados provenientes de las provincias de Chaco, Corrientes, Formosa, Misiones y de la ciudad de Rosario (Santa Fe).


Al momento de producirse los hechos del 2 de Abril, bajo un sistema de incorporación trimestral, disponía de  ¾ de la clase l962 y ¼ de la 63 incorporados. Los primeros instruidos con el periodo de Unidad completo (incluso Ejercicios Finales) y los segundos terminando el Periodo Individual. El primer cuarto de la clase 62, que había sido dado de baja a fines de l981, fue convocado, así el Regimiento pudo marchar a Malvinas  con soldados totalmente instruidos, quedando los de la clase 63 para custodia del cuartel. En cuanto a los oficiales y suboficiales, estos fueron completados con integrantes de otras unidades mas  subtenientes y cabos del último curso de los institutos de reclutamiento.

Producidas la recuperación de los territorios isleños, se recibe  el 3 de abril, la orden de constituir la Fuerza de Tareas “Litoral” , organizada sobre la base a una subunidad de los Regimientos de Infantería 4, 5 y 12 a órdenes del 2do Jefe del  RI 5. El 5 de abril queda  sin efecto la anterior  y se ordena  alistar toda la Unidad para desplazarse hacia jurisdicción del Vto Cuerpo de Ejército, es decir a la Patagonia. Entre esta fecha y hasta el 12 de abril se ejecuta el completamiento del personal y los aprestos logísticas, partiendo entre el l3 y el l8 de abril hacia el sur en tres escalones: dos aéreos hasta Comodoro Rivadavia con la totalidad del personal con equipo y armamento individual,  y el tercero por ferrocarril hasta San Antonio Oeste (Río Negro), y posteriormente motorizado  hasta la ciudad ya  mencionada, integrado por el personal y los medios logísticos incluyendo armas pesadas, munición y víveres para 5 días de combate
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El 18 de abril, reunida la Unidad en Comodoro Rivadavia, recibe la orden de establecer la seguridad en las zonas vitales del litoral marítimo (Pozos petroleros, destilerías, puerto, etc) desde Caleta Córdoba (al N) hasta Rada Tilly (al S), en una extensión aproximada de 20 Km, Al dìa siguiente se recibe la orden de relevar al RI 12  prolongando el sector en 30 Km más, desde Rada Tilly hasta Caleta Olivia, dependiendo para el cumplimiento de esta misión del Comando de la IXna Brigada de Infantería Mecanizada (Cdo Br I Mec IX), con asiento en Comodoro Rivadavia .

El 22 de abril  es relevado  en el cumplimiento de lo anterior por el Liceo Militar General Roca, retornado  a su dependencia orgánica, es decir al Cdo Br I III, debiendo planificar  un movimiento aéreo y marítimo hacia las Islas Malvinas. El Regimiento se reúne en los cuarteles del Regimiento de Infantería 8 en Comodoro Rivadavia, donde se organiza el traslado de la siguiente forma: por modo aéreo se trasladaría el personal con su equipo individual, sus armas livianas y dotación de munición y víveres para 10 días. Por modo marítimo lo harían las armas pesadas ( Mor 120 y Cñ l05 s/r), las cocinas de campaña, la munición y los efectos Cl II y IV de repuesto, también se trasladarían unos pocos vehículos para el remolque de las armas pesadas, la munición y los efectos Cl I, II y IV de Int.; éstos debían desplazarse por propios medios hasta Puerto Deseado; lugar donde embarcarían en el buque transporte mercante Córdoba, a órdenes del Oficial Logístico.

El movimiento marítimo no se pudo realizar, debido a las amenazas navales enemigas, por lo que la Unidad se vio privada por varios días de los elementos que debían transportarse.  Una redistribución efectuada en las Islas entre los elementos  que ya habían arribado, permitió contar con una cocina de campaña de las cinco que le correspondían;  tres Morteros Pesados de los cuatro que debieron cruzar; cuatro cañones sin retroceso de los nueve que correspondían por dotación y ningún vehículo  de los necesarios para el remolque de las armas pesadas,  transporte de la munición y de otros efectos.

 Con las primeras luces del 23 de abril, se inicia el movimiento aéreo. De aquella circunstancia han  quedado algunas anécdotas como los sapucays que emitían los soldados litoraleños cada vez que el avión caía en un pozo de aire; es de destacar que  los aviones de Aerolíneas habían sido configurados sin asientos para aumentar su capacidad de transporte y los soldados se encontraban sentados en el suelo y tomados de los brazos a falta del cinturón de seguridad. El decolaje y el aterrizaje desplazaban a los soldados hacia atrás y hacia adelante, con la consiguiente algarabía que el forzado  movimiento involuntario provocaba.

El 25 de abril y luego de acampar durante dos  días en Pto Argentino, el Comandante de la Agrupación Ejército Litoral (Cte Br I III) imparte la orden de ocupación y defensa de Puerto Howard, en la Isla Gran Malvina, como consecuencia parten en helicóptero el jefe de regimiento, el oficial de operaciones y el de inteligencia para efectuar los reconocimientos de rutina, los que no se pueden concretar por las malas condiciones meteorológicas imperantes al llegar a Pradera del Ganso.

A día siguiente se inicia el movimiento helitransportado y marítimo hacia la isla Gran Malvina. Por modo aéreo se moviliza la Plana Mayor (Pl My) ; las Compañías de Infantería  A y C y la Compañía Comando; por  vía marítima se desplaza la Compañía de Infantería  B y los efectos Clase I (víveres) y V (munición). Es de destacar la penosa travesía de  la Ca I B en el buque Monsunen (pequeño navío de transporte de ganado interisleño), que intentó el movimiento por el N, pero que ante la presencia de submarinos británicos regresó a Pto Argentino y se desplazo por el S de las islas, movimiento que le llevó mas de dos días de navegación con la tropa en la bodega, sentada sobre los cajones de munición y sin salir a cubierta dadas las malas condiciones meteorológicas que imperaron.

El 29 de abril se completó el traslado y se impartió la orden de operaciones para la ocupación y defensa de la posición en Pto Howard, quedando establecida una defensa de zona sobre la base de tres puntos de apoyo (uno por subunidad de infantería) en los 360 grados y una zona central donde se ubicó el Puesto Comando (Pto Cdo), la reserva y la zona de posiciones de las armas pesadas del regimiento.

El 1 de mayo se recibe la alarma de Alerta Roja (ataque aéreo), ante el bombardeo de que es objeto Pto Argentino y que marcó el inicio de las hostilidades. Entre el 2 y l3 de mayo el enemigo llevó a cabo las siguientes operaciones sobre Puerto Yapeyú (denominación que se propuso para Pto Howard, aprobada por el Gobernador Militar de las Islas Malvinas):
-         Sobrevuelo de la posición de la Fuerza de Tarea  (FT) Yapeyú (RI 5 + dos secciones / Ca Ing 3 y
Ca San 3) por aviones enemigos en misiones de reconocimiento.
-      El 9 de mayo un helicóptero enemigo sobrevuela de noche la posición, lanzando bengalas que iluminan la bahía, especialmente el muelle, tratando posiblemente de localizar naves propias que efectuaban el abastecimiento. También esa noche y la siguiente el Radar Rassit  (radar terrestre de corto alcance), detecta movimientos de personal y de helicópteros al N de la posición.

Para mediados de mayo ya es limitado el nivel de abastecimiento de efectos clase I (víveres), faltando en forma total el pan (consumido al 3er dia de estar en la posición) ; la leche en polvo el azúcar y las verduras. Solamente se disponía de cantidades limitadas de porotos, arroz y zanahorias, los que eran estrictamente administrados; P Ej: si quedaba raciones para 5 días, se fraccionaban para que durasen  l2 días, reducidas en volumen y calorías. La carne de oveja, que era muy magra y almacenaba cocida, era lo único disponible sin restricciones; con ella se podía confeccionar una comida diaria. Es de destacar que la FT Yapeyú (con cerca de 1000 hombres) disponía de una sola cocina de campaña (apta para cocinar  250 raciones), ante ello se habían conseguido tambores de 200 lts  de combustible los que, convenientemente “higienizados” suplían a las cocinas, a razón de uno por subunidad.

La cocción duraba entre 4 a 5 horas dadas las características del combustible (turba malvinense) de bajo rendimiento calórico; la adversidad del clima y el escaso periodo de luz, imponían  encender los fuegos después de las 0900 horas y apagarlos antes de las l700 horas, para evitar constituir blancos rentables a los aviones o naves enemigas. Esta situación se vio agravada con el tiempo y produjo un deterioro físico muy importante en el personal que perdió entre el l0 y el 20 por ciento de su peso, provocando graves casos de inanición. Este critico estado de desnutrición nunca pudo ser revertido por cuanto el bloqueo marítimo impidió en forma total cualquier tipo de reabastecimiento. Posiblemente esta adversidad fue uno de los mayores padecimientos, junto al frío, la lluvia y la falta de sol que nos mantenía permanentemente humedecidos.
                                                                  
Para esa fecha se produce el hundimiento del buque Islas de los Estados, en el estrecho San Carlos, frente a nuestra posición; este hecho produjo momentos de gran incertidumbre dado que en el pequeño barco de transporte Forrest, anclado en Puerto Yapeyú, se recibían las noticias por radio que decían textualmente: “Nos dirigimos Hacia Ese...... Nos tiran..Nos tiran  y a continuación una explosión ilumina el lugar del ataque al buque en medio del estrecho San Carlos. De inmediato se trata de restablecer la comunicación radial resultando  imposible, por lo que se trasmite la novedad de lo ocurrido a  Pto Argentino.

En esa época también comienzan a incursionar patrullas terrestres enemigas, que presumiblemente buscaban información y además podrían dirigir el fuego naval con mayor precisión. Se decide buscar información sobre las mismas para lo que se destaca una patrulla a órdenes del Oficial de Inteligencia Capitán Terán compuesta por 2 oficiales, 5 suboficiales y 1 soldado operador de radio, la que debía explorar sobre las alturas de Blof Cove que daban sobre el estrecho, a la vez que observar  tratando de localizar restos del Isla de los Estados. Una fuerte tormenta dificulta la recuperación la que no obstante a  las últimas horas de ese dìa se pudo concretar, disponiéndose el l6 de mayo que el Forrest incursionara en el estrecho San Carlos, en búsqueda de información sobre el buque propio atacado. Solo se encontraron restos de material flotando cerca de la costa de la isla Soledad y se logró rescatar el cadáver de un tripulante del buque hundido, identificado como Sandoval, reconocido mas tarde como integrante de la tripulación del Isla de los Estados. Sus restos fueron trasladados a Puerto Yapeyú, donde es enterrado con los honores correspondientes en el cementerio preparado en cercanías de la localidad.

Se recibe en esa oportunidad también la orden de destacar patrullas terrestres de observación al Monte Rosalía, ubicado unos l5 Km al N de la posición y frente a San Carlos (Isla Soledad). Esta misión se cumple trabajosamente, pues el recorrido debe realizarse a pie, sobre un terreno abrupto, surcado por ríos de piedra, por lo que el desplazamiento insume un dìa de ida y uno de regreso, bajo fuertes vientos y lluvias; a su término el personal destacado  informa la existencia de movimientos enemigos sobre la boca N del estrecho y la isla Soledad.

El 21 de mayo se produce el desembarco enemigo en San Carlos. La noche anterior la posición sufre un intenso bombardeo naval a cargo de dos fragatas británicas que, estacionadas sobre el estrecho y a más de 15 Km al E de la posición, mantuvieron a la FT Yapeyú “aplastada” en los pozos de zorro desde las 2330 horas del 20 mayo hasta aproximadamente las 0600 horas del dìa siguiente sin interrupción, poniendo a prueba el temple del personal y la eficacia de las fortificaciones de la defensa. Afortunadamente solo produjeron 6 heridos, un oficial y cinco soldados. Lamentablemente la propia  respuesta resultó ineficaz, dado que tanto los Morteros  Pesados 120 mm, cuanto los Cañones 105 s/r no tenìa alcance suficiente para dar en el blanco enemigo.

El 23 de mayo cuatro  helicópteros propios cruzan el estrecho desde la Isla Soledad, transportando un Mortero Pesado 120mm, la munición y otros pertrechos. Estando ya casi sobre nuestra isla son atacados por dos aviones Sea Harrier; no obstante los tres Pumas y el Augusta consiguen eludir y tocar suelo entre los cañadones y sus tripulantes ponerse a salvo; en un segundo ataque y ya sobre tierra son destruidas tres aeronaves, salvándose un Puma y el mortero 120mm que transportaba, el que fue recuperado junto al personal por efectivos de la Unidad.

A todo esto y ante la información proporcionada al Cte Agr Ej Litoral sobre incursiones enemigas en cercanías de la posición, es destacada  la Ca Cdo(s) 601 a órdenes del My  Mario Castagneto, la que por unos días opera en misiones de exploración en búsqueda de contacto con el enemigo. Luego es retirada la masa de la subunidad quedando 1 sección a órdenes del Tte 1ro Sergio Fernández, el que continuó con los patrullajes de exploración. Una de esas patrullas a cargo del Tte Jose Duarte, observó un desplazamiento nocturno de una patrulla y le tendió una emboscada. La acción terminó en un enfrentamiento en el que  murió el jefe de la fracción británica  Capitán John Hamilton y fue capturado un suboficial, los que fueron llevados a la posición de la FT Yapeyú. El oficial inglés fue enterrado con los honores que teníamos previstos para los nuestros en el cementerio donde descansaban los soldados argentinos caídos en combate. El suboficial permaneció como prisionero de guerra hasta la finalización del conflicto, en Puerto Yapeyú.              
  
A partir del  primer bombardeo naval del 20/21 de mayo, se produjeron sucesivos ataques desde las fragatas a nuestra posición defensiva, los que nos obligaron a mantenernos  a cubierto, pero vigilantes ante cualquier intento de desembarque y con fuegos de cerrojo preparados con loas armas pesadas de la FT sobre los posibles lugares de acción enemiga, ejecutados en forma selectiva cuando el enemigo bombardeaban desde las fragatas. Estos bombardeos navales que se sucedían cada dos ò tres noches y duraban entre cinco  y seis horas, no produjeron, ningún muerto, aunque si heridos graves  como el subteniente Jose Alberto Miñones, el que no pudo ser evacuado hasta el 4 de junio, en oportunidad del arribo del buque hospital Bahía Paraíso. En cuanto a los ataques aéreos, la unidad sufrió dos. El primero se produjo el 26 de mayo, oportunidad en la que dos aviones Harrier aparecieron sorpresivamente en el momento en que salía el sol, desde esa dirección (E) y a baja altura sorprendieron a los observadores aéreos que solo disponían de prismáticos. Destaco que la FT no contaba con artillería de defensa aérea, razón por la cual había sido instruida para la reacción en conjunto con el arma individual, haciendo fuego a granel hacia arriba, de forma tal que llegara al blanco una masa de proyectiles desde toda la superficie de la posición. Esta acción posibilitaba que algún proyectil impactara en alguna parte vital del avión o en su piloto logrando derribarlo. En la primera pasada, tan sorpresiva e inesperada, no hubo tiempo de reacción y los aviones descargaron sus bombas Belluga sobre la posición de la Ca I C(punto de apoyo S de la defensa) produciendo la muerte de los soldados Caballero Ramón, Sánchez Mario, Maciel Jerónimo; Aguirre  Marcelino, Alegre Raúl y una decena de heridos entre oficiales, suboficiales y soldados. En la segunda pasada, ya bajo nuestra observación y efectuado de S a N y siempre a muy baja altura, la posición reaccionó y el fuego de la armas, entre las que se contaba con un Blow Pipe accionado por personal de la Ca Cdos(s) 601, derribó uno de los aviones, cuyo piloto se eyectó en paracaídas.  Un estruendoso sapucayatronó como grito de guerra ante el Harrier abatido, mientras el otro avión se alejaba y según algunos observadores caía en aguas del estrecho. Inmediatamente de caer el piloto en aguas de la bahía, se abrió un bote de goma salvavidas y un grupo de comandos lo rescató con un precario bote de madera. Llevado al puesto de socorro fue identificado como el 1er teniente de la RAF Jeff Glover, quien había sufrido, además del shock nervioso, una fractura de clavícula y magullones en el rostro, por lo que se prestó la asistencia médica del caso; al dìa siguiente fue trasladado a Puerto Argentino por un helicóptero enviado en su búsqueda.

Así se llega al 4 de junio, periodo durante el cual el personal siguió sufriendo los rigores del clima con fuertes lluvias, vientos y bajas temperaturas, lo que produjo decenas de casos de pie de trinchera y graves estados de desnutrición, dado las escasas calorías que aportaban los víveres disponibles (ya solamente se  comía cordero hervido, una vez por dìa), Según los médicos, una dieta mínima para enfrentar los rigores del clima, el stress de combate, la falta de descanso nocturno (oportunidad en la que se producían los bombardeos navales) exigía  proporcionar entre 4500 y 5000 calorías diarias, mientras que con los víveres disponibles solo se proporcionaba entre l000 y l500. Es de destacar que el último desayuno consistente en un jarro de mate cocido, se tomó el 25 de mayo para festejar el dìa patrio, oportunidad en la que ese mediodía se cantó el Himno Nacional de pie en cada uno de los pozos de zorro  o posición de arma pesada o puesto de comando. En la fecha antes mencionada llegó el buque hospital ARA Bahía Paraíso, el que evacuó personal herido y desnutrido.

Los días posteriores continuaron bajo el cerco marítimo y aéreo de la posición y los bombardeos navales que casi todas las noches asediaban la posición.. Así se llega al 11 de junio, oportunidad en la que se recibe la orden de operaciones 1001 del Cdo Agr Ej Litoral. Esta orden, que llegó cifrada, nos sorprendió, pero también nos esperanzó por su contenido. En síntesis disponía el alistamiento para que, con parte de los efectivos , constituyéramos una FT reducida pero con el mayor poder de fuego disponible, para estar en condiciones de operar en la retaguardia enemiga en la isla Soledad. Expresaba que luego de una selección de personal en aptitud física, se solicitaran necesidades de material, munición y equipo para ser transportado por modo aéreo o naval a una zona al O de la isla Soledad, para que desde allì y bajo la autoridad de un comando a designar y con otras tropas se reconquistara Darwin y se ejecutara un ataque sobre la retaguardia de las fuerzas británicas, las que ya se aprestaba para iniciar el ataque final a la posición defensiva de Pto Argentino. Lamentablemente esta operación nunca se concretó, pese a que la unidad efectuó los requerimientos y realizo la planificación inicial de la misma.



El l4 de junio a las 1600 horas aproximadamente, se recibe una comunicación en claro del comando superior, donde se ordenaba estar en escucha permanente, dado que el comandante iba a mantener una conversación directa con el jefe de la FT Yapeyú. Esta conversación nunca se produjo. A las  dos horas se recibe otro mensaje en claro del Cte Br I III (Agr Ej LITORAL), que en resumen expresaba lo siguiente: El Cte Mil Conj  Malvinas  ha ordenado el “cese del fuego” en todo el ámbito del TO Malvinas, debiendo en consecuencia tomar una serie de medidas para el traslado al continente, a orden, de sus efectivos , sea en buques propios o británicos; deberá replegar los elementos de seguridad avanzados de la posición; dispondrá la prohibición de abrir fuego, salvo ante agresión directa del oponente; la entrega de los bienes en las mismas condiciones con que se recibieron; el dìa 15 de Junio, personal jerárquico de las fuerzas británicas, previo contacto telefónico, se hará presente por modo aéreo en el sector bajo su responsabilidad  a efectos de la entrega del mismo; no se efectuará ceremonia alguna, ni se firmará ningún documento; las banderas de guerra se mantendrán enfundadas en poder de la jefatura de unidad; se observará una conducta digna de las mas caras tradiciones del Ejército.

Recibido y analizado a las luz del Código de Justicia Militar, se decidió que la orden taxativa de “cese del fuego” equivalente a “tregua” o “cese de hostilidades”, debía ser acatada, para no transgredir lo prescripto en el  artículo 741 del mencionado Código. Muy distinto hubiera sido si se hubiera recibido la orden de “rendición”, la que de acuerdo al artículo 750 del mencionado Código, hubiera dejado al jefe de unidad en libertad de acatarla o no de acuerdo a varios factores a evaluar: situación de personal, nivel de munición y armamento y/o de víveres , etc que permitieran o no seguir la lucha. Esta orden de rendición, que posteriormente se impartió a las tropas en Pto Argentino, no llegó nunca a la FT Yapeyú ni a los efectivos que estaban en la isla Gran Malvina, cuyas jefaturas, sin ninguna otra comunicación con sus comandos superiores directos, tanto en las islas Malvinas, cuanto en el TOAS, se rigieron por la única orden recibida de “cese del fuego”. Tal cual se había establecido en esta orden, al dìa siguiente se hizo presente un coronel de infantería de marina británico para recibir el sector y coordinar la evacuación de las tropas argentinas. Luego de los correctos saludos protocolares, nos reunimos para acordar actividades y allí me enteré por boca del oficial inglés de la rendición final acordada el dìa anterior, la que cambiaba algunos aspectos de la orden de cese del fuego recibida; ahora debía embarcar las tropas sin armamento, el que quedaría en poder de los británicos. El coronel ingles me indicó que tanto yo, cuanto los oficiales argentinos íbamos a conducir el repliegue y embarque en naves británicas, para lo cual podíamos permanecer armados hasta finalizada la operación. Luego de impartir las órdenes correspondientes, se efectuó el repliegue, dejándose el armamento en una cancha de fútbol (previa destrucción de alzas, aparatos de puntería, percutores, etc, aspecto ordenado consuma cautela). Luego llamé a mi Ayudante el Tte Jorge Santiago para que junto con el Tte Bernabitti, tomaran la Bandera de Guerra de mi Puesto Comando, le sacaran la funda y la cuja, destruyeran ambas, envolvieran el paño y la corbata en una toalla y la ocultaran en mi bolsón  portaequipo. Así se salvó de caer en manos de los británicos ya que no me revisaron ni aquí, ni en otros lugares por donde pase hasta que, cuando nos trasladaron desde el lugar de detención en el frigorífico de San Carlos  al buque ingles Saint Edmund, un soldado que me hizo vaciar el bolsón, la descubrió y la retiró, siendo devuelta luego por el mayor ingles a cargo de los prisioneros ante mi pedido; hoy esa Bandera de Guerra luce en el Museo Histórico del RI Mec 5 “Grl Félix de Olazábal”.

Volviendo al acto anterior, es decir a la operación de evacuación y embarque de los efectivos de la FT Yapeyú acordada con el Oficial Superior inglés, esta se cumplió en un par de horas y a su finalización presenté a los oficiales a la mencionada autoridad y respondiendo a su actitud de caballero, hicimos entrega de nuestras pistolas y el suscripto no fue revisado. En esa oportunidad el coronel me indicó que tanto yo, como el 2do Jefe, el oficial de inteligencia, el oficial de ingenieros y un oficial por subunidad permaneceríamos en tierra a fin de proceder a la localización de los campos minados, aspecto que se cumplió con el registro correspondiente.
                   
Habían finalizado las operaciones militares y me embargaba una mezcla de sentimientos: tristeza por el desenlace no deseado; satisfacción por estar convencido que se había cumplido hasta el máximo de nuestras posibilidades y agradecimiento a Dios por haberme permitido conducir una unidad en situaciones límites, las que pusieron a prueba el temple del soldado argentino.

Luego vino el embarque, al dìa siguiente, en  helicópteros hacia el Puerto San Carlos, donde permanecimos como prisioneros de guerra en el frigorífico local durante l5 días y otros l5 embarcados en el buque inglés Saint Edmund, el que nos desembarcó, el 15 de julio en Puerto Madryn. Fueron, estos treinta días de prisioneros de guerra, vividos muy intensamente; allí se cruzaron sentimientos de nostalgia, tristeza e incertidumbre sobre nuestro futuro; pero donde no faltaron fuertes lazos de camaradería y solidaridad hacia quienes se sentían espiritualmente caídos o tenían menos elementos para la dura vida en cautiverio. Donde tampoco faltaron anécdotas inolvidables; fortaleza espiritual y muestras de profundo patriotismo, como la celebración del 9 de julio, oportunidad en la que con todo fervor cantamos el Himno Nacional Argentino, respetuosa y silenciosamente escuchado por nuestros ocasionales guardianes británicos.

Han pasado 22 años; los sueños de recuperación de la soberana sobre nuestras queridas Islas Malvinas no decaen; el mundo fue testigo que dimos todo por ellas. Hasta 1981 existía, anualmente, una simple y formal presentación ante las UN, jamás tenida seriamente en cuenta. A partir del 2 de abril de l982 no solamente el mundo tomó conocimiento de que nuestros reclamos eran serios, sino que además el Comité de Descolonización de la UN aceptaría la discusión de la soberanía sobre las ellas y los archipiélagos del Atlántico Sur. Es decir que se reconocía que el reclamo de soberanía sobre estas tierras era válido, cosa que antes ni se mencionaba. Como consecuencia, se instò a los gobiernos de la Republica Argentina y del Reino Unido a entablar conversaciones sobre este asunto.

Creo, sin temor a equivocarme, que la Gesta de Malvinas no fue un esfuerzo en vano para gloria de los héroes que descansan el sueño eterno en sus tierras y sus mares adyacentes.
  
*El autor con el grado de Coronel se desempeñó como jefe del Regimiento de Infantería 5 (FT Yapeyú) durante la guerra de Malvinas. En la actualidad es Jefe Honorario de dicha Unidad y socio activo de nuestra entidad.

Bélgica en la Guerra de las Malvinas

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Interesante aporte de la página de Facebook "Malvinas: Tras los submarinos ingleses" sobre un actor inesperado que se dió a conocer hace poco tiempo, una prueba más de la cantidad de información que todavía permanece oculta a nuestros ojos 

Por Christian A. Widmann

Dos días antes de que se concretara con éxito la Operación Rosario, las autoridades políticas británicas dieron via libre a sus comandantes militares para que se pusiera en marcha una la maquinaria bélica de la corona. Bajo el nombre de “Corporate”, una operación militar de envergadura inusitada para los ingleses desde la II Guerra Mundial, se comenzó a desarrollar. A fines de Marzo, se había ya decidido y ordenado el despliegue de submarinos nucleares de la Royal Navy al Atlántico Sur, aunque tal eventualidad llevaría algunos días mas (.Existe un excelente artículo en el que se analiza como los medios de comunicación jugaron “a favor” de los mandos navales británicos en esos días finales de Marzo, al informar sobre la sucesiva partida de no uno, sino al menos dos submarinos nucleares hacia el Sur. De esas “informaciones neutrales”, se habrían servido las autoridades militares argentinas para ordenar la partida urgente de la FT 79 el 28 de Marzo, que ejecutaría con celeridad la Operación Rosario cuatro días después. Ver: Amendolara, Alejandro. “El Submarino Fantasma” en ElSnorkel) En el proceso, la RAF sería informada de la necesidad de adelantar efectivos a Isla Ascensión, a mitad de camino entre Gran Bretaña y el esperado teatro de guerra; en una demostración de eficiencia, los primeros efectivos de esa fuerza llegarían a la isla atlántica algunas horas después de que los efectivos argentinos hubieran recibido la rendición del Gobernador británico Rex Hunt.

Durante los días que siguieron al 2 de Abril, todas las fuerzas militares británicas se abocaron con especial énfasis a obtener información e inteligencia militar sobre las fuerzas argentinas. En este rubro, el conocimiento enciclopédico de los servicios británicos, se vio prontamente aumentado por la llegada de informes en detalle de al menos dos fuentes: la CIA norteamericana y los Servicios de Inteligencia de Chile, especialmente los de la Fuerza Aérea y la Armada del país sudamericano. El rápido y fluido contacto con las naciones europeas occidentales, con las que conformaba tanto la OTAN como la por entonces Comunidad Económica Europea, permitió a los servicios de información británicos hacerse una rápida y muy certera idea sobre los medios de que, tanto la Armada como la Fuerza Aérea Argentina, pudieran disponer. En este sentido, además de los obvios contactos con fabricantes británicos, el acceso directo a las máximas autoridades políticas de Francia y Alemania sería determinantes.

Sin embargo, como suele ocurrir en estas eventualidades, los imprevistos tienden a superar todas las planificaciones y previsiones. El acceso a información de inteligencia desconocida previamente, pronto expuso nuevos problemas. Conocer los órdenes de batalla, las tácticas y formaciones usadas, las frecuencias de radio y Bases de Operación de los enemigos con detalle, no obviaba el hecho de que se desconocía práctica y fácticamente como operar contra un enemigo dotado de los medios de que disponían los argentinos.

Asi las cosas, prontamente se vieron las distintas fuerzas británicas en la obligación de buscar por si mismas las posibilidades de acceder a –cuanto menos- “inteligencia técnica” sobre los medios a enfrentar. Actualmente, se acuerda en lo determinante que para los británicos resultaron los aportes francés y norteamericano en torno a esta cuestión, pero suele pensarse que, mas o menos, en torno a esos dos países termina el tema. Un documento liberado al público por los británicos a fines de 2012, aporta información sobre el involucramiento de un país inesperado: Bélgica.

Ejercicio STINGER
Para la segunda semana de Mayo de 1982, los británicos ya habían logrado desplegar su Flota en torno a Malvinas, habían producido la recuperación de las Islas Georgias, habían comenzado tareas de recolección de “inteligencia táctica” en el terreno de las Islas y se preparaban para definir hora y lugar de la que sería la Operación SUTTON. El espacio aéreo sobre las islas parecía no tener dueño: ni la FAA ni los Sea Harrier de la RN habían demostrado interés por ejecutar operaciones que les permitieran garantizar la superioridad aérea en forma continuada. Lo que se observaba de parte de los argentinos, eran veloces y furtivas infiltraciones de aviones con intenciones de interdicción aero-naval, numerosas maniobras de distracción a alturas medias y altas y –en contadas ocasiones- algunas misiones de intercepción aire-aire que casi nunca lograron atraer a sus rivales al combate. La contraparte británica, apenas se esforzaba por ir algo mas allá de la protección de los buques capitales de la flota, aunque volaba sobre las islas mas seguido que los argentinos, montaba misiones de ataque a tierra y de reconocimiento, asi como intentos de intercepción de los incursores argentinos, con una frecuencia cada vez mayor, especialmente después del ataque al HMS Sheffield, el 4 de Mayo.

En este contexto, los encuentros esporádicos que se habían dado desde el 1° de Mayo entre aviones de ambos bandos, especialmente entre cazas Mirage/Dagger argentinos y Sea Harrier británicos, terminaron de convencer a los aviadores ingleses primero, y a sus mandos después, de la necesidad de disponer de mas información sobre las performances, posibilidades y capacidades mas evidentes de los aviones argentinos, especialmente en combates aire-aire. Aunque existía un saldo de derribos que crecía en favor de los pilotos de la Task Force, no existía el convencimiento de que –en ciertas circunstancias puntuales- los argentinos no estuvieran en capacidad de plantear combates en el aire que resultaran en derrotas para los británicos. Y en esta línea de pensamiento, a mediados de Mayo se pensó en la posibilidad de ejecutar ejercicios (en el marco de la cooperación inter-aliados que suponía la OTAN) entre aviones Harrier y Mirage en conjunto con la Fuerza Aérea de Bélgica, que disponía en sus arsenales del caza galo.

El 22 de Mayo de 1982, el Wing Commander A.C. Tolhurst (de una tal “Falklands Cell”), redactó y remitió un informe sobre un ejercicio ocurrido “en algún momento de la pasada semana”. En tres páginas, a las que agregó una cuarta conteniendo comentarios recogidos de un piloto del US Marine Corps sobre el desempeño posible y probable del A-4 Skyhawk en combate aire-aire, el informante refirió con precisión y síntesis lo acontecido en los cielos de Bélgica. 

Esencialmente, en una docena de subtítulos, el autor explica que los encuentros aire-aire se ejecutaron en modalidad “1 contra 1” y “dos contra dos” (1 vs 1; 2 vs 2), con pilotos que sumaban en torno a las 400 horas/vuelo para el avión británico y mas de 1500 para el modelo francés. Habida cuenta de la falta de elementos físicos apropiados, se eligió evaluar las performances de ambos modelos en la “configuración limpio” (aunque con tanques de 500 litros para el Mirage III), por lo que debió simularse la dotación armamento, el que resultó ser el mismo para los dos modelos de avión (AIM-9G Sidewinder G y cañones). Vale la pena mencionar que todos los encuentros quedaron registrados en soporte audio-visual (probablemente, video y film de celuloide, como era habitual en la época).

En torno a las limitaciones geográficas para la simulación, se establecieron mínimos y máximos de altitud (10.000 y 24.000 fts), ninguna restricción “en horizontal”, y las velocidades mínimas y máximas propias de cada modelo (para el caso del Mirage III, se impusieron 200 nudos de mínima y “supersónico libre”, por ejemplo). Al mismo tiempo, se estipuló que cada encuentro comenzaría fuera del alcance visual de los pilotos involucrados, por lo que los aviones volarían “en recíproco” desde distancias de alrededor de 15 NM (Millas Náuticas)

Enseñanzas y Conclusiones rápidas
Entre las conclusiones que para los observadores británicos arrojó el Ejercicio STINGER, vale la pena destacar las siguientes:
a) Si un piloto de Harrier obtenía contacto visual primero que el piloto del Mirage, este último jamás pudo obtener un derribo en el encuentro aire-aire;
b) los camuflajes de ambos aparatos (de acuerdo al uso de cada Fuerza Aérea, que en el caso de la belga era muy similar al empleado por los aviones de las VI y VIII Brigadas de la FAA) resultaron totalmente inapropiados para los combates aire-aire en las alturas propuestas por el ejercicio;
c) ambos aparatos presentaban limitaciones muy importantes de retrovisión;
d) pese a tener superficies alares similares, el modelo alar “delta” de los Mirage, los hacía mas fácilmente visibles a mayores distancias;
e) las bajas velocidades y capacidades de maniobras (imposibles para el Mirage), redundó en una tasa de supervivencia muy alta del pequeño avión inglés, especialmente porque los pilotos belgas encontraban sumamente difícil mantener el contacto visual con el enemigo una vez empezado el combate;
f) en un combate cerrado de persecución, el Mirage siempre llevaría las de perder, al punto tal de resultarle incluso muy difícil desprenderse y romper el contacto;
g) se apreció una tendencia muy marcada de los pilotos británicos a disparar sus misiles a distancias bien por debajo del alcance máximo teórico de esos ingenios

Fuente: (haciendo click en el enlace se redirige a la página)
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La epopeya de los Hércules

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por Luis Satini

Desde los primeros minutos del desembarco argentino en las islas Malvinas, el 2 de abril de 1982, se incorporó a la trama un personaje que no dejaría la escena sino hasta horas antes del trágico final, el 14 de junio de ese mismo año. Y cumplió su vital papel a pesar de tener que actuar en notoria inferioridad de condiciones. Solitario y sin defensa posible. Desde el primero hasta el último minuto. Esa fue la actuación de los C-130 Hércules dela Fuerza AéreaArgentina en la guerra de Malvinas.

Pocas horas después de que el primer soldado argentino pusiera pie en la costa malvinense, aterrizaba en la reducida cinta asfáltica del aeródromo del todavía llamado Puerto Stanley, el primer Hércules. Iniciaba así una larga, y prácticamente ininterrumpida, cadena de comunicación con el archipié1ago que llegaría a convertirse en un verdadero cordón umbilical para los aislados soldados argentinos.

Durante todo ese mes de abril los “transporteros” de la Fuerza Aérea cubrieron innumerables veces sin mayores problemas, el trayecto entre el continente y Puerto Argentino. Su misión era, fundamentalmente, la específica del escuadrón y se llevó a cabo sin sobresaltos. Pero la situación creada entre la Argentina y el Reino Unido se fue deteriorando rápidamente y las posibilidades de un arreglo pacífico se fueron esfumando lenta pero inexorablemente.

El 25 de abril se llevó a cabo la que sería la primera misión de guerra dela Fuerza Aérea Argentina contra los británicos. Aunque finalmente se vió frustrada por diversos factores adversos, fue una pauta crudamente real de lo que habría de venir pocos días después. 

En esa oportunidad se planificó atacar con los bombarderos MK.62 Canberra algunos buques ingleses que se encontraban en las cercanías de las islas Georgias del Sur. Se escogieron los Canberra, de lenta maniobrabilidad y prácticamente nulo poder autodefensivo, por ser los Únicos con el alcance suficiente -se debían recorrer unos 4.000 km    en total- como para poder operar sobre las Georgias. Tres bombarderos serían acompañados entonces por un Boeing 707, mientras que un KC-130, cuyo tanque de combustible extra para realizar reabastecimientos en vuelo le otorga una autonomía considerable cuando utiliza ese carburante para su propio consumo, se encargaría de la exploración lejana.

Fue precisamente el Hércules el que informó sobre las malas condiciones meteorológicas sobre el blanco y que además los buques a atacar estaban dentro de la bahía Cumberland, lo que prácticamente imposibilitaba la maniobra de los Canberra. Se frustró así esa primera misión, que ya no podría repetirse, porque la guarnición argentina en Grytviken se rindió poco después a la fuerza expedicionaria británica.

Bloqueo burlado
Finalmente llegó el 1 de mayo y con él, el estallido de la guerra, Los Vulcan y Harrier británicos tomaron como blanco principal la pista de Puerto Argentino en tanto que la flota inglesa se cerro sobre las islas. A partir de ese momento la situación se acercaba a un punto crítico para la operación de aviones de transporte.

Es que desde un punto de vista estratégico, el accionar de los Hércules revestía considerable importancia dado que, en primer lugar, los abastecimientos que se podían llevar a las islas no solo eran fundamentales para la supervivencia de los defensores sino que se convirtieron en la única fuente de alimentaci6n ya sea en pertrechos, material sanitario, personal de relevo, correo, y al mismo de tiempo de evacuación de los heridos.

Es decir, un verdadero “cordón umbilical” entre los que estaban en las islas y el continente.
Y tal vez mas que desde el punto de vista material -aunque obviamente sin disminuir en absoluto este aspecto, la actuación de los C-130 tenia mucho que ver con el apoyo psicológico a las tropas en Malvinas, que tenían así una constante prueba de que no se los había olvidado. Pero este mismo factor psicológico podría convertirse en su punto débil, porque para los atacantes británicos cortar los vuelos de los Hércules hubiera sido un hecho impactante al dejar completamente aislados física y moralmente a las tropas argentinas.

Pero no ocurrió así y de ahí que crece en importancia la operación de estos pesados pero nobles aparatos de transporte.
Para que esos vuelos pudieran llevarse a cabo felizmente debían concurrir los esfuerzos combinados de mucha gente, además de las propias tripulaciones. Resultaba imprescindible, en primer lugar, el esfuerzo de todos los servicios técnicos para apoyar la operatividad de los aviones, pero también era necesario el de los encargados del transporte en sí, quienes debían preparar los bultos convenientemente y a tiempo para su traslado, del personal médico que iba a bordo para atender lo relativo a las evacuaciones, de los servicios de comunicaciones y de los trabajos de inteligencia desarrollados en las islas para discurrir la manera mas segura para que los Hércules pudieran entrar y salir dentro de parámetros de riesgo aceptables.

Desde el punto de vista de las tripulaciones, todos y cada uno de ellos debieron recurrir a sus mejores conocimientos en lo que se refiere a volar un Hércules, que indudablemente es un avión de grandes cualidades pero que en las circunstancias se impuso llevarlo, y aún en ciertos casos traspasar el límite mismo de su capacidad.

En general, el avión partía muy pesado de Comodoro Rivadavia, con mucho combustible a bordo para poder cumplir el trayecto de ida y vuelta sin contratiempos, dado que la ruta, que normalmente requería unas dos horas del continente alas islas (gracias al empuje del viento a favor) y unas dos horas veinte el retorno, podía extenderse a veces a tres o cuatro horas para ir y otras tantas para volver.

La mayoría de los vuelos eran nocturnos, por lo que al llegar a la pista, que tenia un hueco producido por una bomba a unos 700 u800 metrosde la cabecera habitualmente en uso, la denominada 2-6, se encontraban con el inconveniente suplementario de que el balizamiento eléctrico había quedado fuera de servicio y, por otra parte, tampoco se podía contar con un balizamiento a “bochones” completo ,porque eso le daría al enemigo un indicio seguro de que había una operación aérea en el lugar. De manera que normalmente aterrizaban con esas limitaciones de pista, que quedaba reducida a un ancho aproximado de unos 20 metros, tal vez menos, y con una sola línea de balizamiento por bochones, que a su vez tampoco era una línea completa sino que a lo largo de toda la cinta asfáltica había seis o siete. La única compensación para los pilotos era el haber operado asiduamente antes de que se estableciera el cerco británico, de manera que conocían muy bien la pista y los puntos de entrada.

Otra ayuda con la que contaban era un emisor de láser óptico con que se le apuntaba al avión desde el extremo de la pista para indicarle la dirección pero ocurría que no siempre se lo podía usar, principalmente por causa de la mala visibilidad y por otra parte el piloto no siempre lo veía bien. Es que como se trataba de una emisión muy puntual, si no estaba exactamente apuntado se dificultaba su ubicación.

Para los pilotos, el hecho de volar muy bajo, sin referencias visuales exteriores, basándose únicamente en las indicaciones del instrumental y de las comunicaciones, sin poder apelar al piloto automático, precisamente por la escasa altitud de vuelo, convertía la tarea en algo agotador, a lo que había que sumar la gran tensión por la situaci6n bélica que se vivía.

Una misión tipo de los C- 130 se iniciaba a eso de las siete de la tarde y podía terminar de regreso en el continente a las dos o tres de la madrugada.

Salir, recurrir constantemente a los instrumentos, intentar ver el suelo, luego buscar la pista una pista corta mal iluminada y demás inconvenientes, no era del todo cómodo. “En realidad, no era cómodo en absoluto”, recuerda ahora uno de aquellos pilotos.

Al mismo tiempo, la vulnerabilidad inherente al avión de transporte hacía que todo finalmente dependiera de la situación táctica sobre Malvinas, porque si el radar de Puerto Argentino detectaba algún buque enemigo en una posición tal que representaba una amenaza cierta para el Hércules, se le ordenaba regresar y Cancelar la misión, algo que ocurrió una veintena de oportunidades a lo largo de todo el conflicto.

Cuando finalmente el avión aterrizaba en Malvinas, ni siquiera detenía los motores. Simplemente se dirigía al fondo de la pista y ahí giraba. La carga se bajaba como se podía, cuanto más rápido mejor, por lo que se iban dejando en el suelo de cualquier manera y enseguida se comenzaba a subir las camillas y el personal a evacuar. Ya acomodados, aceleraban los motores y una vez más en el aire. “Cuanto menos tiempo en tierra, mejor”, era la frase más utilizada en ese momento. Así que entre descargar y subir a los evacuados se demoraban unos veinte minutos.

Por supuesto, como la descarga de bultos se realizaba a medida que el avión se movía, la pista se iba “acortando” para el despegue, por lo que al final terminaban decolando en 750 u800 metros. Y otra vez la tensión de volar pegado al agua, que se mantenía hasta haberse alejado por lo menos unos150 kilómetrosde las islas.

En muchos casos, cuando estaban en el aeródromo las tripulaciones de C-130 debieron sufrir una “alarma roja”, es decir, el aviso de un ataque inminente y en esos casos el procedimiento era cortar los motores y buscar una cubierta hasta que pasara el peligro.

A pesar de los periódicos relevos, el desgaste para los tripulantes fue realmente enorme. En general cumplían cinco o seis días en Comodoro Rivadavia haciendo vuelos a Malvinas y luego tenían un descanso de dos días.

En realidad, viajaban a Buenos Aires en descanso una tarde, se quedaban ahí esa noche, todo el otro día y a la mañana siguiente regresaban al teatro de operaciones.

Por otra parte, paralelamente se cumplían dentro del país una serie de vuelos, aunque no estuvieran directamente involucrados con el frente de combate, especialmente con cargas para el Ejército, a las distintas guarniciones en Comodoro Rivadavia o Río Gallegos.

Harrier contra Hércules
Aunque entre el 1 de mayo y el 14 de junio los C-130 realizaron unos sesenta vuelos sobre Malvinas, algunos de los cuales eran misiones de exploración para ubicar buques enemigos, sólo se registraron tres casos de ataques directos a los Hércules y de ellos un único caso con consecuencias fatales para el avión y sus tripulantes. 

La explicación a esa suerte de “pasividad” por parte británica sólo puede ser materia de especulación, ante la falta de datos confiables. Entre los pilotos argentinos es creencia generalizada que en primer lugar los ingleses no creían realmente que los Hércules viajaban continuamente a las islas y que los partes argentinos que informaban acerca de esos vuelos eran simple producto de la llamada “propaganda de guerra”.

Por otra parte sabían, y en este punto sí estaban en lo cierto, que la pista de la capital isleña no tenía balizamiento y que la torre de vuelo había sido destruida por los bombardeos. No hay que olvidar tampoco que para los británicos el aeródromo había sido alcanzado por varios impactos de bombas, cuando en realidad no eran más que cráteres simulados preparados por el personal de construcciones de la base aérea militar Malvinas. El hecho concreto es que los Hércules pasaron. 

El primer caso de un C- 130 interceptado ocurrió el 20 de mayo, cuando dos aviones burlaron, una vez más, el bloqueo británico y se aprestaban a aterrizar en Malvinas. Sólo pudo tomar tierra el primero, ya que un fuerte viento cruzado obligó al restante a emprender el regreso.

Justamente en la maniobra de retorno fue detectado por los radares de la fuerza de tareas inglesa, que inmediatamente despachó dos PAC (patrulla aérea de combate) de Harrier en su persecución. El Hércules apeló a su única defensa: volar al ras de las olas y dirigirse directo al continente. Como la baja altitud dificulta la detección por radar, el comandante del Hércules perseguido decidió hacer un giro de 90 grados para poner rumbo norte, con la secreta esperanza de que los Harrier no se percataran de la maniobra y lo perdieran. Así sucedió y los cazas ingleses siguieron de largo. Finalmente, el avión argentino volvió a cambiar de rumbo para poner proa a casa definitivamente, donde aterrizó sin mayor novedad.

La siguiente acción que involucraría a un Hércules, el 1 de junio, se convertiría en la única baja en acción del escuadr6n.

Ese día el Hércules matrícula TC-63 se encontraba realizando tareas de exploración y reconocimiento, una misión de evidente riesgo que motivó a los pilotos a que apodaran esos vuelos como “el loco”. Poco antes del mediodía los equipos de a bordo del aparato argentino indicaron que estaba siendo “iluminado” por un radar enemigo, por lo que inmediatamente inició las maniobras de evasión previstas. Pero la diferencia de perfomances entre los Harrier y el Hércules convirtieron el hecho en un simple juego del gato contra el ratón.

Los dos primeros misiles Sidewinder disparados por los ingleses erraron el voluminoso blanco, pero el tercero hizo impacto en su ala derecha, justo entre los motores. Su suerte estaba sellada. Los ingleses remataron la labor con disparos de sus ametralladoras de 30.mm y el indefenso cuatrimotor cayó despedazado al mar.

Sus tripulantes, vicecomodoro Hugo Meisner, capitanes Rubén Martel y Carlos Krause, suboficial principal Julio Lastra, suboficial ayudante Manuel Albelos y los cabos principales Miguel Cardone y Carlos Cantezano desaparecieron para siempre.

El tercer y último episodio tuvo lugar seis días después, es decir, el 7 de junio. Poco después de las 20.30hs. dos Hércules se aproximaban, en riguroso silencio radial como era norma, a las islas cuando fueron detectados por un destructor que patrullaba al norte de la isla Soledad.

Según recordaron después los propios tripulantes del avión, alcanzaron a ver en el horizonte el resplandor del disparo y eso fue suficiente como para que dieran la alarma de ¡misil en el aire! .El pesado Hércules una vez más puso a prueba su resistencia estructural con un viraje muy cerrado y los motores exigidos a fondo. 

El misil, al parecer, por informes posteriores, un Sea Dart, pasó por un costado y se perdió en la oscuridad de la noche.

Los últimos vuelos
A pesar de que, en el medida que avanzaba el mes de junio, se tornaba más precaria la situación de los defensores argentinos de las islas, los C-130 operaron hasta el último día. Fue así que el 13 de junio -prácticamente a horas de la rendición final– por la mañana aterrizó un Hércules que transportaba munición de 155mm para los cañones argentinos y ya al caer la noche, poco antes de las 20hs, otro C-130 llevó a Puerto Argentino un cañón de 155mm, que fue descargado literalmente a la vista de las tropas británicas que ya dominaban la situación. Este mismo aparato despegó sin inconvenientes y aterrizó en el continente poco después de la medianoche de ese día.

También el 13 de junio los KC-130 cumplieron las misiones finales de reabastecimiento en vuelo para los cazas Skyhawk que operaban por última vez sobre el disputado archipiélago.

En el historial del escuadrón  C-130 quedaban registrados,  entre el 1 de mayo y el 14 de Junio, un total de 60 vuelos, de los cuales seis fueron de exploración, dos efectuaron lanzamiento de carga sobre bases argentinas en las islas, 31 lograron aterrizar en el aeródromo de Puerto Argentino y otros 21 debieron regresar por distintas razones.


En esos vuelos se trasladaron 514 pasajeros y se evacuaron 264 heridos. La carga total transportada fue de 434.396 kg, discriminados en 267.423 kg para el Ejército, 133.973 para la Fuerza Aérea y 33.000 kg para la Armada. Los vuelos de lanzamiento solamente sumaron 17.500 kg, mientras que los KC-130 reabastecieron en vuelo a 279 aviones, incluidos los Super Etendard dela Aviación Naval. Durante esos 74 días de hostilidades, los Hércules y sus tripulantes estuvieron en vuelo 427 horas con 25 minutos.

www.3040100.com.ar 

El combate final alrededor de Puerto Argentino – (por el capitán Carlos H. Robacio)

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"Durante todo el día 13 de junio, el enemigo efectuó tanto sobre el RI-7 y el BIM5 un demoledor bombardeo de artillería, al que se sumaba el permanente fuego naval proveniente de varios cruceros livianos y destructores ingleses que navegaban en proximidad de la costa. Además efectuaban fuegos de interdicción sobre las Unidades que estaban ubicadas más hacia el este a los efectos de mantenerlas aferradas a sus posiciones evitando prácticamente todo movimiento hacia el frente. 

Nuestra CCFA funcionaba a pleno y fuimos adquiriendo un gran entendimiento con la Artillería propia, la que muy difícilmente erraba alguna concentración desempeñándose con alta eficacia. 

La reducida y pequeña Central no sólo indicaba los blancos, sino que muchas veces dábamos directamente a las Baterías los datos a introducir, para hacer los fuegos más eficaces. Mientras el duelo de artillería era incesante, el enemigo se aprestaba para su asalto final. 

Increíblemente, en la tarde del 13 de Junio las fuerzas atacantes iniciaron, con las últimas luces un ataque de diversión (engaño) tratando de engañarnos, desplazándose desde Monte Harriet y siguiendo la dirección del camino hacia Puerto Argentino, con intención de atacar el Monte William, con efectivos aproximados a una Compañía reforzada. 

El fin era velar la real ubicación de cual sería su centro de gravedad para el ataque (obviamente Tumbledown) tal como pensábamos que lo habían previsto para esa noche, en la fase final de la batalla. 

Wireless Ridge

Este absurdo movimiento que buscaba sorprendemos e inducirnos a que el eje del futuro ataque sería desde el sudoeste, fue oportunamente detectado por el adelantamiento de nuestra reserva, la Compañía “Oscar”, desplazamiento que aún no comprendo cómo el enemigo, no había detectado. 

La fracción enemiga fue frenada con una barrera de fuegos muy precisa, ella los desconcertó y antes que pudieran pensar, le colocamos otra a sus espaldas. No podían moverse y allí pasamos a fuego de eficacia, el resultado fue muy cruento pues la concentraciones de artillería y de morteros, eran muy precisas y contundentes. 

Prácticamente dos horas después del inicio de la acción, el Jefe de la Compañía “Obra” me pedía, "Señor Comandante, detenga el fuego, no queda nadie en pie y los gritos de los heridos empiezan a afectar a nuestra propia tropa". 

Cesa el fuego y en menos de cinco minutos, aparecieron aproximadamente cuatro helicópteros que comenzaron a retirar sus bajas, prácticamente sin visibilidad alguna. 

Pudimos atacar a los helicópteros y derribarlos facialmente, pero no lo hicimos puesto que no trajeron refuerzos ni armas de relevo, aunque no eran ambulancias, solo vinieron a recoger a sus heridos. Esta acción de caballeros del mar, valió para que, con posterioridad en el asalto a Tumbledown, el enemigo atendiera una vez dominado el monte mencionado, con más premura a mis heridos que a los suyos.


Estas acciones y otras ocurridas, me hacen apreciar que la Batalla de Malvinas fue el último combate, en que se respetó totalmente lo estipulado en las convenciones de la guerra. Sin embargo el enemigo no detuvo la acción demoledora de su artillería sobre toda la zona de acción del BIM5 y sobre la del RI-7 que era para nosotros un espejo de lo que nos pasaba, espeluznante. 

Aproximadamente a 2215 horas, después un rolo de fuegos impresionante, se reiniciaría el ataque, sobre todo el frente de la línea defensiva que manteníamos, casi en forma simultánea.

Desde el Sudoeste de Tumbledown, el enemigo se había desplazado aprovechando la oscuridad, con el apoyo y protección de la Brigada de Royal Marines. 

Tumbledown

Esta acción estaba en nuestro caso, a cargo de la Brigada del Ejercito Británico, al Sur, desde el Oeste y sobre el camino que conducía al pueblo, un Regimiento Galés. Sobre el Monte Tumbledown el Regimiento Escocés y sobre el mismo objetivo pero algo más retrasados por lo escarpado en ese lugar del Monte, el Regimiento de Ghurkas Nepaleses. 

En el Norte, al otro lado del Moody Valley, se encontraba consolidado el PARA 3, mientras el PARA 2, se había desplazado e iniciaba el asalto sobre el RI-7, en Wireless Ridge. 

Las acciones tomaron una violencia inusitada, en especial el asalto escocés se había centrado en la Compañía N del BIM5, en particular sobre su 4 ta. Sección y sobre la Sección de Ingenieros de IM, transformados en una Sección de Tiradores, que tuve que desplazar a la parte más escarpada del Monte, ya que la Compañía B del RI-6 no había podido ocupar esas posiciones como lo habíamos coordinado y previsto, por la acción del enemigo y una orden que le ordenaba defender el Moody Valley. 

No obstante, esta Compañía se agrega al Batallón acorde con la orden que recibiera del Comando Superior hacia el Este de la 3ra Sección de la Compañía “Nácar” del BIM5. 

En ese lugar el combate fue más que virulento, se rechazaron varios asaltos, los defensores pudieron observar la espalda del enemigo, hasta llegaron a cantar en medio del combate. La defensa de la 4ta Sección y de todas las fracciones que intervienen en el combate de Tumbledown, fue realmente épica. 

Se armó y realizó un contra choque con efectivos del BIM5 y de la Compañía B del RI-6, con un éxito relativo, puesto que el enemigo solo cedió parcialmente lo que ya había conquistado. 

En un momento determinado del combate, nuestros hombres estaban rodeados por tropas inglesas y la única posibilidad de darles apoyo desde nuestras posiciones era efectuar fuego con nuestra Batería de Artillería y Morteros de 106 y 81 mm, sobre la posición de nuestra propia tropa. 

A requerimiento de su Jefe el Teniente de Fragata de IM Vázquez, iniciamos este contragolpe tan extremo ante el ataque ingles, recuerdo que cuando hablaba con Vázquez y me hacía el pedido, habré dudado algún segundo, tanto que él mismo lo reiteró con vehemencia. La razón del pedido era que nuestros hombres estaban mezclados con las fracciones enemigas, aunque protegidos en sus posiciones y en una total oscuridad iluminada constante y fugazmente por las explosiones de la artillería y los morteros. 

En esa lucha épica mueren de la misma forma, dos valientes, el Subteniente del Ejercito Argentino Silva, que se habían agregado con sus cinco conscriptos, y el Polizón del Grupo Araña del Batallón (los díscolos) el Suboficial Infante de Marina Castillo. Ambos, al ver sus compañeros muertos y heridos y al sentirse sobrepasados por el enemigo y estando también heridos, saltan de sus posiciones sobre los atacantes vivando a la Patria y entran al combate cuerpo a cuerpo, matando, hiriendo, hasta que mueren heroicamente. 

Mientras el Batallón Nepalés de Ghurkas avanzan lentamente, su participación en el éxito enemigo fue muy relativa, solo alcanzaron a intervenir en la mañana del 14 de Junio persiguiendo por el fuego a los integrantes de los Morteros de 81 mm, cuando ya el Batallón ante la reiterada orden superior debe iniciar su repliegue sobre Puerto Argentino. Su Jefe de Operaciones, el Mayor Mike Sear (Inglés), que ha escrito un libro sobre el conflicto me ha comentado posteriormente,….. 

"poco hicimos en Tumbledown, nuestro objetivo era el Monte William, los que realmente lucharon muy duramente fueron los Escoceses. Igualmente, ni yo ni mis hombres olvidaremos, que a pesar de nuestra veteranía en tantos otros combates, estábamos muy atemorizados durante el combate con el BMI5, pues los hombres de su Batallón hacían fuego sobre nosotros como demonios" 

Mientras tanto, en el Pony’s Pass, el Regimiento Galés se iba topar de frente e inesperadamente con la Compañía “Oscar” del BIM 5, la que se encontraba ejecutando un combate retardante, como le habíamos ordenado. La misión de los Galeses, era asaltar y ocupar Sapper Hill. Sobre estos combates decía un joven Capitán galés,….. 

“mientras embolsábamos nuestros muertos de Tumbledown, refiriéndose a ese encuentro, pensábamos que habíamos combatido con dos Regimientos argentinos en lugar de solo un batallón, también dijo que no pudieron avanzar en toda la noche pues los fuegos de la artillería y morteros argentinos los mantuvieron aplastados y que cuando amaneció y vieron que ya no estaban nuestros hombres, fueron los más felices de la tierra, aunque no habían cumplido su misión". 

Aproximadamente a las 0300 horas del 14 de Junio, preparamos y ordenamos efectuar un contraataque con la Compañía “Mar” y la “Obra” que había recuperado, puesto que a la misma la retiré de sus posiciones a las 0130 horas. 

Aprovechando que la moral era muy alta y por estar convencido que la batalla se decidía en Tumbledown, previmos esta acción que pensaba dirigir personalmente, en un esfuerzo final, para quebrar el ataque adversario. Tenía perfectamente claro que los regimientos de Paracaidistas PARA 3 y el PARA 2, nos flanqueaban, pero los fuegos efectivos de la Zona de Apoyo Logístico propia, y el fuego de las pocas piezas que sobrevivían del GA N° 4, con tiro directo, impidieron cualquier intento enemigo. 

Informé la situación y pedí la autorización pertinente para comenzar el ataque, pensaba en esos momentos que frenado el ímpetu enemigo esto era factible. Pero en realidad ello no fue posible puesto que si hasta esa hora era más que optimista por el desarrollo del combate, intervendrían otros factores, la munición comenzaba a escasear y en el único intento desde retaguardia de proveernos algo de proyectiles de Morteros de 81 mm, una camioneta que se desplazaba hacia el frente, fue volada por la artillería del enemigo. 

Por otra parte se me dio la orden de replegarme hacia Puerto Argentino, logrando luego de discutir bastante, que se me autorizara a replegarme solo hasta Súper Hill y reforzarme con el Batallón en esa colina. 

Esta acción de repliegue de la Compañía Nácar, lamentablemente no ha sido filmada y permanecerá para siempre en mis recuerdos, por la entereza, el orden y disciplina de mis hombres para realizarla. La misma se efectuó con el apoyo de dos puntos en el terreno, uno que estaba a cargo de la Compañía “Coy” y efectivos reunidos en proximidades de mi Puesto de Comando. 

Como de costumbre, mi Segundo Comandante el Capitán de Corbeta de IM Ponce, se adelantó para establecer el nuevo Puesto de Comando en Sapper Hill y cuando estuvo prácticamente concluido y concretado el repliegue, ordené a la Compañía “Coy” que se repliegue y se reintegrara al RI-3, igualmente, me costó bastante convencer al Capitán Varela del RI-3 que lo hiciera, pero finalmente inició con sus hombres un repliegue rápido y ordenado hacia su regimiento. 

Llegué a mi nuevo Puesto de Comando, aproximadamente a 1100 /1130 horas del 14 de Junio, todo estaba en orden, la Unidad lista a defender esta última altura y pensaba en esos momentos que la lucha continuaría, no obstante ya se observaba el arribo de helicópteros enemigos a la zona del hipódromo del pueblo y se veía el despliegue de efectivos enemigos descendiendo de las altura William y Tumbledown. 

A las doce recibí por parte del Jefe de Operaciones del Comando Superior la orden de replegarme "pues ya la Guarnición se había rendido". Posteriormente tuve otra intimación y finalmente le ordené nuevamente a mi Segundo Comandante que se replegara hacia Puerto Argentino y entrara desfilando a frente de los efectivos. 

Quedaba una pequeña retaguardia a cargo del Guardiamarina de IM Koch, el Suboficial Vaca con una Ametralladora de 12,7 mm y 14 hombres que no querían replegarse. 

Todos los fuegos habían cesado, después de tantas noches y días de ruido ensordecedor, el silencio era tan terrible como la incertidumbre y el dolor de tener que rendirse. 

Cuando el Jefe de Compañía que había quedado a cargo, el Teniente de Fragata de IM Binotti, que permanecía aguardando a su retaguardia de combate me decía: " Señor Comandante, estamos listos para el repliegue" y nos paramos para hacerlo, aparecen unos seis helicópteros enemigos que se aproximan raudamente sobre Sapper Hill. 

El Suboficial Vaca con su 12,7 mm. y casi al unísono todo el equipo de retaguardia del Guardiamarina Koch, abre el fuego. Un helicóptero ingles aterriza en llamas, otro averiado, los demás hacen lo mismo, desembarcan sus efectivos y se generaliza el enfrentamiento final. 

En este último combate de la guerra de Malvinas, alrededor del mediodía del 14 de Junio, de la pequeña retaguardia de Koch, murieron varios de sus hombres, el enemigo perdió un helicóptero, otro resulto averiado y sumaron un buen número de bajas. 

El BIM5 había finalmente iniciado el repliegue, nos protegimos detrás de la altura de la colina y emprendimos caminando la marcha hacia Puerto Argentino al que llegamos alrededor de 1500 horas. Así entramos a la ciudad, manteniendo en nuestro poder la totalidad de nuestras armas, con toda la tropa encolumnada, marchando a paso redoblado y con el orgullo de haber combatido a la elite de las tropas británicas como nadie hubiera imaginado. Este fue el fin de los combates. 

Pienso y estoy más que orgulloso del comportamiento de todos los hombres del Batallón, como también de todos los efectivos de las Fuerzas Armadas y de los civiles que intentaron retener en uno u otro lugar, en diferentes puestos y en distintas contingencias las Islas que habíamos reconquistado. En realidad siempre sostengo que cada uno hizo lo que pudo, lo que mejor pudo. 

Paso a Paso de la Batalla Final por Puerto Argentino

13 de Junio de 1982:
16:00 horas aproximadamente: El enemigo desde Monte Harriet lanza un ataque sobre Monte Williams y en dirección al camino que conduce a Puerto Argentino. Esta maniobra es observada por la Compañía Obra del BIM5 de la Armada Argentina en Pony’s Pass y rechazada con fuegos de artillería propia. 

22:15 horas: Se inicia un ataque enemigo simultáneo sobre Pony’s Pass y Williams donde se posiciona la Compañía Obra del BIM5 y Wirelles Ridge lugar que ocupa el RI-7 del Ejército Argentino. 

22:30 horas: Se produce un ataque enemigo sobre Monte Tumbledown S.O. donde entra en acción la 4ta sección de la Compañía Mar del BIM5. Es rechazado el ataque de un Batallón Escocés en el sector S.O. y se combate a su vez con un Batallón Gurka sobre el sector N.O. donde se encuentra la 1ra Sección de la Compañía de Ingenieros Anfibios del BIM5.
23:00 horas: Mientras el ataque enemigo apoyado por un violento fuego de artillería desarticula el sector de Wiriless Ridge y el RI-7 del E.A. se repliega; la Compañía Obra del BIM5 rechaza el ataque en Pony’s Pass. 

23:26 horas, por orden del Comandante del BIM5 la Compañía Obra inicia el repliegue parcialmente aferrada y con bajas. En la oportunidad, encuentran la muerte en combate los Conscriptos de Infantería de Marina Clase 1962 Juan Francisco RAVA, Aldo Osmar PATRONE y Godofredo Omar IÑÍGUEZ. 

23:45 horas: Secciones de Tiradores del BIM2 y BIM3, conjuntamente con efectivos del GADA 601 del EA, a las órdenes del Mayor MONGE, rechazan por el fuego una incursión de comandos enemigos (SAS) lanzada en botes de goma, produciéndoles severas bajas e importantes averías en el material. 

23:55 horas: Sobre el filo de la medianoche la 1ra Sección de la Compañía de Ingenieros Anfibios del BIM5 se repliega hacia el Puesto Comando bajo fuego y presión enemiga desde su posición al N.O Tumbledown. No hay una definición en el combate.
La Batería Bravo del BIAC ejecuta fuegos de artillería sobre las posiciones de partida para el ataque británico en Monte Harriet y el sector Sur del mismo. Esta Batería y las Secciones Morteros 106,6 y 81 mm combaten por el fuego toda la noche.
Se recibe densos fuegos de artillería terrestre y naval enemigo sobre el sector del BIM5 y CKIA 

14 de Junio de 1982:
00:25 horas: En las primeras horas de la madrugada, el enemigo lanza un segundo ataque violentísimo sobre Tumbledown S.O el que es rechazado parcialmente. El BIM5 ejecuta todos los fuegos de apoyo disponibles aún sobre su propia fracción adelantada. 

03:00 horas: Mientras nieva intensamente, existe incertidumbre sobre la situación en las estribaciones Oeste de Tumbledown, decidiendo el Comandante del BIM5 contraatacar con la 1ra Sección de la Compañía de Ingenieros Anfibios (Tenientes de Corbeta IM MIÑO y DEMARCO) y una Sección de Tiradores de la Compañía B del RI-6 (Subteniente LA MADRID). Dicha acción logra detener al enemigo y se estabiliza la línea a la altura del observatorio del Batallón.
Las fuerzas propias en Wireless Ridge fueron rechazadas. La retaguardia del BIM5 compuesta por los Servicios, la Sección Morteros 106,6, la Sección Amet. 12,7 y las fracciones propias combaten por el fuego y se mantiene el hostigamiento de éstos sobre el sector propio. Durante el fuego de contrabaterías muere en combate en la pieza Nro 3 el Dragoneante Clase 1962 Oscar MANSILLA. 

04:00 horas: El Comandante del BIM5 dispuso que la Ca MAR del BIM5 se aliste para contraatacar Tumbledown y se requirió al Escalón Superior, empeñar alguna Unidad de las ubicadas en retaguardia para la recuperación de las alturas al Norte y evitar el desbordamiento por el flanco de las posiciones del BIM5. 

06:30 horas: Se produce el tercer ataque británico. El enemigo ocupa la zona elevada del monte Tumbledown iniciándose un duro combate cuerpo a cuerpo al ataca por retaguardia a la 4ta Sección de la Ca. Nacar del BIM5 que es prácticamente aniquilada; sus sobrevivientes se rinden por orden de su Jefe el Teniente de Corbeta de IM Carlos VAZQUEZ ya que habían consumido totalmente sus municiones y se encontraban imposibilitados de controlar el combate.
Mueren heroicamente en ese sector los siguientes Infantes de Marina: Suboficial Segundo Julio Saturnino CASTILLO, Conscriptos Clase 1962 Héctor Abel CERLES, Juan Carlos GONZÁLEZ, José Luis GALARZA, Juan Carlos DÁVALOS, Félix Ernesto AGUIRRE y Diego FERREYRA; también el Subteniente SILVA y un grupo de soldados conscriptos del RI-4 de nuestro Ejército Argentino que se quedaron voluntariamente a defender la altura junto con sus camaradas Infantes de Marina. 

08:00 horas: Ceden las posiciones propias en Tumbledown. Se prevé neutralizar y destruir con el fuego de artillería al enemigo en esa posición para el contraataque de la Compañía Mar del BIM5 que se estaba montando. Se informa al Cdo Superior que aún se esperaba la acción sobre el flanco Norte, por tener todavía capacidad para resistir aunque la situación de munición pasa a ser crítica. 

09:00 horas: Para evitar la prosecución del combate en posiciones desfavorables y ante una orden del 2do Comandante de la Agrupación Ejército Argentino, el Comandante del BIM5 ordena el repliegue de su Unidad desde el Monte Tumbledown, Monte Williams, Felton y Stream y Casa Amarilla hacia Sapper Hill.
Se ha consumido la totalidad de la munición mayor (Mortero 106,6, Mortero 81 y Obús 105 mm) y se procede a la destrucción del material pesado y abastecimiento del Batallón previo a ejecutarse el repliegue ordenado. La Batería Bravo del BIAC se constituye en dos fracciones de tiradores.
En el repliegue mueren en combate el Suboficial Segundo de Infantería de Marina Víctor Hugo JUAREZ del SPAC del BIM5 y el Dragoneante de Infantería de Marina Clase 1962 Ricardo RAMIREZ de la Sec Mor 81.
Mientras se realiza el repliegue de la Compañía de Ingenieros Anfibios hacia la ciudad, previa destrucción de su material y sector de alojamiento, ésta se arma como Infantería y se reúne con el BIM5 en Sapper Hill, cae herido de muerte en combate el Conscripto Clase 1962 Vicente Antonio DÍAZ. 

09:15 horas: Puerto Argentino informa que las principales posiciones en Tumbledown, Williams, Longdon y Wireless Ridge se encuentran en poder del enemigo y que se intenta reconstruir el dispositivo defensivo empleando el RI-3 y parte del RI-25, pero se aprecia de cualquier manera que no se podrá mantener más allá del día de la fecha. 

10:00 horas: De hecho se concreta un alto el fuego. Sin embargo en Sapper Hill el BIM5 se reorganiza para proseguir el combate. El Comandante de esta Unidad recibe la orden superior de cesar el combate y replegar su Batallón hacia la localidad. 

12:30: En momentos de comenzar a cumplir las órdenes recibidas, la retaguardia de combate (Guardiamarina de IM Koch / Suboficial Segundo de IM Vaca – 3ra Sección de la Compañía Mar del BIM5) entra en acción rechazando un heli-desembarco británico (seis helicópteros) en sus inmediaciones, caen dos helicópteros y varios invasores.
En este último combate en Malvinas encuentran la muerte los últimos tres hombres de la Infantería de Marina Conscriptos Clase 1962 Roberto LEYES, Eleodoro MONZON y Sergio Ariel ROBLEDO. 

15.00 horas: Finaliza su repliegue el BIM5, con sus tropas encolumnadas, en poder de sus armas y a paso de marcha. ASI ENTRAN A PUERTO ARGENTINO Y FINALIZA EL "NO PIC NIC", como lo llamaron los propios británicos a sus enfrentamientos con nuestros INFANTES DE MARINA."

www.salamalvinas.com.ar

Documentos oficiales argentinos confirman que Videla y Fidel Castro se apoyaron mutuamente

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por Juan Ignacio Irigaray

Ya se conocía que la ultraderechista dictadura argentina (1976-1983) y el régimen socialista cubano se llevaron de maravilla. Pero ahora por primera vez han salido a la luz los documentos oficiales y secretos que certifican ese 'romance'.

La web Desclasificación del ministerio argentino de Exteriores ha publicado 70 oficios de la embajada en La Habana que prueban el apoyo recíproco entre dos regímenes en teoría opuestos en lo ideológico.

La mayoría están firmados por el embajador argentino Raúl Medina Muñoz. Y se refieren, por ejemplo, al apoyo de Jorge Videla a Fidel Castro en la ONU para que Cuba ingrese al Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A cambio, La Habana apoyó a Argentina para que fuese reelegida en el Consejo Económico y Social de la ONU (ECOSOC).

Pese a que Cuba impulsó la guerrilla en Argentina desde los años 60, con el 'Che' Guevara entre otros, nunca alzó su voz contra la guerra sucia con que la dictadura de Videla secuestró e hizo desaparecer a esos guerrilleros, arrojándolos vivos al mar en los denominados 'vuelos de la muerte'.

Los representantes de Castro en el Comité de Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra, jamás votaron las resoluciones de denuncia a la dictadura de Videla. Y los argentinos devolvieron la gentileza absteniéndose de votar contra Cuba.

Incluso Fidel Castro ofreció a los militares argentinos material bélico y tropas para sumarse a la delirante Guerra de las Malvinas que Argentina perdió contra Gran Bretaña por la posesión del archipiélago austral. Gadafi sí entregó armas.

La 'realpolitik' de Cuba se explica en actuaba en Latinoamérica como satélite de la URSS. Y seguía en las relaciones diplomáticas a los soviéticos, que se entendían con Buenos Aires y eran el primer comprador de cereales.

Desde 2003 los Kirchner mantienen relaciones cordiales con Cuba. La presidente Cristina Fernández visitó La Habana en 2009 y pidió ser recibida por Castro. "Lo considero una distinción a todo el pueblo argentino. Él ama profundamente a la Argentina y a los argentinos", declaró entonces.

Para el ministro argentino de Exteriores, Héctor Timerman, el régimen del país caribeño debía incluirse entre "los países dictatoriales" e incluso definió como "presos políticos" a los disidentes apresados. Esa al menor era su opinión hasta 2010, cuando aún no era funcionario y trabajaba de periodista.


www.elmundo.es

Submarinos en la Guerra de las Malvinas 82

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ARA San Luis a poco de arribar a la Base Naval Puerto Belgrano, luego de su patrulla de guerra.
Detrás, se aprecia el portaaviones ARA 25 de Mayo

Conforme iban avanzando las horas de aquella jornada del 2 de abril de 1982, el mundo fue testigo de la evolución de las consecuencias de una tensión diplomática que se venía arrastrando en las ultimas jornadas y que acabaría enfrenando en una guerra no declarada al Reino Unido y a la República Argentina.


En los días posteriores y meses después de finalizado el conflicto fueron saliendo a la luz detalles de las horas previas y posteriores a la madrugada de aquel 2 de abril, en que, en la denominada Operación ROSARIO, la Armada argentina y su Infantería de Marina llevarían a término una incursión anfibia sobre la península de Camber, desde Puerto Enriqueta y Puerto Groussac, con la intención de tomar, entre otros objetivos militares, el aeropuerto de la capital y la casa del gobernador. Una vez alcanzados y en las horas posteriores, comenzarían el repliegue ordenado para volver a embarcar, ocupando su lugar las unidades del Ejército que comenzaban a llegar por vía aérea formando parte de otro dispositivo.


La primera participación oficial de un submarino en aquella guerra no declarada fue para facilitar el desembarco de la fuerza principal. Desde el submarino Santa Fe, una agrupación de 10 buzos tácticos, al mando de su jefe, el capitán de corbeta Alfredo Cufré, tenía orden de ser infiltrada en las inmediaciones de Cape Pembroke, playa yorke Oeste, con la intención de balizar los puntos de llegada del resto de la Fuerza. 


Un cambio a última hora sobre el objetivo y una serie de problemas surgidos en el viejo submarino estuvieron a punto de poner en peligro la vida de todos los hombres aquella madrugada. Los británicos, a final de mes, también tendrían su equivalente con un submarino en la Operación PARAQUET, en la que el reconocimiento de la costa y la utilización de tropas especiales fueron determinantes para rendir la guarnición de las Georgias.

Si aquella maniobra del 2 de abril sorprendió a muchos, a unos cuantos no. En las horas previas al desembarco el Reino Unido fue consciente de la realidad que se le venia encima, como lo demuestran los cruces de mensajes entre las islas y la metrópoli alertando de la situación (1). Ante esta realidad, no es extraño pensar que los propios británicos, y otros, tomasen algún tipo de medida adelantándose a los acontecimientos, como apuntan algunos sucesos no esclarecidos aún. En una situación similar, años atrás, tomaron esas medidas en la Operación Journeyman.


HMS Spartan
 
Desde la salida de la flota argentina de puerto el día 28 de marzo, la Embajada británica en Buenos Aires no descansó ni un momento. En la madrugada del 2 de abril, concretamente a las 04:14 Z, y cuando en el ARA Santa Fe se daban las últimas órdenes, las comunicaciones con el Ministerio de Defensa británico eran más intensas que nunca. Se pasaba un mensaje del agregado naval informando, por un comentario de un misterioso ciudadano estadounidense, de la presencia en aguas próximas a Malvinas de uno o más submarinos soviéticos y de tres argentinos. Hoy, 32 años después, sabemos que de todos aquellos que se anunciaron solo había oficialmente uno. Esta información fue llegando y de alguna manera confirmándose por otros medios. Incluso llegó a filtrarse a la opinión pública, como lo demuestra la edición del The New York Times del 14 de abril citando por fuentes de la OTAN la presencia de dos submarinos soviéticos Echo II en las inmediaciones de Malvinas. Para mediados de abril, dichos rumores se habrían de extender al comprobar, por algunos medios más, que algo había bajo el mar.

En la capital de Francia, ese mismo 14 de abril, el agregado naval británico comunicaba, por una filtración desde la Embajada argentina, que había cuatro submarinos soviéticos operando próximos a Malvinas.


Para entonces los primeros submarinos británicos ya estaban en la zona, y el HMS Spartan sería testigo de cómo se minaban los accesos a Puerto Argentino; en las últimas horas del día 16 abandonaría de nuevo la base de submarinos de Mar del Plata el ARA Santa Fe en la que sería su última misión de guerra: transportar el equipo Golf para reforzar el destacamento de Grytviken.


El día 17 de abril llegó la primera señal de alerta a las unidades navales argentinas que se encontraban en la mar ejercitándose desde hacía tres días.


Ese día se había programado el vuelo de un Tracker del Comando de Aviacion Naval (COAN) con la misión de volar a lo largo de la costa argentina, que salió a las 08:00 Z desde la Base Comandante Espora para aterrizar a las 16:00 Z en Río Grande, con la intención de ejercitarse con las diversas unidades navales ubicadas ya a lo largo del mar argentino. En un momento determinado del vuelo, el radarista informó de la aparición repentina de un pequeño eco a 60 millas de su posición. Tras enfilar el blanco, este se desvaneció conforme el avión iba alcanzando el punto del datum. Al llegar a la vertical, se procedió al lanzamiento de una sonoboya y el sonarista advirtió por unos instantes la presencia de una «turbina de alta velocidad». Para entonces el ARA San Luis, que había iniciado su primera patrulla de guerra el día 11 de abril, había llegado a la zona de patrulla Enriqueta, situada a 100 millas al norte de la zona de exclusión británica.


ARA Bouchard

La noche siguiente, la del 18 de abril, siguieron los avisos. El ARA Bouchard, sobre las 21:30 Z, obtendría un contacto sónar que no lograría establecer de nuevo. Para entender lo que pasó y se dijo en aquellos días, hay que remontarse a un documento de la CIA desclasificado bastante tiempo después de aquellos sucesos y fechado el 17 de abril de 1982:


«White house situation room 171715Z APR 82 (top secret codeword.).
1. A group of four Argentine warships was noted to be about 70 miles
south east of their base port of PuertoBelgrano on the evening of 16 april; they
were possibly involved in gunnery firing and tactical exercises. We belive
another group of ships which probably includes the aircraft carrier, is at sea.
We do not know its position…».

(1) Uno de estos mensajes, el incidente con el pesquero polaco Mielmo, sirvió de alerta para dar por hecho el desembarco.

Tal vez sean datos muy concretos y precisos sobre las actividades para haberlos obtenido de un satélite. ya con los primeros submarinos británicos en la zona se les asignaron las misiones iniciales para ubicar a la flota argentina. El 23 de abril, el HMS Splendid tendría su primer contacto con el ARA 25 de Mayo a pocas millas de la costa y próximo a su base de Puerto Belgrano. Las ROE (Reglas de Enfrentamiento) impedían atacarlo y el comandante del sumergible recibió órdenes en ese sentido tras solicitar el ataque, lo que le llevó, por orden superior, a romper el contacto.


Tres días después, a la altura de Comodoro Rivadavia, se encontraría con los ARA Santísima Trinidad y Hércules, acompañados de las tres corbetas en servicio en la Armada Argentina. Nuevas órdenes molestaron al comandante cuando, tras 24 horas, se le ordenó suspender este seguimiento y volver al Norte para ubicar de nuevo al ARA 25 de Mayo, pues consideraba que la formación argentina le llevaría hasta él sin necesidad de tener que buscarlo en el amplio mar. En esos días, el Gabinete de Guerra británico analizó la amenaza del portaaviones, lo que condujo a la implantación de una zona de exclusión total, a la ubicación de los submarinos en zonas y a modificar las ROE para permitir el ataque al portaaviones fuera de la zona de exclusión bajo ciertas circunstancias.


En aquellos días de abril, no solo las aguas próximas al continente llamaron la atención de las fuerzas argentinas, sino que el mar de Malvinas fue zona también de detección submarina. Dos días antes de la llegada de los primeros submarinos británicos, el 10 de abril, la corbeta ARA Granville viviría un incidente con un supuesto submarino a la salida de Puerto Argentino.


Desde el puente aéreo, llegando a Malvinas, los aviones de la Fuerza Aérea alertaron de algunos ecos radar y destellos luminosos, blancos e intensos, procedentes de las entrañas del mar. Señales que desaparecían cuando se investigaban y que dejaron de observarse cuando los aviones, a partir del 1 de mayo, pasaron a no poder volar en condiciones normales. Señales que hoy se sabe no correspondían a las posiciones de los submarinos británicos.



La guerra submarina
Ya en mayo las actividades tomaron un nuevo cariz hasta los diez primeros días del mes, lo que apunta a que algo sucedió y que fue determinante para que estas actividades cesasen, o por lo menos se diesen en lugares remotos y ajenos. Durante este mes queda patente el defectuoso estado de operatividad de los submarinos británicos; todos ellos sufrieron en un momento determinado algún tipo de problema. Citando los más graves, el del HMS Onyx y su colisión a principios de junio, y el HMS Splendid, que lo obligó a retirarse a reparar y que acabó siendo reemplazado por otro submarino, no llegando a ver el final de la guerra.


Otras averías supusieron graves problemas de seguridad para el buque y su dotación. El HMS Splendid hizo superficie cuando empezaron los problemas dentro del radio de acción de la aviación argentina, en plena persecución al ARA 25 de Mayo; y el HMS Conqueror lo hizo un día antes cerca de la posición donde fue hundido el crucero ARA Belgrano (2). 


Precisamente la no recepción de comunicaciones en el HMS Splendid salvaría de nuevo al ARA 25 de Mayo el primero de mayo.

Sea King HAS.5 a bordo del HMS Hermes

De las acciones de combate podemos destacar como la más exitosa el hundimiento del ARA Belgrano por el HMS Conqueror, submarino que llegó a ser detectado posteriormente en la zona del hundimiento, el día 4, por un Neptune. Solo dos veces vivió esta experiencia; la segunda ocurrió el 7 de mayo al NW de Malvinas y le obligó a quitar las seguridades del reactor, cuando un C-130 argentino se topó con uno de sus apéndices La segunda acción en importancia, sin duda, aunque no guardó un orden cronológico, fue el ataque y neutralización del ARA Santa Fe en la Georgias, convirtiéndose en la primera baja de la Armada Argentina.

(2) Este submarino hizo en las Georgias, sin contar los motivos operacionales, más de tres salidas a superficie por problemas. Algo anormal en un sumergible preparado para permanecer meses bajo el agua sin ser detectado.


Un primer enfrentamiento entre un submarino y unidades de superficie con apoyo aéreo se produjo también el 1 de mayo, cuando el ARA San Luis es atacado por las HMS Brillant y Yarmouth, apoyadas por tres Sea King del HMS Hermes. Tras un intento fallido del submarino por alcanzar un blanco, y dos intentos de huida, permanecería en el fondo hasta el día siguiente bajo la presión de ataques esporádicos con cargas, hasta que desistieron en darle caza. Cinco días después se producirá un segundo ataque, de origen desconocido, contra el submarino argentino que realizó maniobras evasivas ante un supuesto torpedo y que fue contestado sin éxito. Tres días después, en la entrada norte del estrecho de San Carlos, atacará sin llegar a ser detectado a la HMS Alacrity y a la HMS Arrow que salían del estrecho, otra vez sin éxito. Los diversos fallos y problemas ponen fin a esta primera patrulla frustrante del submarino.


La más ambiciosa, que pudo acabar en un enfrentamiento entre submarinos, se produjo el 17 de mayo. EL ARA San Luis se encuentra en tránsito a la Base de Puerto Belgrano, a donde llegaría el 19, cuando es destinado el HMS Valiant, que entraba en zona, a interceptarlo, pensando que se dirige a Mar del Plata. La idea era detectarlo en el momento más vulnerable, haciendo snorkel.



El encuentro no tuvo lugar. Dos días después sí saldría de Mar del Plata el ARA Salta en patrulla de guerra (3), pero para entonces el HMS Valiant ya no estaba allí.

En los primeros días de mayo, durante la fase embarcada, la aviación naval tuvo también una actividad intensa contra submarinos. De nuevo, treinta y dos años después, se sabe que no fue contra submarinos británicos. Tras el ataque al ARA Belgrano, el grupo del ARA 25 de Mayo buscó la protección de aguas poco profundas, procurando encontrar una mejor posición táctica para enfrentarse al grupo de batalla británico, tal vez teniendo presente lo ocurrido al ARA Belgrano y las posibilidades de supervivencia. La primera alarma surgió el día 3 de mayo cuando el ARA Santísima Trinidad, a unas 60 millas de Puerto Deseado, detectó unos ecos intermitentes. Ello obligó a mandar desde el ARA 25 de Mayo un Sea King para investigar, localizando y perdiendo el contacto sónar a 30 millas al Este de la isla Rosa.


El 4 de mayo, el grupo de batalla se encontraba con rumbo Norte en la boca del golfo de San Jorge, próximo a Puerto Deseado. Para entonces el HMS Splendid andaba ya detrás de él tratando de buscar una posición favorable. Ese día los Tracker sembraron un campo de sonoboyas que dejó al submarino entre este y el propio portaaviones, pero que frustraría las esperanzas del submarino al detectar a los aviones y tener que irse para el fondo varias veces.

(3) Volvería a puerto el 29 de mayo por problemas en los torpedos, detectados en un ejercicio realizado antes de poner proa a la zona de patrulla. ya no volvería a hacer ninguna patrulla de guerra; salió de pruebas dos días antes del fin de las hostilidades.

El HMS Splendid persistía en sus intentos por posicionarse cuando a las 11:00 Z saltaría la alarma a bordo: había detectado en sus proximidades la presencia de un submarino desconocido. No era el único. En la entrada norte del golfo de San Jorge, próximo a la isla Tova, a esa hora, el pesquero Doña Mariela vio un submarino hacer inmersión en sus proximidades.


HMS Splendid

En el golfo de San Jorge por aquellas fechas hubo mucha actividad: el 29 de abril por la noche se movilizaron las tropas de las guarniciones ribereñas ante el supuesto desembarco de comandos, donde a la mañana siguiente desaparecería un helicóptero en extrañas circunstancias y el día 1 de mayo sería avistado
desde tierra un submarino.


El 5 de mayo, el HMS Splendid volvió a tener de nuevo en el sónar al submarino fantasma, que su comandante creyó que era el ARA Salta. Ese día empezaron los problemas con un turbogenerador que le obligó a suspender, tras distanciarse, la persecución del ARA 25 de mayo. Mientras, más allá del norte del golfo de San Jorge, lo que empezó siendo un vuelo de búsqueda del ARA Sobral acabó resultando un ataque en toda regla contra un misterioso submarino que seguía al grupo de batalla argentino, pues el HMS Splendid se encontraba estancado con problemas al sur del golfo de San Jorge y supuestamente
en compañía de otro.


En las tres jornadas siguientes, los helicópteros y aviones embarcados seguirían teniendo contactos sónar y realizando ataques contra contactos submarinos. Para entonces la Fuerza Aérea argentina se había unido en la búsqueda, proporcionando apoyo a la Flota, obteniendo éxito en su cometido cuando el día 6 de mayo un F-27 localizó la estela dejada por un apéndice junto con la silueta del submarino a ras de superficie. Este avistamiento trajo confusión, pues al aterrizar se interrogó a la tripulación y se les dijo que el avistamiento correspondía al ARA Salta en pruebas de mar, a lo que la tripulación respondió que lo habían visto a 20 millas de Puerto Belgrano (4).


Treinta y dos años después se sabe que aquel misterioso submarino tenía nombre, el HMS Spartan, que se encontraba frente a la desembocadura del río Colorado, a unas 120 millas mar adentro y al norte de la posición del ARA 25 de Mayo. Iba a interceptarlo, pero nunca lo pudo hacer, lo perdió antes.


En la otra parte del mar argentino, dentro de la zona de exclusión, a la Royal Navy las cosas no le iban mejor. En esos mismos días vivió numerosas alertas submarinas, coincidiendo con sus peores momentos, que fueron difíciles de clasificar con certeza ante las difíciles condiciones que representaba la guerra submarina en el Atlántico Sur. Con la llegada, el día 12 de mayo, de la extensión de la zona de exclusión hasta las 12 millas territoriales argentinas, estos sucesos tan intensos se desvanecieron, dándose a partir de entonces casos aislados y algunos remotos, como en el fondeadero empleado por la fuerza de desembarco en las Georgias o los diversos contactos que tuvo el HMS Conqueror entre la flota pesquera formada por embarcaciones del Pacto de Varsovia y el punto de reunión de la fuerza de desembarco, que no llegó a clasificarlos con certeza, dejando a su comandante la duda.

(4) Por personal de la Armada, donde salieron a relucir las discrepancias con la fuerza aérea por un conflicto de competencias.




Los avistamientos desde el aire
Con la retirada del portaaviones a puerto, la aviación naval embarcada pasó a operar desde tierra, repartiéndose las unidades en varios puntos de la geografía argentina y perdiéndose una importante capacidad antisubmarina a favor de la exploración de superficie. Los Tracker pasaron a vigilar el mar argentino, apoyados por los aviones de la Fuerza Aérea en tales cometidos.


Los Sea King fueron trasladados a Viedma para cubrir una zona al sur de la principal base aeronaval de Puerto Belgrano, realizando día y noche misiones antisubmarinas.


Al igual que ocurrió en abril, las actividades de inteligencia volvieron a estar posiblemente relacionadas con los submarinos. La flota británica desplegó sus submarinos, ubicándolos en áreas con movimiento restringido de acuerdo a las necesidades y planteamientos tácticos. A mitad de mayo se le presentó un problema que sus submarinos no pudieron resolver precisamente por esa libertad restringida de movimiento.


Desde que el HMS Splendid perdió el contacto con el ARA 25 de Mayo, y tras reubicar al HMS Spartan para interceptarlo, sin éxito, su localización pasó a ser prioritaria y preocupante. No es hasta el 28 de mayo cuando aparece por fin en una foto de satélite en su base de Puerto Belgrano. Un día antes, un submarino, que hoy se sabe que no era británico, fue detectado por un Sea King dentro de esa barrera antisubmarina que había al sur de los accesos de la base, pero lo perdió tras efectuar dos caladas con éxito con el sónar.


Embraer EMB-111 en patrulla durante la guerra

No fue el único indicio de actividad en la zona: el 11 de abril se sembraron en ella sonoboyas, orden proveniente de alguien que sospechó misteriosamente de la presencia de submarinos. Una semana antes de estos sucesos, el 21 de mayo, tuvo lugar la misión aérea más exitosa en la localización de submarinos: un vuelo de exploración y reconocimiento lejano efectuado por un Boeing 707 de la Fuerza Aérea, que en un día cazó tres submarinos, el HMS Onyx, navegando en superficie en medio del Atlántico, a las 14:16 Z, en compañía de otro, que hizo inmersión ante la presencia del avión, y un tercero que sorprendió sumergiéndose a las 18:15 Z más próximo al continente y a la altura de Uruguay. Desde finales de 2012 se sabe algo más de esa posición.

Estaba a 480 millas de la zona donde operaban los aviones cisterna de la RAF para reabastecer a los Nimrod en su reconocimiento sobre la costa argentina, bajo la atenta mirada de un misterioso buque de guerra y un solitario pesquero.


Casi un mes después del encuentro fortuito entre el HMS Conqueror y un C-130 de la Fuerza Aérea argentina, el 4 de junio le tocaría el turno al COAN.


Durante un vuelo de exploración de uno de los aviones, un EMB111 de los adquiridos en Brasil se topó con los apéndices de un misterioso submarino a 50 millas de Río Gallegos; la brusca maniobra del piloto, casi rozando las olas, obligó al submarino a irse al fondo rápidamente.




¿Canadienses en Malvinas?
Durante los últimos treinta años han sido numerosos los testigos que afirmaron que en Malvinas se dejaron ver submarinos, ya fuera por tropas en tierra o por experimentados pilotos del Ejército y de la Fuerza Aérea. Hoy los documentos desclasificados por parte británica nos dicen que en las fechas de esos avistamientos no había ninguno de ellos en las inmediaciones de las islas.


Para entender la pregunta y ubicarla en el contexto hay que buscar respuestas a otras preguntas. Durante el inicio de la contienda, y en momentos previos a ella, los Estados miembros de la Commonwealth aportaron su grano de arena a la causa a favor del Reino Unido. Países como Nueva Zelanda, además de poner a disposición sus instalaciones de escucha y comunicaciones, hicieron lo propio con su Armada, ofreciendo sus buques para cubrir los huecos dejados en el Índico por los británicos en la Patrulla Armilla. Luego no
es descabellado pensar que algún otro Estado ofreciese, o pudiese ofrecer, un submarino.


En el lado opuesto a esos testigos, recientemente ha salido publicado un libro, Submariner Tales, de Dean S. Lewis, que si bien no es una versión oficial, no deja de ser curioso en su contenido. Treinta y dos años después, este ex-submarinista canadiense nos cuenta historias del Arma Submarina de su país, trasmitidas oralmente, y dedica un capítulo a las operaciones en Malvinas. Sus historias y las de los testigos no coinciden al cien por cien, pero guardan muchas coincidencias. El autor afirma que el Maritime Command (canadiense) aprobó que un submarino aproase hacia el Atlántico Sur el 5 de abril como apoyo a la flota submarina británica en previsión de cualquier problema, un submarino que se supone se encontraba ya en la mar y a poco más de medio camino.


De la flota canadienses, en servicio entonces con tres submarinos clase Oberon, a través de una rápida búsqueda por Internet, sabemos que uno de ellos se encontraba fuera de servicio por obras, otro se le supone en puerto y el tercero, el NCSM Okanagan, navegando en el desarrollo de las maniobras de la OTAN SAFE PASS-82, en el periodo del 8 al 19 de marzo, maniobras que se ejecutaron en esas fechas en el golfo de México y estrecho de Florida.


Según nos cuenta el autor en su libro, el submarino operó en Malvinas hasta el 4 de mayo, en que recibió orden de dirigirse a Ascensión para repostar, y de donde partiría el 22 de mayo hacia el Sur para aparecer el 27 del mismo mes en las Georgias (5).


Para entonces, a finales del mes de abril, pilotos de la Fuerza Aérea habían dado la alarma de ecos radar y luces en el mar, situados al norte de Puerto Argentino, que desaparecían cuando se investigaban. Testigos en tierra, situados en las proximidades de Puerto Argentino, afirmaban haber visto un submarino el día 1 de mayo. El día 5, durante un vuelo de exploración y reconocimiento lejano efectuado por un Boeing 707 en una zona próxima o dentro de la RED CROSS BOX (6), avistó un submarino junto a un barco de color
blanco. Suceso dudoso debido a la calificación del observador. Días después la tripulación de un helicóptero fue testigo, al norte de Puerto Argentino, de cómo se sumergía un submarino delante de ellos.


Como vemos entre el 5 de abril y el 4 de mayo, y por lo menos hasta el 10 de dicho mes, hubo actividad en inmersión en lugares en los que sabemos que no había submarinos británicos. Con respecto al tránsito a Ascensión y vuelta al Sur para el 22 de mayo, encontramos lo siguiente en aquel escenario que sí podría ajustarse a la relación distancias/días, aunque los argumentos no coinciden:


El día 21 de mayo la tripulación del Boeing 707, que avistó a la altura del paralelo de Uruguay al HMS Onyx en superficie, dio parte de haber reconocido junto a este submarino a otro más, que desapareció al poco de llegar a la vertical. Aunque por la descripción vaga que hicieron podía tratarse de un nuclear, no lo llegaron a ver, sino que lo intuyeron por el tamaño del remolino que dejó al sumergirse.

La versión que da el ex-submarinista en el libro citado es que el sumergible canadiense se dirigió el 22 de mayo hacia el Sur debido a los problemas que tenia el HMS Onyx en su sónar al haber impactado con algo. Sabemos hoy que colisionó en el fondo a principios de junio, pero no en la fecha que se menciona.


Un segundo punto de la historia que no concuerda es la presencia del submarino en las Georgias, donde dice que estuvo para apoyar a un equipo de operaciones especiales, el cual perdió dos hombres. Los sucesos no concuerdan con operaciones conocidas en esas fechas en las islas, a no ser que esto ocurriese en otro lugar previamente y como parte de la Operación Keyhole (7).


Para finalizar, menciona que el citado submarino puso proa a Halifax el 28 de junio, sin dejar constancia de dónde estuvo. Buceando en la Red, encontramos que el NCSM Okanagan aparece de nuevo en escena coincidiendo su despliegue casi con el que regreso de Malvinas. Este tomó parte en la Operación COCKFIGHT entre el 17 de mayo al 10 de agosto, operación que solo aparece para este sumergible, y en toda la historia de la Armada canadiense como parte de la fuerzas unificadas hasta el año 2000.

(5) Lógicamente es imposible para un submarino convencional ubicarse en esos lugares en esas fechas.
(6) Zona reconocida por Reino Unido y Argentina para ubicar los barcos hospital.
(7) Esta operación tuvo como finalidad expulsar a la última guarnición militar argentina en las islas Sandwich del Sur, en la base científico-militar Corbeta Uruguay, ubicada en la isla  Morrell. Finalizó el día 20 de junio, tomando parte la compañía M del 42 Comando que embarcó en el HMS Endurance, que fue acompañado por los HMS Yarmouth, RFA Olmeda y el remolcador Salvagement.


Finalización
Ha pasado mucho tiempo desde 1982, en que conocimos la guerra submarina de una manera muy distinta. Hoy sabemos que fue muy intensa, por lo que tal vez nunca lleguemos a saber quiénes estaban allí, aunque podemos imaginarlo. Las actividades clandestinas y la negativa a reconocer muchos de los ataques que sufrieron e infligieron son la causa de que no sepamos más sobre el papel de los submarinos en esta contienda.


Como toda operación que se precie con submarinos, en el artículo he omitido la parte más secreta de todas, la de la inteligencia en todas sus variantes. Si bien no hay mucho desclasificado, hay curiosidades que despiertan aún más el interés. Sucesos, por ejemplo, que relacionan a uno de estos submarinos
con la población de Natal (Brasil). Pero esto será otra historia.

Bibliografía
FREEDMAN, Lawrence: The official history of the Falklands campaign. Tomos I y II.
SCIARONI, Mariano: Tras los submarinos ingleses.
MAyORGA, Ignacio: No vencidos.
MANFREDI, Alberto N.: Malvinas. Guerra en el Atlántico Sur.
LEWIS, Dean S.: Submariner Tales.
HMS Conqueror. Report of Proceedings.
HMS Spartan. Report of Proceedings.
HMS Onyx. Log mes mayo y junio.
HMS Splendid. Report of Proceedings,
HMS Valiant. Report of Proceedings.
DEFE 58/263. Vuelo de largo reconocimiento efectuado el 15 mayo por el Nimrod XV232.
FCO 7/4507. Pesqueros y presencia soviética en Malvinas.
BÓVEDA, Jorge R.: uno contra todos. La historia secreta del ARA San Luis durante la guerra del Atlántico Sur.
—El Secreto del ARA Salta. elSnorkel.com.
COLI, Carlos A.: La flota de mar en la guerra del Atlántico Sur. Su actuación posterior al 2 de abril.
AMENDOLARA, Alejandro J.: Hundan al portaaviones.
Historia de la Aviación Naval Argentina. Tomo III. «Malvinas».
Historia de la Fuerza Aérea Argentina. Tomo VI. Volumen I y II. «El Accionar de la Fuerza Aérea en Malvinas».
New York Times. 14 de abril de 1982.
National Photographic Interpretation Center (CIA/USA). Argentine Naval Combatants, 28 de mayo de 1982.
Diversas fuentes de Internet y foros con participación de veteranos de guerra, argentinos y británicos.

Titulo Original:SUBMARINOS EN MALVINAS
Fuente: Revista General de Marina  Octubre 2014 (España)
Autor: José Javier GUERRERO DEL CAMPO


www.elsnorkel.com

Agusta A 109A MkII Hirundo durante la guerra

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Texto de Carlos Ay en Defensa y seguridad  

El Agusta A-109 es un helicóptero liviano, biturbina de ocho asientos desarrollado por el fabricante italiano Costruzioni Aeronautiche Giovanni Agusta (hoy AgustaWestland) que voló por primera vez en agosto de 1971. Concebido con una serie de roles en mente (transporte liviano y ejecutivo, evacuación médica y búsqueda y rescate), fue construido en aproximadamente 10 versiones diferentes y en varios sub-tipos, lo que le ha garantizado una corrida de producción que se extiende por más de 35 años. Y si bien se lo concibió bajo estándares de la aviación civil, su robusto diseño eventualmente le abrió un receptivo mercado militar, en el cual más de 20 naciones lo han incorporado a sus fuerzas armadas y de seguridad. En la segunda mitad de la década de 1970, de hecho, el Ejército Argentino fue la segunda fuerza armada en adquirirlo, lo que se concretó con la compra de nueve ejemplares de la versión inicial, el A-109A Hirundo (Golondrina), para formar el núcleo de una unidad de helicópteros de exploración y ataque en el seno del Batallón de Aviación de Combate 601 (B Av Comb 601). Transportados por vía aérea hasta la Argentina, los helicópteros fueron montados en Campo de Mayo y librados al servicio a partir del 19 de diciembre de 1979.

Su operador inicial fue la Compañía de Helicópteros de Ataque (Ca Helic Atq), la que también operaba una cantidad de helicópteros SA-315B Lama en operaciones de exploración, evacuación médica y vuelo en zonas cordilleranas. En el tumultuoso período que siguió a la campaña malvinense de 1982, la unidad atravesó una rápida sucesión de cambios, deviniendo en Sección de Helicópteros de Exploración y Ataque (Sec Helic Expl Atq) en abril de 1985, Compañía de Helicópteros de Exploración y Ataque (Ca Helic Expl Atq) en noviembre de 1986 y, finalmente, Escuadrón de Aviación de Exploración y Ataque 602 (Esc Av Expl Atq 602) el 15 de diciembre de 1986. Además de adoptar el lema “Pro Patria Pugno” (Luchar por la Patria), este último cambio determinó el remplazo del escudo del B Av Comb 601 por uno nuevo y propio del escuadrón. Además de ceder sus Lamas a otras unidades que se estaban creando en la zona cordillerana, el escuadrón quedó constituido por una Sección Ataque, re-equipada con UH-1H Hueys, y una Sección Exploración, que continuó operando los A-109As.
Dos A-109As y un UH-1H no identificados fotografiados en la base de despliegue de Arroyo Caprichoso durante la guerra de 1982 (foto: vía Sergio Dalvano)

Tiempos de guerra
A poco de producirse el desembarco en Malvinas del 2 de abril de 1982, la Ca Helic Atq recibió órdenes de alistar tres de sus A-109As para desplegar a las islas. El primero de ellos partió de Campo de Mayo el 6 de abril y, tras hacer escalas en Comandante Espora (Buenos Aires) y Comodoro Rivadavia (Chubut), se trasladó hasta Malvinas a bordo del rompehielos naval ARA Bahía Paraíso. Siguiendo un derrotero similar, los tres Hirundos llegaron a las islas hacia el 9 de abril. Junto con cinco SA-330L Puma, dos CH-47C Chinook y nueve UH-1H Huey, los Agustas conformaron un destacamento de Aviación de Ejército que operaría bajo el mando del segundo comandante del B Av Comb 601 y se estacionaría inicialmente en las barracas que la Infantería de Marina Real ocupaba en Arroyo Caprichoso, al Oeste de Puerto Argentino. Durante el resto del mes de abril, se les encomendaron misiones de escolta armada para sus contrapartes de mayores dimensiones y realizaron vuelos de reconocimiento y transporte de tropas con los cuales se montó el esquema de defensa terrestre de las islas. Tres A-109As adicionales desplegaron a Comodoro Rivadavia y un cuarto (un ejemplar civil perteneciente a la Provincia de Córdoba) fue movilizado y estacionado en Río Gallegos (Santa Cruz) durante el conflicto.


Un fantástico documento que muestra los dos A-109As argentinos capturados por los ingleses durante su traslado al Reino Unido en la bodega del buque de desembarco HMS Fearless (foto: vía Hernán Orozco)

Tras el inicio de las hostilidades del 1 de mayo, los Agustas continuaron brindando escolta armada para Pumas, Chinooks y Hueys que realizaban misiones de transporte de tropas, apoyo logístico, infiltración/extracción de comandos y evacuación médica. En los 68 días que estuvieron desplegados en las islas, los Hirundos acumularon 250 horas de vuelo y operaron hasta el cese del fuego del 14 de junio, perdiéndose sólo un helicóptero bajo fuego enemigo pero sin tener que lamentar pérdidas humanas entre sus tripulaciones. Amén de conseguir medallas para al menos dos de sus tripulantes, los A-190As estuvieron involucrados en acciones de combate real durante el desembarco británico en San Carlos (22/23 de mayo) y durante las batallas de Pradera del Ganso (fines de mayo) y Puerto Argentino (mediados de junio). Su supervivencia se atribuye a las técnicas de vuelo rasante empleadas durante el conflicto y a los cambios de base de operaciones que realizó el destacamento aeronáutico militar para evitar su eliminación por fuego enemigo; desplazando aleatoriamente los helicópteros y su cadena logística entre Arroyo Caprichoso, los montes Kent y Dos Hermanas y el hipódromo de Puerto Argentino durante los 45 días de combate efectivo.

Una imagen exótica y poco conocida que da cuenta del uso de un A-109A (probablemente el ZE411, ex AE-334) para proveer apoyo aéreo durante un ejercicio de fuerzas especiales británicas

Exiliados y reclutados para operaciones especiales
Los dos ejemplares sobrevivientes fueron capturados en el hipódromo de la capital isleña por tripulantes del Escuadrón Aéreo de la 3ª Brigada de Comandos de la Infantería de Marina Real. Traspasados al Escuadrón (Aeronaval) 846, se trasladaron hasta el Estrecho de San Carlos y se embarcaron en el buque de desembarco HMS Fearless para un largo periplo hasta el Reino Unido. Repintados con marcas y códigos británicos (el AE-331 recibió los códigos “VC” y “CC” y el AE-334 recibió el “VV”), ambos desembarcaron en Plymouth el 13 de julio y pasaron varios meses en exposiciones con las cuales se celebraba la victoria del 14 de junio. Tras una evaluación de casi seis meses de duración, a mediados de 1983 se decidió ponerlos nuevamente en servicio operativo a la par de otros dos ejemplares totalmente nuevos adquiridos a la firma Alan Mann. Rematriculados con identidades militares británicas (ZE410 para el AE-334 y ZE411 para el AE-331), los Hirundos argentinos fueron asignados al Ejército Real para operar desde Netheravon (Wiltshire) en apoyo a tropas de elite. En una carrera que se extendió por otros 26 años, ambos aparatos operaron con una variedad de discretos esquemas de pintura civiles que ocultaban su verdadera naturaleza militar. Retirados en 2009, ambos aparatos se conservaría en museos británicos.


Caracteríticas

Origen: Italia
Tipo: Helicóptero polivalente
Planta Motriz: Dos turboejes Allison 250-C20B de 420 HP estabilizados a una potencia unitaria de 346 HP
Prestaciones: Velocidad máxima de crucero 278 km./h; Régimen ascensional: 503 m por minutos; Techo de servicio: 4450 m; Alcance con el combustible máximo y sin reservas 556 km.
Pesos: Vacío 1790 kg.; Máximo en despegue 2600 Kg
Dimensiones: Diámetro del rotor principal 11,00 m; Longitud con los rotores girando 13,05 m Superficie discal del rotor principal 95,03 m² Altura 3,30 m
Armamento: Tan pronto llegaron los A-109As a Campo de Mayo, el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas fue convocado para artillar los helicópteros italianos. A ese efecto, en la parte posterior del fuselaje se instaló un brazo soporte removible con cuatro amarres para armamentos externos; mientras que en la cabina se habría instalado una mira de tiro no determinada. En sus 25 años de operación, las cargas externas más comunes en los Hirundos fueron barquillas de ametralladoras FN Herstal calibre 7,62 mm y cohetes Albatros calibre 70 mm en lanzadores de 7 y 9 tubos tipo XM157 y XM158, producidos localmente con el nombre Gallo.


Fuentes utilizadas por el autor:
- C. ABELLA: Newsletter ROLL Out (edición del autor, Argentina, mayo de 1997).
- D. DONALD and J. LAKE, editors: World Air Power Journal/Encyclopedia of World Military Aircraft (Aerospace Publishing, United Kingdom, 1994).
- E. MARTÍN & O. L. RODRÍGUEZ: La Aviación en el Ejército Argentino (edición de los autores, Argentina, 1991).
- J. A. BOCAZZI: Compilación Malvinas (Ediciones Gráfica Sur, Argentina, 2004).
- VARIOS AUTORES, Revistas Pista 18 (Argentina, 1994-1999).



www.gacetaeronautica.com
www.laperlaaustral.com.ar

Un encuentro con los Gurkas

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Relata: Teniente Ugarte -Escuela de-Aviación Militar

El misil SAM-7 "Estrella Roja" es un arma portátil utilizada por la infantería de varios países del mundo; tiene cabeza térmica y una vez "enganchado" al blanco, avisa con dos señales, una sónica y otra lumínica que está listo para ser disparado. 


Realizamos el cruce a Malvinas la primera tanda de operadores de este misil, junto con el Suboficial Ledesma de Artillería Antiaérea Argentina. En la mitad del viaje fui invitado a la cabina de la "Chancha"—(Hércules C-130) y realmente me impresioné por lo cerca que volábamos de las olas, cada tanto borradas por 1a capa de neblina. Me asombró la serenidad de los tripulantes; me llegaron a despertar admiración por su valentía hombres como el Comodoro Beltramone, el Mayor Veliz y el Mayor Bruno. La vista de la tierra me tranquilizó y el aterrizaje fue preciso como toda la operación.


Puerto Argentino
Me destinaron al aeropuerto. El Mayor Maiorano y el Capitán Savoia estaban a cargo de la defensa del mismo y me indicaron mi zona de responsabilidad. Cumplíamos turnos de guardia con el misil, esperando con ansias la aparición de un Harrier. Desgraciadamente utilizaban sus "regalos" desde muy alto por lo que todos temíamos que alguna de esas bombas "rifadas" nos cayera a nosotros.


Bahía Fox
Un día el Capitán Savoia me ordenó que junto con el Cabo Principal Bevilacqua y el Cabo Peirone, concurriéramos en helicóptero desde el "bunker" (refugio) de artillería antiaérea a una zona que estaba siendo atacada por el enemigo. En ese helicóptero tuve la sorpresa de encontrarme con dos compañeros míos, los Tenientes Longar y Pinto.Llegamos al lugar: era Bahía Fox. Encontramos varias casas destruidas por el bombardeo de los Harrier. Había también un Teniente de Ejército herido.


A cargo de esa fracción estaba el Mayor de Ejército Minorini Lima, que realmente demostraba, junto con sus hombres, que eran buenos profesionales. Allí se encontraban muchos sobrevivientes de los barcos nuestros, hundidos por los ingleses. A la noche iniciaron las fragatas un cañoneo que ocasionó varios muertos y heridos. Nosotros estábamos esperanzados en que intentaran el desembarco allí, porque los esperábamos con los brazos abiertos. En cada cañoneo controlábamos el mar, esperando ver las lanchas de desembarco.


En el primer cañoneo pegaron en el Puesto de Comando, en el que yo me encontraba, destruyendo una de sus dos habitaciones —gracias a Dios la que estaba vacía. A la mañana siguiente escuchamos el ruido de nuestros aviones que iban hacia las fragatas. Decirlo no parece importante, pero ver aviones propios que atacan al enemigo es un respaldo anímico y sicológico muy grande. 


Un día interceptamos una comunicación de un inglés que pedía ayuda para un piloto que se había eyectado y estaba herido en su granja. Cuando escuchamos al piloto y reconocimos la voz del Teniente Héctor Luna, nos emocionamos. 


30 Kilómetros al sur de Darwin
Nos vino a buscar un helicóptero y nos dejó en una zona en donde se encontraba una patrulla, formada por un Sargento primero de Ejército y siete soldados. A las 18:00 horas el Teniente Longar nos pasaría a buscar para llevarnos de regreso; no volvió más. En mi ausencia habían tomado Darwin. Decididos a no entregarnos, construimos un refugio en la ladera de un acantilado frente al mar y lo utilizamos como campamento base; desde allí salíamos a patrullar en busca del enemigo. Al tercer día se nos acabó el alimento y cazamos una avutarda (ave parecida al ganso). Debido a que temíamos ser descubiertos si encendíamos fuego, calentábamos trocitos de la misma con un encendedor descartable y los comíamos. Lo mismo hacíamos con mejillones y otros frutos del mar; llegamos a comer hasta un repollo que encontramos en una quinta abandonada.


El frió era mucho, tanto que un soldado comenzó a presentar síntomas de gangrena en un pie.
A medida que fueron pasando los días se hizo necesario hacerlo per manecer todo el tiempo en el refugio. 


Cada día que pasaba me hacia sentir más débil, pero igual trataba de demostrar firmeza para que mis subordinados no decayesen. Pero al anochecer me retiraba a algún lugar solitario, prendía un cigarrillo a cubierto y luego rezaba mientras se me escapaban algunas lágrimas de impotencia; luego volvía desahogado y nuevamente dispuesto a la lucha.

La mala alimentación y el frío nos debilitó tanto que sufríamos mareos y dolores de cabeza continuos. Si bien la comida era mala pero no faltaba, el problema consistía en no poder cocinarla. Nuestras esperanzas se desvanecían al escuchar en nuestra radio el avance inglés sobre Puerto Argentino. Los días pasaban y cada vez estábamos peor, nevaba, había mucho viento y nuestra debilidad aumentaba. Doce días después de vivir en esas rigurosas condiciones salí en una patrulla con dos Suboficiales de Fuerza Aérea que presentaban una moral elevadísima. Cuando regresábamos vimos entre la neblina (ya habíamos sido alertados por el ruido) a un helicóptero posado junto al campamento, muchos soldados ingleses y el Suboficial y los soldados nuestros con las manos a la nuca. (Había también tres helicópteros Sea Linx y dos Sea King).


Escapamos lo más rápido que podíamos (ya que estábamos extenuados) para evitar correr la misma suerte pues la desproporción era mucha. Súbitamente, desde atrás de una loma aparecieron dos helicópteros en vuelo que nos intimaron rendición por altoparlantes; les contestamos tirándoles con nuestros fusiles FAL, por lo que se escondieron en vuelo bajo detrás de una elevación para aparecer en otro punto atacándonos con cohetes que explotaron muy cerca.


Mientras esto ocurría sin que lo notáramos, nos iban rodeando los Gurkas (mercenarios de Nepal que combaten defendiendo a quienes los han convertido en colonia y despojado de sus sagradas tradiciones). 


Llegamos a una casa abandonada; aparentemente no había nadie, pero desde unos cincuenta metros, atrás de una roca apareció un Oficial inglés y nos pidió que nos rindiéramos. Uno de los Suboficiales le efectuó un disparo, y casi en el mismo instante nos vimos rodeados por alrededor de treinta y cinco Gurkas. Pensé que estábamos perdidos y dije a mis hombres


—"¡Ya no hay nada que hacer, resistir es solo hacerse matar inútilmente, arrojemos las armas al suelo!"—


El Oficial dio un grito y los Gurkas se nos vinieron encima; cuando íbamos a reaccionar, el inglés dio otro grito en nepalés y los "chinitos" se frenaron como el perro cuando grita su amo. El inglés empezó a gritar que pongamo s las manos en alto y, pese a que ya lo habíamos hecho seguía gritando por lo que le dije, en inglés, que deje de gritar. Él me contestó que estaba muy nervioso. Nos comenzaron a rodear, esgrimiendo en una mano el fusil y en la otra un cuchillo curvo que sacaban por detrás del cuello; vociferaban y hacían gestos como diciendo que nos iban a degollar.


Nos tiraron al suelo y nos apuntaron con el fusil a la cabeza. Estábamos tan cansados que ya no teníamos noción de lo que ocurría. El oficial inglés relataba todo lo que ocurría por un micrófono que tenía en el casco. Cada tanto venía alguno y nos apoyaba la punta del cuchillo en el cuello, haciendo gestos de que nos iban a degollar. En esos momentos vinieron a mi mente recuerdos de escenas vividas con mi esposa y mi hijo y me puse a rezar. Pasamos la noche con un Gurka al lado de cada uno, con la punta de su cuchillo en nuestro
cuello.


Al otro día fuimos trasladados en un Sea King a San Carlos. Los Gurkas son de baja estatura, rasgos achinados, muy disciplinados y muestran un respeto rayano con el temor por los Oficiales ingleses. Para ellos parece ser un motivo de orgullo pertenecer al ejército británico. Son místicos, exaltados, nerviosos, creo que hasta que tuvieron el dominio total, tanto el inglés como ellos tenían más miedo que nosotros y me parece que los gritos que daban era para descargar los nervios.


Me llevaron a un interrogatorio.
—"¿Rango?"— me preguntó un Oficial inglés.
—"¡Air Forcé Lieutenent!"—(Teniente de la Fuerza Aérea)— le dije.
—"¡Pero, y ese uniforme verde?!"—(me preguntó en inglés)—
—"Es el que usamos los artilleros— le dije.


Inmediatamente el Oficial inglés cambió su actitud agresiva y los Gurkas se hicieron a un costado, demostrando respeto; me desataron y me llevaron con los otros prisioneros de la Fuerza Aérea sin hacerme más preguntas. Luego me enteré que los Gurkas habían presenciado ataques de nuestros aviones, lo que los había impresionado mucho, pues admiran el valor y el desprecio a la vida. Creo que no nos veían como enemigos, sino como profesionales que los enfrentábamos.


Cuando fui trasladado en un barco al continente, el soldado inglés que me llevaba la comida, golpeaba discretamente la puerta y decía:
—"¿Chieff?" (Jefe). Yo advertía en su discreción un oculto homenaje al valor de los miembros
de la Fuerza Aérea Argentina. Cuando vi a mi esposa y a mi hijo, agradecí a Dios los años por vivir, a los que yo había dado
por perdidos.

( Extraído directamente del libro "Con Dios en el alma y un halcón en el corazón" de Pablo M. Carballo )


www.guerrademalvinas.jimdo.com

Agonía a bordo de un buque británico

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En 1982, Bob Mullen tenía 23 años y era un marinero principal en el destructor británico Sheffield. 

El 4 de mayo de ese año presenció el ataque argentino al buque, que finalmente se hundió en el frío Atlántico Sur. En el episodio murieron 20 militares y 24 resultaron heridos.

Mullen se retiró recientemente de la marina y actualmente vive en la ciudad de Portsmouth. En diálogo con la BBC, contó lo que ocurrió cuando el primer barco de la Fuerza de Tareas (Task Force) fue alcanzado durante la guerra de las Falklands o Malvinas.

Debió ser el mismo día de la invasión cuando nos informaron que seríamos enviados directamente al sur; estábamos regresando a Portsmouth desde el Golfo Pérsico.

"Tan pronto como nos dijeron que iríamos a las Falklands, todos nos preguntamos: ¿por qué no navegamos hacia el norte?, ¿no están esas islas cerca de las Shetlands?, ¿qué hacen los argentinos en la costa escocesa? y ¿por qué no invadieron un sitio más bello y soleado como Barbados?

En los primeros momentos creo que no fui consciente de las muertes. Vi al mecánico jefe John Strange y a otro hombre siendo trasladados, severamente quemados

"En ese momento nos sentimos algo conmocionados. Era como si hubiéramos sido entrenados como plomeros y nunca hubiésemos reparado una tubería. Teníamos que enfrentar nuestros miedos y así estuvimos hasta que todo estalló.


"Yo era soltero en aquel momento y no tuve oportunidad de hablar con mis padres antes de partir. Mi padre había servido en el ejército, de modo que él y mi madre sabían de qué se trataba. En la primera carta que recibí de ellos, en la isla de Ascención, me dijeron simplemente: 'Cuidate'.

"Sólo había un conscripto a bordo, que tenía apenas 16 o 17 años, por debajo de la edad de reclutamiento. El capitán se convirtió en su custodio legal y hubo un debate sobre si enviarlo o no de regreso a casa, si debía permitírsele o no ir a la guerra.

"Le preguntaron y él respondió: 'Quiero ir'. Y al final hizo un buen trabajo combatiendo el fuego cuando fuimos atacados.

"A bordo del Sheffield yo realizaba diversas tareas en la cubierta, además de vigilar en la sala de observación.

"Lo primero que hicimos fue arrancar las alfombras para evitar el riesgo de incendios. Se quitaron las puertas de los baños porque podían derretirse. Todo el equipamiento que no era esencial fue dejado en Ascensión. La tripulación debió limpiar sus casilleros e incluso se quitaron las cortinas alrededor de las literas. Íbamos a la guerra y debíamos deshacernos de todo ello.

"Me avergoncé de cómo nos trataron cuando regresamos (...) Fuimos descritos como héroes".

"Una de las cosas más divertidas que tuve que hacer con algunos compañeros fue crear códigos para no utilizar lenguaje puro en las comunicaciones radiales. Hubo un buque argentino que fue bautizado como 'Tetera'. Otros fueron llamados 'Barra de Mars' y 'Freno de mano'.

"Había excitación a bordo del Sheffield y creo que no sabíamos exactamente en qué nos metíamos. Nadie pensaba que la guerra llegaría tan lejos.

"El 1º de mayo cruzamos la zona de exclusión [declarada alrededor de las islas por Londres]. En ese punto nos dimos cuenta de que la situación era realmente seria.

"El primer hecho serio fue el hundimiento del crucero General Belgrano. Yo estaba de guardia en ese momento y vi una señal de flash, la más importante en la comunicación naval.

"Supimos que el buque argentino había sido torpedeado. Todos festejaron: '¡Sí! Ahí tienen lo suyo'.

"Pero después el teniente primero Mike Norman se metió en medio del festejo y dijo: 'Ellos (los argentinos) son marinos como nosotros. A cientos de millas hay unos 500 hombres nadando en el agua y tratando de sobrevivir. Pueden estar muertos o congelados. Y mañana podemos ser nosotros.

"Honestamente, no pensábamos en las vidas a bordo de ese barco. Para nosotros el hundimiento del Belgrano significó una amenaza menos. Era sólo un nombre. Y supongo que el piloto que disparó el misil Exocet sintió lo mismo.

El impacto, lejos de mí, produjo un ruido apagado, extraño; no sonó como una explosión

"El día del ataque era calmo y soleado. Yo estaba fuera de servicio, tratando de dormir dos cubiertas abajo en la popa. El impacto, lejos de mí, produjo un ruido apagado, extraño; no sonó como una explosión.

"En pocos segundos comenzó a salir humo negro. Tratamos de sumarnos al esfuerzo de quienes combatían el incendio y me pregunté: '¿Qué estoy haciendo acá? No sé qué nos impactó. ¿Fuimos torpedeados? Estoy dos cubiertas abajo y no sé si nos estamos hundiendo'. Subimos y vimos humo saliendo de un agujero de medio metro. Nos dimos cuenta de que había sido un Exocet.

"Comprobamos aliviados que el hoyo se encontraba por encima de la línea del agua y pensé que sólo seguíamos flotando porque el misil no había detonado.

"En los primeros momentos creo que no fui consciente de las muertes. Vi al mecánico jefe John Strange y a otro hombre siendo trasladados, severamente quemados. Luego vi el cadáver de Dave Briggs, que murió asfixiado.

"Las siguientes cinco horas parecieron transcurrir en 20 minutos. La pintura del barco fue una de las primeras cosas que lanzamos por la borda, por temor a que se prendiera fuego. Pero cuando el calor se acercaba a la cubierta, comenzamos a arrojar también las municiones.

"El capitán Sam Salt dirigía todo. Tenía mucha experiencia y era respetado. Era una figura paternal: todo lo que decía y hacía era sacrosanto. Pero estaba conmocionado, lo veíamos en su rostro.

"El único momento en el que estuve asustado fue cuando yo y otros dos compañeros nos hallábamos solos en una pequeña sala con maquinaria. Se cortó la energía y escuchamos crujidos, sonidos que el buque nunca había emitido.

"Cuando estábamos rodeados del resto de la tripulación nos dábamos coraje unos a otros. Pero cuando nos quedábamos solos, la cabeza comenzaba a jugarnos una mala pasada.

"El fuego continuó y cuando se acercaba al sector donde había potentes explosivos, se tomó la decisión de abandonar el Sheffield.

"Lo más horrible de dejar un barco es que todo lo que uno tiene está allí. Es como mirar desde afuera cómo se quema la propia casa. La vida entera está ahí. Una de mis tareas era vigilar la línea que vinculaba el buque que nos rescató, el Arrow, con nosotros. Cuando mis compañeros pasaron al otro barco, me saludaron gritando: '¡Adiós, Bob! Fue un gusto conocerte'.

"Después de ser llevados a Ascención nos dirigimos a Brize Norton. Me avergoncé de cómo nos trataron cuando regresamos. En los diarios fuimos descritos como los héroes del Sheffield. Pero no nos sentíamos así. Es que habíamos perdido nuestro destructor". 


BBC

La misión de bombardeo mas larga de la historia,volaron desde las islas británicas hasta Malvinas

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La misión pedía el bombardeo de la pista de Puerto Argentino, para que no pudiera ser utilizada por un tiempo y se dificultara las supuestas tareas de alargamiento. Sin embargo, era evidente que un solo avión, incluso del tamaño del Vulcan, difícilmente podría inutilizarla por completo. No se podía hacer un bombardeo de saturación porque para eso se requerían varios aviones; tampoco una pasada a baja altura con bombas especializadas ya que el aparato no estaba diseñado para eso. De manera que se planeó un ataque pensando en un éxito limitado, más que nada para dar un mensaje.

Hacia las 2250 del 30 de abril comenzaron a despegar en sucesión los 11 cisternas Victor, seguidos luego por dos Vulcan. Algunas versiones dicen que ambos debían llegar a destino, otras, que solamente era un avión de respaldo. Lo cierto es que el avión primario tuvo problemas para presurizarse y el de reserva fue el que quedó disponible. Además, uno de los Victor, que sí iba de reserva, tuvo un problema con su sistema de repostaje y tuvo que volver.

Con 21 bombas de 454 kg, el perfil de la misión del Vulcan era típico (alto, bajo, alto): llegar al área volando a 25.000 pies (poco más de 8.000 metros), bajar a 250 pies (menos de 100 metros) para evadir el radar, y luego subir a 10.000 pies (unos 3.300 metros) para lanzar las bombas. 


Después de la pérdida del primer Victor, el tema del combustible no fue problema, ya que todos los sistemas de los tanqueros funcionaban adecuadamente. Sin embargo, se manifestó un problema inesperado: la formación completa consumía el combustible más rápido de lo calculado. El teniente de patrulla Withers, tripulante del Vulcan, declaró que a ellos les habían dicho que los Victor los llenarían de combustible, pero aparentemente había algún problema que impedía que los tanqueros entregaran el suficiente combustible. Como resultado, los cisternas, más cargados, también gastaban más combustible.

Había entonces motivos suficientes como para abortar la misión, estando en juego toda la escuadrilla, pero se decidió continuar para al menos alcanzar el objetivo; Withers estaba incluso preparado para abandonar el avión en el viaje de regreso.

"Nos acercamos a la isla más o menos en el rumbo y empezamos a descender a unas 290 millas. Hicimos un descenso sin aerofrenos a razón de 1 500 a 2 500 pies por minuto, a 300 nudos y con los gases cerrados. Nivelamos a unos 2 000 pies y a 230 millas de distancia. Tuvimos un fallo en el indicador de velocidad durante el descenso, lo que dio más emoción a la cosa. Fuimos nivelando gradualmente el descenso, hasta quedamos a unos 300 pies cuando faltaban 46 millas para el objetivo. En ese punto subí a 500 pies por si podía ver algo en el radar, y al momento el receptor de alerta cobró vida." 


Efectivamente, el radar de alerta temprana TPS-43 de Puerto Argentino los había detectado. Sin embargo la tripulación lo ignoró por el momento: sabían que habían sido avistados pero eso no cambiaba mucho: no había cerca aviones argentinos que pudieran derribarlos.

Comenzaron entonces el ascenso a 10.000 pies, de manera que las bombas cayeran a mayor velocidad y estallaran luego de penetrar la pista. La ausencia del esperado fuego antiaéreo permitió que el bombardero volara nivelado, manteniendo altura y velocidad constantes.

"Era una noche tranquila; todo parecía en calma. La distancia iba reduciéndose de forma regular y paulatina. Había activado todos los interruptores. Abrimos las puertas de la bodega de bombas a unas 11,5 millas del objetivo. Esperaba fuego antiaéreo y, quizá, que me disparasen misiles, pero no sucedió nada de eso." 


Apenas abiertas las puertas de la bahía de bombas, el sistema de alerta radar del avión se activó, haciendo solar una característica nota aguda. Un radar de control de tiro estaba tratando de acerrojar al Vulcan lanzarle misiles antiaéreos. Habíando esperado esto, los sistemas ECM instalados fueron activados, interfiriendo el radar.

Llegado el momento, las 21 bombas fueron lanzadas. "Había previsto que, en cuanto hubiese soltado todas las bombas, daría gases a fondo y efectuaría un viraje ascendente a la izquierda de 1,8 g a plena potencia. Así lo hice, pero como no parecía haber reacción, aflojé un poco. Aquello era casi frustrante.


"Aguanté dando gases a fondo durante dos millas, llevando una velocidad de 350 nudos. Pasarían 20 segundos entre la liberación de las bombas y el impacto de la prim era; la salida de las 21 bombas duró cinco segundos. Por lo tanto, cuando explosionaron las bombas llevábamos 15 segundos de viraje y habíamos cubierto 45 grados a la izquierda."


Teniendo en cuenta que el Vulcan no era el bombardero más preciso del momento, habiendo sido diseñado además pasa usar otro tipo de armamento, se había calculado que lo mejor era atravesar la pista en un ángulo de 30 grados, intentando que cada bomba cayera a intervalos de 15 metros. Las bombas cayeron y la tripulación vio las explosiones.

Realizada la misión, Withers admite que la tripulación se mantuvo callada y algo pensativa: Gran Bretaña había asestado el primer golpe a las posiciones argentinas, iniciando de alguna manera la guerra. En el momento indicado, se emitió la palabra código para anunciar que todo había salido como lo planeado: Superfuse. El resto del viaje de ocho horas fue, como es de imaginar, bastante aburrido.

A pesar de todo el esfuerzo puesto en la misión, solamente una bomba de 454 kg golpeó la parte central de la pista de Puerto Argentino; la siguiente cayó muy cerca pero hacia el costado. La que dañó la pista, sin embargo, causó un cráter de siete metros de profundidad por diez de ancho, demostrando a las claras lo que podría haber pasado con un poco menos de suerte. 


En la fotografía se pueden apreciar los impactos y contar los 21 cráteres (aunque algunos sean difusos) en dos hileras. Aunque fácilmente podría acusarse al piloto de no hacer un buen trabajo, el hecho es que poco podía pedírsele a un avión diseñado en los 50s, con tecnología de esa época, volando solo en la oscuridad, con bombas no especializadas, de hierro, de los 40s. De todas maneras, aunque los ingleses hubieran preferido un daño mayor, el mensaje estaba dado: podían atacar Malvinas con bombarderos pesados y sin tener mucha respuesta.

Según relatos de las fuerzas argentinas, el avión pudo ser escuchado e identificado ya que no sonaba como uno propio. Los daños fueron escasos, más allá de algunos vidrios rotos que provocaron heridas leves, y algunos neumáticos pinchados por las esquirlas. Sin embargo, una de las bombas dio exactamente en la mitad de un grupo de carpas en las que dormían muchos soldados. Por una de las casualidades de la guerra, esa fue la única bomba que no estalló, quedando incrustada en el suelo y mostrando parte de su contenido. Según estos relatos, las bombas cayeron más separadas de lo que pretendían los ingleses, a entre 30 y 40 metros.

Uno de los efectos esperados por los ingleses aparentemente se alcanzó. La FAA se vio forzada a derivar cazas que se usaban en las Islas Malvinas hacia bases en el continente, ateniéndose a la posibilidad de que el enemigo intentara atacar instalaciones en tierra firme.


Para los británicos quedaron demostradas tres cosas: era necesario practicar las maniobras de reaprovisionamiento y mejorar su puntería nocturna. Además, los ya anticuados Vulcan y Victor no eran nada confiables para una misión de este tipo.

www.guerrademalvinas.jimdo.com

Héroe de Malvinas soldado Julio Rubén Cao: Un maestro que lo dió todo por la patria

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El soldado Julio Rubén Cao nació en Ramos Mejía el 18 de enero de 1961. Se recibió de docente, cursando luego el profesorado de literatura y de magisterio. Ejerció la docencia en las escuelas Nº 95, 96 y 32 de La Matanza y en el año 1981 cumplió el Servicio militar obligatorio en el RIM III "General Manuel Belgrano" de La Tablada, provincia de Buenos Aires.

Terminado el Servicio militar obligatorio, volvió a ejercer la docencia hasta que, con motivo de la recuperación de las islas, se presentó como voluntario un 12 de abril de 1982, y fue destinado con su unidad a Puerto Argentino.

Las notas fueron tomadas del diario Clarín y la idea ha sido de Marga Grigera.

Soldado Julio R. Cao
Javito. Javier. Torito. Así le hablaba Julio Rubén Cao a su hijo, mientras aún estaba en la panza de su mujer Clara Barrios. Pero el 28 de agosto de 1982 nació una nena y la bautizaron Julia en honor al papá, uno de los pocos voluntarios de la guerra de Malvinas. Julio murió a los 21 años el 14 de junio de 1982. El día de la rendición argentina.

Parece una doble injusticia. Julio no tenía la obligación de ir. Pero fue. Aguantó toda la guerra en el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 del Ejército. Tuvo hambre, frío, sufrió la brutal humedad de los pozos de zorro y falleció el último día. "En cierta parte fue su elección y en cierta parte fue el destino". La que habla es Julia, esa beba que nació en 1982. Es una de las hijas de la guerra y creció con las historias que le transmitió su mamá, embarazada de cinco meses cuando Julio fue a Malvinas.

"Tengo el recuerdo de mi mamá contándome que papá no estaba, que estaba en el cielo y que había muerto en Malvinas", cuenta Julia. Para ella fue natural crecer con esa historia. "Era algo que lo tenía incorporado, pero -cuando empecé el primario- me daba cuenta del impacto que causaba en las otras personas. Adultas y también en niños", dice Julia, el pelo largo, coqueta, tatuada. Sus maestras se quedaban heladas y "trataban el tema con especial cuidado porque sabían que había una persona que estaba involucrada directamente".

Delmira Cao, la mamá de Julio, también ha estado muy involucrada con Malvinas. En estos 30 años su batalla ha sido contra el olvido y la victimización de los ex combatientes y caídos. "Nunca quise que mi hijo fuera el pobrecito porque mi hijo había sido un valiente que había luchado mucho. En zonas carenciadas, en villas de emergencias. Trabajaba en La Ferrere, arreglaba aulas de las escuelas antes de irse a la guerra". Julio era maestro.

"Le gustaba Serrat. Amaba a Gandhi. Hacía ayunos como Gandhi. Le gustaba la paz. Era amigo de la paz, pero cuando le tocó ir no dudó. Era más importante lo que tenía que hacer por su patria", dice su madre con el recuerdo aún vivo de aquella mañana en la que Julio cruzó la vereda hasta su casa para decirle que había decidido ir a luchar a Malvinas.

Julio le dijo: "Yo como maestro y como ser humano con valores no puedo dejar de ir. ¿Cómo me siento después detrás de un escritorio si ahora me escondo debajo de la cama?", le preguntó a su mamá. Sus compañeros, conscriptos clase 61, estaban siendo convocados. Y aunque a Julio nunca le llegó la carta para que se presentara en el Ejército fue igual.
El maestro Julio Cao con sus alumnos
En 1991, Delmira y Julia, que tenía sólo 9 añitos, viajaron a Malvinas. En el cementerio de Darwin adoptaron una de las 230 tumbas a la que cuidan y honran. El cuerpo de Julio es uno de los que aún está sin identificar. "Me impactó muchísimo. Me generó muchos sentimientos de rencuentro con la figura mi papá, desde el lugar íntimo. No desde el lugar del maestro o del soldado. Ese lugar paterno que yo a mi manera construí sin tenerlo", confiesa Julia con ganas de volver un día.

Tanto para ella como para Delmira, la gran deuda con los 649 muertos argentinos del conflicto está vinculada con la memoria. "Pienso que todo el pueblo tendría que reconocer el gran valor que tuvieron y que arriesgaron la vida por la patria. Tanto los que están como los que no se merecen un reconocimiento público y total. Espero que a nivel popular se genere algo especial porque ya se cumplieron tres décadas y es el tiempo suficiente para elaborar las heridas. Cuando finalizó la guerra quizás no era el tiempo indicado porque la sociedad también estaba dolida como los familiares. Pero ahora es el momento indicado para reivindicar a las personas que lucharon allá y se entregaron por nosotros", dice Julia.

Nunca conoció a su papá, pero su familia y amigos se encargaron de que supiera quién había sido. "A él en Malvinas lo ilustran como una persona que daba apoyo moral a sus compañeros, que era muy religioso, que les hacia rezar el rosario. Era una persona que tenía un contacto muy íntimo con sus compañeros y que los alentaba", repasa.

"Fue una persona que a pesar de ser joven tenia altas aspiraciones. Que ejercía su trabajo con amor, con vocación. Estaba convencido de lo que hacía. Desde tercer grado decía que quería ser maestro", cuenta Julia, uno de los tres anhelos de este soldado voluntario: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro.
Aunque Julio no llegó a escribir ese libro sí escribió y varias veces desde Malvinas. Una vez a sus alumnos de 3er grado (ver La carta de Julio a sus alumnos). Julia sabe de memoria lo que dicen esas cartas. Y cuando repara en la letra, prolija, clara, exacta, no puede dejar de sentirse identificada: "A mi me gusta escribir y siento que es algo que heredé de él. Hay muchas cartas en las que me menciona. Las aspiraciones de tener un hijo. Pienso que él se aferraba a esa idea. Estaba casado y eso puede haber sido una salvación en esos momentos: imaginarse una situación feliz".

"Para mí es muy fuerte llevar su nombre. Es muy fuerte y muy importante", dice y se le llenan los ojos, la piel, de orgullo. "El árbol que plantó en el patio de la casa de mi abuela ahora mide como 10 metros. Es un símbolo de lo que él fue y de lo que también trascendió después de muerto. Creció incluso cuando él ya no estaba". Igual que su hija, su otro legado, que en agosto cumplirá 30 años.

Julio Rubén Cao escribió varias veces desde Malvinas. La carta más extensa fue dirigida a la directora del colegio en el que daba clases y a sus alumnos de 3er grado. Allí, les pidió disculpas por su repentina ida a la guerra. Esta es la carta completa, fechada en Puerto Rivero, el nombre con que en un comienzo se llamó a la capital de las islas.

En plena guerra, Julio Cao escribió varias veces desde Malvinas. La carta más extensa iba dirigida a la directora del colegio en el que daba clases y a sus alumnos de 3º grado. En ella les pide disculpas por su repentina partida hacia las islas.

Carta del HÉROE MAESTRO Y SOLDADO CAO a sus alumnos desde el frente de combate.

En plena guerra, Julio Cao escribió varias veces desde Malvinas. La carta más extensa iba dirigida a la directora del colegio en el que daba clases y a sus alumnos de 3º grado. En ella les pide disculpas por su repentina partida hacia las islas.


La carta completa está fechada en Puerto Rivero, el nombre con el que se llamó a la capital de las islas en un primer momento.
"Puerto Rivero, 24 de abril de 1982

Sra Directora:

He recibido carta de mi esposa quien me transmitió la preocupación de todo el personal de la escuela en cuanto a mi presencia luego de mi inesperada desaparición debido a mi incorporación al Ejército.

Deseo hacer llegar a ud y por su intermedio a todo el personal de la escuela mi mayor gratitud por haberme hecho sentir tan a gusto durante el corto lapso en que me conté entre uds.

Espero que no se tomen en cuenta la incorrecta redacción y caligrafía de estas líneas pues es un soldado no un maestro quien las escribe.

Considero que uds desearán saber las condiciones en que vivimos aquí los soldados, que según tuve oportunidad de comprobar son muy distintas a las que describen en los diarios.

Formo parte de la sección Atam. (sic) del Regimiento de Infantería mecanizada 3. Nuestra misión es dar apoyo de artillería a la primera línea de las compañías de Infantería de nuestro regimiento que se encuentran sobre las costas. Nosotros nos encontramos 100 o 150 metros a retaguardia, prácticamente en el frente.
Estamos a unos 3 km del Puerto Rivero (Stanley), en la isla Soledad y vivimos en pozos de 1 m por 2 m (sic) aproximadamente (pozos de zorros) en parejas, de a dos soldados; la humedad de la tierra es nuestro mejor compañero. Comemos bien, pero la ansiedad hace que sintamos mayor apetito, no hay comida que alcance. Hace frío, frío, mucho viento y el clima en general es muy húmedo. Las noches son muy largas y se hacen más largas porque cumplimos 2 hs de guardia.

Releyendo la carta me doy cuenta de que los estoy describiendo un panorama para nada alentador, pero la realidad es que no es nada que no pueda soportarse; principalmente porque la moral de la tropa es muy alta en general.

Con respecto a la situación en general, recibimos las informaciones de la radio local que no son otras que las que "la superioridad" quiere que sepamos; sobre el ataque a las Georgias y demás, en general muy escasas. Por otra parte ya hubo enfrentamientos acá en la isla Soledad que no sé si son de dominio público: el día 27 de abril a las 2130hs, comenzamos a oír que la artillería que se encuentran a retaguardia tiraba sobre las costas; recibimos órdenes de alistarnos y de mantenernos atentos dentro de las posiciones. No teníamos otra información más que el hecho de que el fuego continuaba ininterrumpidamente. Nos encomendamos a Dios y esperamos. No sé si temblaba de frío o de miedo, pero temblaba. Hasta las 3 30 hs del día siguiente continuó el fuego y algunos tiroteos aislados que seguramente eran producto de algún miedoso (que constituyen un verdadero peligro) a las 4 hs aproximadamente recibimos noticias de que el peligro había pasado y podíamos dormir. Por la mañana, el teniente coronel, Jefe del Regimiento, nos informó por radio lo sucedido: el radar había detectado lanchones de desembarco (aproximadamente 100 efectivos) y un submarino a 1000 metros de las costas. El fuego de la artillería los cerró y puso fuera de combate, el submarino se alejó. Más que ese susto no pasó nada y esto nos sirvió para darnos cuenta de que un desembarco en esta zona es prácticamente imposible.

Señora deseo recordarle que esta información y todo lo que se refiere a mi ubicación no he hecho llegar ni a mi esposa ni a mi familia, con el objeto de no alarmarlos más de lo que por el hecho mismo se encuentran. Igualmente tengo la seguridad de que las cosas no van a llegar a mayores y que esto va a terminar muy pronto; no sabe cuánto deseo volverme a encontrar frente al grado cumpliendo esa misión mucho más gratificante y provechosa que la que tengo encomendada.
(...)
Su muerte ocurrió el 10 de junio de 1982 durante la ofensiva británica sobre Puerto Argentino. La escuela Nº 32 de La Matanza, donde ejerció como docente antes de partir hacia las Malvinas, lleva su nombre.

Desearía que hiciera llegar a la maestra de 3ero D este mensaje para mis alumnos:
"A mis queridos alumnos de 3ro D:

No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera. Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas.

Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder. Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me duermo sueño que estoy con ustedes. Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado que los quiere y los extraña. Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes. Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes.

Señora, además desearía hacer llegar mi recuerdo y saludos a todo el personal a la señora Bibiana, al Sr Galo, Cristina, Nora, Mercedes, Bárbara, Isabel y a todos los docentes de mi turno y de la escuela; a la señora Alicia quisiera que sepa que extraño mucho su mate de las 13 hs, y espero pronto volverlo a saborear ya que aquí el desayuno es una especie de mate cocido mezclado con cal de albañil y hasta un poco de cemento, nada de azúcar.

Habiendo distraído demasiado su atención pero sintiéndonos por un instante con uds me decido a concluir estas líneas con la esperanza de encontrarme a la brevedad con ustedes.
El maestro soldado Cao cayó en combate el 10 de junio de 1982 durante la ofensiva británica sobre Puerto Argentino. La escuela Nº 32 de La Matanza, donde ejerció como docente antes de partir hacia las Malvinas, lleva su nombre. ¡ GLORIA Y HONOR !
 
 

Héroe de Malvinas soldado Luis Guillermo Sevilla, héroe de Malvinas

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El Soldado Conscripto Luis Guillermo Sevilla, nacido en la Provincia de Salta (Rosario de la Frontera), en el año 1963, fue destinado a la BAM Cóndor, situada en el istmo de Darwin, Isla Soledad.

Falleció el 28 de mayo de 1982, mientras cumplía su función de sirviente de una ametralladora MAG de 7,62 MM, protegiendo el repliegue de sus camaradas, frenando el avance de la tropa inglesa.

Desde el 17 de septiembre la escuela rural 4.430 del paraje La Hoyada, en Rosario de la Frontera, lleva el nombre del héroe de Malvinas Luis Guillermo Sevilla.

El recuerdo de su madre.

La madre y la hermana de Luis Sevilla estuvieron presentes en el acto de bautismo de la escuela rural.
 
“La escuela cambió su nombre por el de mi hijo el mismo día de su cumpleaños”, dijo Cristina Lera, la mamá de Luis.

“Mi hijo nació en Rosario de la Frontera y me llena de orgullo saber que su recuerdo quedará grabado en la memoria de la gente de la zona. La comunidad educativa, los docentes y alumnos nos recibieron con mucho respeto y un gran cariño. Fue un día que no voy a olvidar”, agregó.

Cristina y su hija llegaron acompañadas por integrantes de la agrupación de gauchos Héroes de Malvinas Patricio Guanca.

Su historia

Cristina contó que Luis fue el mayor de sus dos hijos y que desde muy chico fue su mano derecha y la acompañó en sus días difíciles.

Cuando quedó embarazada de su segunda hija se trasladaron a Salta. Luis, al poco tiempo, se fue a Buenos Aires en busca de otros horizontes.

Desde allá colaboraba con su familia hasta que le tocó realizar el servicio militar.
 
“Me decían que podía quedar exceptuado por ser el único sostén de la familia, pero él no quiso. Me dijo que iba a cumplir con su obligación y que después volvería a Salta”, señaló la mujer.

El conscripto Sevilla, clase 63, fue incorporado en enero, por sorteo, a la Aeronáutica y en marzo regresó con licencia para estar unos días con su madre. “Fue la última vez que estuvimos juntos”.

“Estuve dos veces al lado de la cruz que lo recuerda en la isla Soledad”, afirmó, con tristeza, Cristina.
 
Un aula del Colegio Aráoz lleva el nombre del soldado, al igual que una cancha de fútbol del barrio Limache, en Salta Capital.

La resolución ministerial que impuso el nombre de Cabo Luis Guillermo Sevilla a la escuela de La Hoyada honran al jóven héroe de Malvinas que ofrendó su vida por la Patria.¡¡ GLORIA Y HONOR PARA EL SOLDADO LUIS GUILLERMO SEVILLA !!
 

Extractos traducidos del libro "Special Forces´s Pilot" del Cnl (R) Richard Hutchings​ Parte 2

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por el forista TORDO79 (Zona Militar)

"...Al ser rescatados por un helicóptero, el líder del equipo y otros tres infantes de marina fueron reintroducidos en el área varios días después para continuar con la búsqueda de los hombres desaparecidos. Después de buscar los RV de emergencia por segunda vez, encontraron a los dos cabos. Nuestra segunda tarea de la noche era volar al RV y recoger a todos los seis hombres. Sin embargo, hubo dificultades con las comunicaciones entre el equipo y el Hermes por lo que no se sabía si el líder del equipo había recibido o no el mensaje confirmando su rescate y la señal de luz Morse a utilizar. Nos acercamos al RV con más precaución que la normal, con “Doc” manejando la GPMG (General Purpose Machine Gun) [Ametralladora para uso general]. A medida que nos acercábamos al RV, se podía ver la señal de luz Morse -.-. (Charlie) - el mensaje desde el Hermes había sido recibido indicando que todo estaba bien. Los helicópteros habían aterrizado, los seis infantes de marina encaramados en la parte trasera de la cabina, dos de ellos ciertamente se veían sucios y agradecidos por haber sido encontrados. Los seis eran toda sonrisa a medida que la nave se elevaba en el vuelo suspendido y en camino a su transición norte-oeste hacia Bahía Sucia (Foul Bay) y el largo vuelo de regreso al Hermes.

A medida que hacíamos el camino hacia el “ Buque Nodriza”, tomé el control de Pete para
que él pudiera descansar después de la intensa concentración de volar alrededor de la Isla Soledad durante una hora a solo 20 pies. El viaje no tuvo acontecimientos pero, a medida que acortábamos la distancia al barco, el clima comenzaba a deteriorarse. La neblina familiar de los días recientes había sido un retorno bienvenido y durante los últimos cuarenta y cinco minutos del vuelo, las gafas eran inútiles. Cambié a vuelo con instrumentos, solo para poder volver a ganar vuelo visual a medida que nos acercábamos al barco. Finalmente, después de exactamente cuatro horas de vuelo, aterricé en el Hermes para la que sería la última vez durante la guerra.


Habiendo firmado el ingreso de la nave, me dirigí al casino de oficiales para ser sometido al interrogatorio usual después de la misión de combate. Nadie tenía mucho para decir, las tareas se habían completado todas con varios equipos del SAS y el SBS por ahora,
hambrientos reabastecidos y dos infantes de marina desaparecidos, recuperados: en
total, una noche de trabajo más que satisfactoria. La pregunta en la mente de todos era, ¿quién va a ir a Argentina? Todos tendríamos que esperar hasta más tarde para descubrirlo. La prioridad ahora era dormir.


Era muy tarde por la mañana cuando me desperté, me refresqué después de una buena
noche de sueño y estaba listo para cualquier cosa que el día me iba a traer. Desayuné en el casino de oficiales antes de hacer mi camino a la sala de instrucciones. Después de unos minutos, Bill entró en la sala.


“Vos estás, Dick”, dijo Bill, breve y muy al grano. ¿Es así como uno se entera de que fue
elegido para volar en una misión sin retorno?, me pregunté. Decidí que debía de ser así -
ciertamente no había ningún sentido en una ceremonia; había un trabajo que hacer y alguien tenía que hacerlo. “¿A quién querés para tu tripulación?”, preguntó Bill.


“¿A quién puedo tener?”


“No funciona de ese modo. Vos me decís a quien querés y yo te digo si esa persona está o no disponible”. Estaba claro que no iba a descubrir quién se había ofrecido como voluntario y quién no; y estaba bien que fuera así. No dudé en preguntar si “Wiggy” estaba o no disponible para ser mi copiloto y navegante – indudablemente era el mejor operador del sistema TANS (Tactical Air Navigation System) [Sistema Táctico de Navegación Aérea] en nuestro equipo y una navegación precisa sería claramente de suma importancia para el resultado exitoso de esta tarea.


“Lo tenés”, respondió Bill. “¿A quién querés como tripulante del helicóptero?” Para todas las misiones de combate con NVG (Night Vision Goggles) [Gafas para Visión Nocturna], hasta entonces, “Doc” Love había sido mi tripulante del helicóptero. Habíamos trabajado bien juntos y no podía ver el motivo para que hubiera necesidad de cambiar.´“Doc” Love´, fue mi respuesta inmediata.


“No está disponible”, respondió Bill. Uh, esto va a ser difícil, pensé. La tarea requería de un tripulante del helicóptero competente, pero yo sabía desde el comienzo que Bill sería reacio a romper las tripulaciones restantes de NVG si pudiera evitarlo.


“¿Qué te parece Pete Imrie?”, preguntó Bill. Pete había volado en una cantidad de misiones de combate con NVG, pero no tanto como cualquier otro de los tripulantes de helicóptero. Estaba confiado de que él poseía las capacidades para el trabajo. Si Pete era uno de los voluntarios, entonces él sería ideal.“OK”.


“Lo tenés”. Por lo tanto, en el lapso de menos de cinco minutos, la tripulación había sido
elegida. En realidad, el proceso de selección había tenido lugar durante un periodo de tiempo un poco más largo. Bill había pensado mucho el tema durante los días previos y había llegado a la composición ideal de tripulación mucho antes de que él y yo tuviéramos una charla de cinco minutos. De lo que no me di cuenta hasta que regresé a Inglaterra unas semanas después, fue de la acción de retaguardia que había sido combatida por los Royal Marines en un intento por persuadir al Almirante Woodward de no sacrificar un Sea King IV, sino, en cambio, sustituir un Sea King II ASW para la misión.


Puedo entender la renuencia de los Royal Marines a perder otro helicóptero de soporte
valioso. Con los aterrizajes anfibios en San Carlos programados para el 21 de mayo, la fuerza anfibia necesitaba tantos helicópteros de soporte como fuera posible. El Sea King que se perdió el 23 de abril había reducido la cantidad de Sea Kings de comando a trece; mi partida de la Fuerza de Tareas reduciría eso a doce. Trágicamente, el 19 de mayo, otro Sea King iba a tener un amerizaje forzoso en la noche con la pérdida de veintiún vidas, incluyendo la de mi ex tripulante de helicóptero, “Doc” Love, dejando apenas once Sea Kings IV y dos escuadrones de Wessex V para soporte de dos brigadas. En la posición del Comandante de Brigada, habría hecho las mismas protestas. Sin embargo, la cantidad inestable de helicópteros no era un factor determinante. Los Sea King ASW no eran compatibles con NVG y con el poco tiempo disponible, la conversión de un helicóptero era impracticable.


La planificación ahora podía empezar en detalle. Bill yo nos dirigimos al casino de oficiales
anexo que lo estaba usando la célula de planificación de las Fuerzas Especiales. Al ingresar al compartimento, el líder del equipo del SAS estaba de espaldas a mí. Al darse vuelta, me sorprendí de ver el rostro de mi viejo amigo el Capitán “A”.


Lo saludé diciéndole “Hola, Andy, entiendo que voy a volar con vos a Argentina”.
La expresión de Andy que antes era ansiosa, cambió a una expresión de reconocimiento con sonrisa.


“Hola, Dick”, me respondió, “es bueno ver un rostro amigable”. Andy y yo seguimos
intercambiando amabilidades y él me contó acerca de cómo se empapó al haberse arrojado al mar en paracaídas la tarde anterior. Andy, el Mayor “E” y yo comenzamos a conversar sobre la misión mientras que Bill se fue para buscar a “Wiggy” y Pete Imrie.


Andy había traído consigo desde el RU, fotografías satelitales que cubrían Tierra del Fuego y el área de Chile desde la frontera con Argentina hasta una distancia hacia el interior de Punta Arenas. Las imágenes eran contemporáneas, a una escala de 1:50.000 de excelente calidad, amablemente suministradas por EE.UU. No se podía decir lo mismo de los mapas disponibles. Al planificar esta misión, el SAS había perseguido al RU pidiéndole mapas más grandes y de menor escala de las áreas de interés, pero, desafortunadamente, los mapas eran escasos. Habiendo revisado todo de arriba a abajo, el equipo se las tuvo que arreglar con fotocopias en blanco y negro producidas en 1939 que fueron desenterradas de los archivos geográficos de la Universidad de Cambridge. Armado con fotografías satelitales y mapas de Tierra del Fuego y Chile, volví a la sala de instrucciones para comenzar a estudiarlos.
El plan requería que la operación se montara desde el Invincible, saliendo a aproximadamente la medianoche, hora local, del día siguiente, lunes 17 de mayo. El Sea King elegido, la tripulación y el equipo del SAS cruzarían de cubierta desde el Hermes durante la tarde del lunes y haríamos nuestras preparaciones finales. Conociendo el pronóstico de niebla para Tierra del Fuego en cuarenta y ocho horas, el Almirante Wooward hubiera preferido montar la operación veinticuatro horas antes. Sin embargo, con el equipo del SAS recientemente arribado del RU, después de un vuelo largo y cansador, y con su indumentaria y equipos empapados durante la sumergida en el mar, se acordó una demora de 24 horas, aunque renuente por parte del Almirante Woodward, quien más tarde escribiría en su diario: “No tuve más alternativa que estar de acuerdo, espero que con buena gracia. Ordené que trajeran al Hermes y retornar al grupo principal. A medida que el transportador giraba, de algún modo sentí que el éxito del proyecto estaba dando la vuelta con nosotros”. Después se demostraría que sus presentimientos estaban bien fundados.


Sentado en la sala de instrucciones y dedicado a los mapas y las fotografías, mi concentración se interrumpió después de unos minutos cuando se abrió la puerta y entró Bill, acompañado de “Wiggy” y Pete, ambos con amplias sonrisas, que sentí que ocultaban un nivel de aprehensión. Comenzamos a hablar de la operación cuando algunos de los pilotos de Sea Harriers entraron en la sala. Como necesitábamos llevar a cabo nuestra planificación en total secreto, rápidamente recogí los mapas y las fotografías y salimos de la sala de instrucciones “para engañar” y pospusimos todo para hacerlo en mi cabina en la Cubierta 05. A salvo de las miradas curiosas, seguimos con nuestro estudio de los mapas y las fotografías. Mientras que las fotografías presentaban un nivel excelente de detalle, aun con un examen superficial de los mapas fue suficiente para que los tres apreciáramos su valor limitado. No podríamos llevar fotografías con nosotros debido a la sensibilidad de su origen, por lo que nos ocupamos
de buscar papel, copiar todos los detalles relevantes de las fotografías y comenzamos el
lento y esforzado proceso de transportarlos a los mapas. El resultado fue impresionante para cualquier estándar, dando como resultado mapas que daban toda la información necesaria para la navegación precisa a una escala de 1:50.000.


En el momento de planificar la misión de combate para llevar al equipo del SAS a Argentina, la tripulación del Sea King supo que el equipo que estábamos introduciendo estaba de manera preliminar en una operación más grande pero, por razones de seguridad operativa, no estábamos informados al detalle en función del cuadro más amplio. Llevaría varias semanas antes de que yo supiera el alcance de la operación completa. Sin embargo, al recopilar este relato definitivo y detallado, los acontecimientos se describen dentro del contexto del cuadro más amplio para asegurar una cronología holística que es contigua y completa.


El plan, denominado en código, Operación Mikado, requirió que la mayoría de un escuadrón del SAS fuera cargado en dos aviones C130 que serían “aterrizados de emergencia” en la pista de aterrizaje en Rio Grande. EL objetivo del Escuadrón B era localizar y destruir los cinco aviones Súper Etendard que se creía estaban situados en el campo de vuelo y destruir los tres misiles Exocet restantes. Con su misión lograda, el escuadrón se iba a retirar cubierto por la noche e irían al Chile neutral o en los C130, si sobrevivían al ataque aéreo, o, a pie, a unas 50 millas al oeste, si los C130 quedaban sin poder volar. Los planificadores evaluaron que al aproximarse a la base aérea desde el oeste, a bajo nivel, los C130 podrían permanecer dentro de la cobertura del radar Argentino AN/TPS 43 en Río Grande, tan cerca como unas 30 millas. Una vez que los C130 fueran detectados, las fuerzas argentinas tendrían un máximo de seis minutos de tiempo de advertencia del ataque aéreo – evaluados como apenas suficientes para una respuesta efectiva. En cuanto los C130 se detuvieran, tres de los grupos del escuadrón B localizarían y destruirían los Súper Etendard y los Exocet, mientras que el cuarto grupo atacaría al desorden de oficiales, matando tantos oficiales argentinos como fuera
posible.


Para una operación de tanto riesgo, finalmente de alto perfil y políticamente sensible para recibir la aprobación final, la inteligencia precisa fue un prerrequisito esencial. Con este fin, como operación preliminar, un equipo de voluntarios bajo el comando del capitán “A” del escuadrón 6 sería introducido en Argentina para llevar a cabo un reconocimiento de cerca del blanco. Su misión sería confirmar la presencia de los Súper Etendard y los misiles Exocet y evaluar la fuerza y el aprestamiento de las fuerzas de defensa argentinas. Si el equipo identificaba una oportunidad de destruir los aviones sin mayor asistencia adicional, entonces lo iba a hacer y estarían equipados con esta misión en mente. Si no era así, entonces la fuerza de ataque principal se desplegaría en los C130. Una cantidad de opciones para el despliegue del equipo de reconocimiento fueron consideradas por la célula de planificación en Hereford, para incluir la introducción por paracaídas o submarino. Ambas fueron descartadas pronto en el proceso de planificación: la opción del paracaídas no se podría lograr sin que el avión de entrega fuera detectado por el radar, eliminando así, los elementos de sorpresa y ocultamiento; y la opción del submarino era impracticable por las aguas poco profundas mar adentro en la costa de Tierra del Fuego y la falta de disponibilidad de un submarino convencional en el marco de tiempo requerido. Esto dejó al despliegue por helicóptero como la única opción práctica para la introducción, como lo propuso el capitán Lyn Middleton unos días antes.


Entre tanto, de regreso en el RU, el grupo de ataque del escuadrón B pasó una semana
entrenándose, atacando campos de la RFA en Gales y Escocia por la noche para simular el ataque aéreo a Río Grande. Durante cada ejercicio, el personal de defensa de la RFA informó el punto en el cual los aviones que se acercaban habían sido detectados en el radar- los resultados fueron desilusionantes, con la detección de algún modo más alejada del campo aéreo que lo esperado en la mayoría de los casos. Sin embargo, impertérrita, la célula de planificación continuó con los preparativos para la misión de combate, para incluir la procuración de armas y equipos especializados. Pero el plan no careció de detractores, muchos en el regimiento, incluyendo algunos oficiales de alto rango tuvieron reservas acerca de la eficacia de la misión – en las mentes de algunos hubo demasiadas incertidumbres y demasiadas cosas que podrían salir mal. La Operación Mikado se convirtió en la operación apodada “Muerte certera” por la mayoría de los de alto rango y los soldados rasos. Sin embargo, las preparativos siguieron sin disminuir y mientras el Capitán “A” y su equipo fueron entregados sin ceremonias al Hermes, la aprobación para su introducción clandestina en Argentina fue otorgada por el gabinete de Guerra.


Durante el resto de la tarde y el comienzo de la noche, seguí estudiando la ruta y los
preparativos del helicóptero mientras el Capitán “A” y su equipo limpiaban sus armas y
secaban sus ropas y equipos después de haberse sumergido de manera no ceremoniosa. EL Hermes no podría moverse lo suficientemente lejos al oeste para montar la operación la noche siguiente, así que la tarea fue delegada al Invincible. La tarde siguiente, el helicóptero, la tripulación y nueve Fuerzas Especiales (ocho del SAS y una del SBS) cruzarían de cubierta pero entretanto, hubo otras consideraciones. Había estado meditando en mi mente por algunas horas, si sería posible o no, salvar el helicóptero convirtiendo una misión sin retorno en un viaje con retorno. Decidí compartir mis pensamientos con Bill y “Radar”. El Sea King IV solo puede ser reabastecido de combustible desde fuera de la cabina. Los dos puntos de reabastecimiento, uno por presión y otro por gravedad, están en popa de la puerta de la cabina y no se puede llegar a ellos desde el interior del helicóptero. Le pregunté a “Radar” si era posible diseñar una plataforma de reabastecimiento temporaria para que el helicóptero pudiera reabastecerse desde dentro de la cabina. Después de pensarlo cuidadosamente, me dijo que dicho arreglo sería posible. Con una carga completa de combustible, el Sea King
tiene una tolerancia de más de seis horas. Con una posición de salida inmediatamente
hacia el sur de las islas, el helicóptero tenía rango y tolerancia suficientes para llegar a
Argentina, bajar en el lugar requerido y volver al mar a una posición aproximadamente a
mitad de camino entre la costa argentina y la Isla Gran Malvina (West Malvinas). Yo
quería explorar la factibilidad técnica de reabastecer el helicóptero, en la oscuridad,
justo hacia el oeste de ese punto, desde un submarino o buque escolta. Razoné que
durante las horas de oscuridad, un submarino podría salir a la superficie y hacer un RV con un helicóptero que pudiera transferir por un montacargas, una cantidad de tambores de 45 galones de combustible. Veinticuatro horas después, o algo así, podría hacer un RV con el submarino, cargar los tambores en mi helicóptero y Pete podría recargar el helicóptero a través de la plataforma temporaria desde dentro de la cabina.


Técnicamente, todo esto era factible – la pregunta era, ¿ mi sugerencia sería aprobada’?
No tenía mucho tiempo para averiguarlo. Después de unos minutos, Bill regresó para
explicar que mi sugerencia no era una opción – la consideraba un riesgo muy grande
para un submarino o un buque escolta.


A la noche temprano, me fui a la cabina para empacar todas mis pertenencias personales; no las necesitaría más en un caso de apuro. Mientras hacía esto, mis pensamientos vagaban hacia mi esposa y mis hijos allá en Somerset y mis padres en Essex. ¿Qué harían ellos con todo esto? Me lo preguntaba. Sabía que mi madre se preocuparía, mientras que mi padre se sentiría inmensamente orgulloso – se estaba muriendo de cáncer así que razoné que era bueno que tuviera sentimientos positivos con no muchos meses por delante para vivir. Me imaginé que Lorraine habría tenido sentimientos mezclados, pero era importante para mí, saber que ella entendía la importancia de lo que yo estaba por hacer. Eran cincuenta y cincuenta las probabilidades de que mis amigos y yo viviéramos para contar la historia, así que decidí escribir cartas para mis padres y Lorraine, y dejárselas a Bill – en el caso de mi muerte sabía que él se aseguraría de que las entregaran. La carta a Lorraine se reproduce a
continuación:

HMS Hermes en el mar
16 de mayo de 1982

Queridísima- El grupo de tareas está en un punto crítico y yo me ofrecí como voluntario
para una misión a Argentina que es necesariamente sin retorno y de alto riesgo.


Durante el corto tiempo que queda antes de partir para este último viaje, estoy
aprovechando una calma pasajera en el clima y la acción del enemigo para escribir cartas
preparatorias para mi posible muerte. La primera es para vos, el amor de mi vida, que está constantemente en mis pensamientos, de día y de noche. Si algo me sucede, me gustaría que supieras cuánto significaste para mí durante nuestro tiempo juntos y que los recuerdos felices están conmigo mientras parto. Por favor, tomá de mis sentimientos lo que te reconforte, dejaré este mundo más fortalecido por mis lazos emocionales con vos y los niños.


No estoy seguro de qué hay por delante en las próximas horas y quizás días. Pero estoy bien preparado para lo que el destino ponga en mi camino. No estoy solo en la empresa para la cual estoy por partir y tendré amigos cerca conmigo hasta el final. Todos estamos con temor, pero bastante seguros de que pasaremos una prueba muy dura de resolver. Con cada día que pasa, ahora el clima se deteriora, el barco con frecuencia asume las características de un paseo en un parque de diversiones - será bueno volar para escaparse del movimiento inquietante.

Estoy bien de ánimo y lo he estado desde que me fui de Inglaterra hace siete semanas.
Fue gratificante ver a muchos amigos y colegas aceptar el desafío mientras mantienen el buen sentido del humor. Hubo pocas víctimas, lo sabrás por las noticias, pero hubo casos también de estrés psicológico- esta guerra está demostrando ser demasiado para algunos, los compadezco. Por mi parte, siento con fuerza que la decisión del Gobierno de ir a la guerra fue la correcta. Es solo una guerra; una guerra para la liberación de los británicos de una tiranía fascista.


Estoy seguro de que verás todo esto con tu determinación valiente y sentido común usuales. Los niños serán tu consuelo y fortaleza. Anhelaba que los criáramos juntos, pero me siento reconfortado de saber que están a salvo con vos. Tenés que consolarte sabiendo que el mío habrá sido el mejor ejemplo de sacrificio.


No te tortures por honrarme con tu lealtad. Si el hombre correcto aparece, debés
aprovechar la oportunidad de ser feliz y seguir con tu vida de manera completa. Espero ser un buen recuerdo –ciertamente mi muerte no es nada para que te preocupes o te inquietes y quiero pensar que los niños tendrán un buen inicio en la vida y buenos modelos de roles de los que enorgullecerse.


Estuvimos juntos lo suficiente como para que sepas cómo te he amado, sabés que mis
pensamientos han estado siempre con vos y tenés que saber que el peor aspecto de
esta situación es el pensamiento de que no te volveré a ver nunca más- hay que enfrentar lo inevitable. Sé que pensás que este despliegue es peligroso – estoy contento de haber aportado mi granito de arena.


Estoy ansioso por el futuro y el de los niños – alentá a los chicos a que se interesen en las cosas que verdaderamente importan en la vida, en cumplir con nuestras obligaciones, ser leales a la conciencia de uno por encima de todo lo demás, leales a la familia y los amigos y leales a la verdad. Lamentablemente, la sociedad en la que vivimos hoy no fomenta estas cualidades. Sé que enfrentarán el futuro estoicamente – tu foto y la de los niños están siempre conmigo. ¡Qué cuento les podrás contar un día!


Por favor, sé buena con mis padres. Papá no estará mucho en este mundo; quedáte
cerca de ellos. Poné cara firme para que todos vean – solamente no seas demasiado
orgullosa para aceptar la ayuda por el bien de los niños- que ellos deben hacer buenas
carreras y ser alguien. No tengo tiempo para escribirles a algunos de nuestros amigos – decíles que pensé mucho en ellos y valoré su amistad.


Que Dios te bendiga, mi querida. Intentaré escribir más después, si tengo oportunidad
antes de partir mañana.


Escribí una carta para mis padres que adjunto a esta, mi última carta para vos. Por
favor, entrégaselas cuando los vayas a ver.


Tu esposo que te ama.

El equipo empacado y la carta lista. Me senté en mi cabina unos minutos reflexionando sobre las últimas semanas desde que partí de Inglaterra: los éxitos y las tragedias; los buenos ejemplos de espíritu y coraje de los que fui testigo; el humor siempre presente, a veces negro, pero siempre bien intencionado; el sonido de “Sailing” de Rod Stewart mientras la Fuerza de Tareas dejaba Portsmouth; la ceremonia de “cruzar la línea”; esas primera misiones con NVG de combate, el enorme programa “Vertrep” (Vertical Replenishment) cuando estuve en Ascensión; la pérdida de “Ben Casey”; el hundimiento del Belgrano y el Sheffield; el ataque aéreo a Isla de Borbón (Pebble Island) (BORBON); Narwal; el gran número de equipos de Fuerzas Especiales introducidos y respaldados. Algunos de los acontecimientos parecen muy distantes; cómo voló el tiempo.


Después de la cena, fui al casino de oficiales para buscar una cerveza cuando me encontré con “Wiggy”. Después de varios minutos, nos reunió el Mayor Cedric Delves, el OC del escuadrón D. Quien más tarde sería promovido a Teniente General, Cedric, estaba interesado en saber cómo nos sentíamos acerca de nuestro viaje sin retorno a Argentina.


´No puedo hablar por “Wiggy”, pero me siento bien por esto´, dije. ´Wiggy´ era del
mismo punto de vista. A partir de su comportamiento general, Cedric daba la impresión
de estar en el campo de los escépticos del SAS. Hablamos bastante acerca de la tarea antes de que yo decidiera que necesitaba estar solo con mis pensamientos durante un rato, por eso, me fui a la sala de instrucciones a través de mi cabina para recoger los mapas y las fotografías satelitales. La sala de instrucciones estaba vacía de tripulación, así que me puse a desplegar los mapas y las fotografías y estudiarlas durante varios minutos repasando en mi mente cada milla del viaje. Me acordé del proverbio “De la mano a la boca se pierde la sopa”. Me encontré preguntándome a mi mismo qué podría salir mal. ¿Había identificado todas las posibles eventualidades? ¿Qué había que hacer en caso de que ocurriera algo inesperado? Mis deliberaciones fueron interrumpidas por Dave Morgan que entró a la sala. Se acercó y miró los mapas fotocopiados de aspecto raro. Los junté rápidamente pero sin apuro para no despertar mucho el interés de parte de Dave.


“¿Te vas a algún lugar lindo?”, preguntó Dave.


Pensé que lo mejor era no responder directamente a su pregunta, en cambio lo miré algo decaído diciendo:”Este es uno de los pocos lugares donde un tipo puede encontrar algo
de paz y silencio para estudiar un poco. Si en verdad encuentro un lugar lindo para visitar, podés estar seguro que te lo diré.”


Durante el curso de la tarde y la noche, Bill y “Radar” habían estado considerando cuál seria el helicóptero más adecuado para un vuelo sin retorno. Claramente, el helicóptero tenía que estar acorde con la tarea, pero que saliera con la intención expresa de destruir una de las naves de Su Majestad, esa decisión no se podía tomar con liviandad.


Después de una consideración cuidadosa, se eligió el ZA.290 (“Victor Charlie”) el
helicóptero que había estado volando en todas las misiones de combate con NVG. Las modificaciones se harían al día siguiente luego del arribo en el Invincible. Todos los
equipos no requeridos para la tarea serían removidos, incluyendo el montacargas, el
equipo para levantar las cargas, prueba de sonido, el engranaje de flotación, el deflector FOD y una pequeña cantidad de artículos auxiliares.


No había nada más para hacer a modo de preparación hasta el día siguiente, por lo que
decidí irme a acostar temprano. No habría oportunidad de dormir al día siguiente antes de montar la operación, por eso, una última noche de buena calidad de sueño era esencial. Como después resultó ser, esa iba a ser mi última noche de sueño decente en muchos días. Volví a la cabina para escribir la carta a mis padres, cuya copia se incluye a
continuación:

HMS HERMES en el mar
16 de mayo de 1982

Queridísimos mamá y papá:
Ustedes están leyendo esta carta porque nunca más tendré la alegría de verlos y estar en su compañía. Al momento de escribir, la Fuerza de Tareas está en un momento crítico que requiere que una misión vuele a Argentina. El vuelo es necesariamente sin retorno y por lo tanto, de alto riesgo. Es improbable que el resultado de la misión sea revelado durante muchos años, pero por mi parte, no viví para luchar otro día. Así es la guerra, creo: cumplí con mi obligación.
Por la propia naturaleza de lo que tengo que hacer, el final habría llegado rápidamente. No habré estado solo sino en la compañía de amigos y colegas cercanos hasta el final. Estuve de buen ánimo todo el tiempo con la Fuerza de Tareas. Fue reconfortante que tantos amigos y colegas afrontaran el desafío a la vez que mantenían el buen sentido del humor. Hubo pocas víctimas, lo sabrán por las noticias, pero también hubo algunos casos de estrés psicológico – la lucha en la guerra demostró ser demasiada para algunos, los compadezco. Por mi parte, sentí con fuerza que la decisión del gobierno de ir a la guerra fue la correcta. Es simplemente la guerra; una guerra para la liberación de personas inglesas de la tiranía fascista.


Por favor, reconfórtense en lo que puedan con mis sentimientos y el de cada uno de ustedes mutuamente. Dejaré este mundo libre de ataduras excepto la de mi lazo emocional con ustedes, Lorraine y los niños y con buena salud y espíritu.

Su hijo que los ama y cumple con su obligación.


El lunes 17 de mayo fue el día de la Armada Argentina. Para marcar esta fecha, muchos en el Hermes creían que la Armada Argentina lanzaría otro ataque Exocet sobre la Fuerza de Tareas. El clima para los Súper Etendard era ideal: sin nubes y con excelente visibilidad. 

Hubo indicaciones durante el día de que los Etendards nos estaban buscando pero finalmente, nunca se materializó el ataque. Todo esto ahora parece algo distante para mí a medida que mis pensamientos sobre lo que hay que hacer se concentran y cristalizan más con cada momento que pasa. Me desperté inusualmente temprano, ya sea porque disfruté de irme a acostar temprano y había recargado mis pilas, o por la espera nerviosa de la tarea por delante; no sabía por cual de las dos razones. No importa, tenía cosas que hacer y un comienzo temprano era necesario. Después de un desayuno sustancioso – iba a ser el último para mí durante muchos días, me dirigí a la cubierta 03 para tomar un poco de aire fresco y estar a solas con mis pensamientos por última vez. ¿Estaba haciendo lo correcto? Me lo seguía repitiendo. Cada vez, la respuesta era la misma: sí. La planificación de la tarea fue completa; los asuntos administrativos finales fueron atendidos. Todo lo que se necesitaba ahora era cruzar de cubierta al Invincible y matar más tiempo esperando la oscuridad y el momento de partir.

Me sentí como un condenado debe sentirse en las horas previas a la ejecución; los minutos me parecían horas. Con poco para hacer, mis pensamientos volvían sin parar a mi familia- ¿cómo haría frente Lorraine al hecho de que no nos viéramos nunca más? ¿Era egoísta? ¿Fui egoísta al ofrecerme como voluntario para esta misión, o hubiera sido más egoísta no hacerlo? Tenía que aclarar estas dudas en mi mente, por eso me fui de la cubierta 03 a la sala de instrucciones.


“Wiggy” y Pete ya estaban en la sala cuando yo llegué. El día anterior le había pedido
diamorfina al Oficial Médico Principal (PMO) del barco.


A donde íbamos no habría atención médica disponible. Si alguno de nosotros quedaba
seriamente herido, pasarían por lo menos ocho días antes de que pudiéramos buscar ayuda de las autoridades chilenas, por lo que necesitábamos estar autoabastecidos con un control efectivo del dolor a nuestra disposición...."


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Aquel buque de guerra inglés que vino después de Malvinas

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El "HMS Endurance", con escolta, ingresa a Puerto Belgrano. Tuvo un desperfecto en el timón y debió pedir asistencia

El 10 de marzo de 2006, casi 24 años después de la Guerra de Malvinas el "HMS Endurance" se convertía en el primer barco de guerra británico en ingresar a una zona militar argentina. El motivo era un desperfecto mecánico en el timón, que le reducía la capacidad de maniobra y no le garantizaba cruzar el Atlántico con éxito. El lugar elegido fue la Base Naval Puerto Belgrano, la más grande de nuestro país.

La sensación previa a la llegada del buque, para la mayoría, era de incertidumbre, resquemor y precaución. Argentina y Gran Bretaña reanudaron los lazos hace ya mucho tiempo: muchas bandas musicales vienen cada año al país, futbolistas argentinos triunfan ganándose el cariño de la gente inglesa, el comercio es fluido, etcétera, pero el hecho de que el barco fuera de la Marina Real Inglesa hacía que la gente se preguntara cosas.

Durante aquel marzo, el grito, el reclamo o la agresión verbal, en esporádicos casos, existieron. Pero lo que predominó fue el buen recibimiento hacia los marinos ingleses que desembarcaron en Puerto Belgrano y nuestra ciudad.

El atraque del "Endurance" se realizó con éxito y fue presenciado por autoridades militares inglesas y argentinas, que dieron la bienvenida diplomática a la nave averiada. La reparación se preveía de una semana, pero por la dificultad de conseguir los repuestos y un paro del personal civil de la Base, la estadía se estiró a 27 días.


Los marinos ingleses, que inicialmente se mostraban prudentes o reacios a pisar nuestro suelo, finalmente terminaron disfrutando la visita casi como un viaje de placer. Se los veía jugar al fútbol contra argentinos, comprar electrónica y ropa a buen precio, llenar los bares de Alsina y otros boliches en busca de algún romance, y hasta fueron agasajados con algún asado, cuando los días iban pasando y las amistades se iban entablando.

Dado que las obras de reparación se realizaban a dique seco, la mayoría de los 128 tripulantes se hospedaba en dos importantes hoteles de la ciudad y agentes civiles argentinos cuentan que muchos de los británicos hasta lamentaban el hecho de tener que irse cuando el timón finalmente estuvo reparado.

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La silenciada historia de las veteranas de Malvinas

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No sólo fueron madres, abuelas, hermanas, tías, amigas. También hubo protagonistas que fueron silenciadas por la última dictadura militar e invisibilizadas por los sucesivos gobiernos democráticos. Son las mujeres de la guerra de Malvinas, que sufrieron los mismos problemas que los hombres, las pesadillas, el estrés post traumáticos y el ninguneo, y que 33 años después, de a poco, están empezando hablar.

La mayoría fueron enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles. Sólo la Fuerza Aérea había comenzado a incorporarlas en 1980 con el rango de cabo primero. También hubo voluntarias que casi nadie recuerda. Y miembros de la Marina Mercante. Pero todas vivieron los horrores desde adentro: recibieron en el continente y en los buques transformados en hospitales a los soldados heridos, amputados, quemados y psicológicamente agobiados.

Un libro y un proyecto de ley intentan rescatarlas del olvido. El primero se llama Mujeres invisibles y fue escrito por la cordobesa Alicia Panero, pero no fue publicado en formato papel. El segundo es una iniciativa de la senadora riojana Hilda Aguirre de Soria, que incluye además del reconocimiento a su labor, la consagración del derecho a una pensión vitalicia.

El libro de Panero repasa historias como la de Liliana Collino, la única mujer que está probado que pisó territorio isleño a bordo un Hércules C-130 en el que se transportaban contenedores y heridos, y que en 1986 pidió su baja luego de pedir en reiteradas ocasiones un ascenso que nunca llegó. Infobae entrevistó a su autora.

- ¿Qué motivó su investigación?
Yo estoy casada desde hace 30 años con un militar, vivo en una base aérea y no sabía que había veteranas. No hay una política de difusión sobre ellas. El veterano en el inconsciente colectivo es un hombre. La gente cuando escucha la historia de las veteranas no lo puede creer. Cuando salió la ley del Día del Veterano y los Caídos de Malvinas las dejaron afuera del nombre porque no se sabían que había veteranas. Pero aún hoy hay mucha negación de los hombres. Recién las invitaron a desfilar por primera vez el año pasado, en el aniversario del bautismo de fuego de las Fuerzas Armadas, el 1 de mayo.

- ¿Y dónde estuvieron todos estos años?
El Congreso las reconoció cuando se cumplieron los 30 años de la guerra, pero en ese transcurso, la mayoría prefirió no hablar, primero, porque la guerra venía de la dictadura y era como vergonzante; y segundo, nadie les creía, porque nunca se habló de ellas. Además, en general, los que sufren estrés postraumático hablan muchos años después. Por ejemplo, Alicia Reynoso (NdR: una de las trece enfermeras de la Fuerza Aérea que trabajaron en el hospital reubicable en Comodoro Rivadavia), a raíz de un ACV, recién 28 años después de la guerra contó su experiencia en una sesión de terapia. Y hoy sigue dando charlas.

A la derecha, Alicia Reynoso. Fue una de las trece mujeres que con el grado de cabo primero habían sido incorporadas un año antes de la guerra a la Fuerza Aérea y que trabajaron en el hospital reubicable que se instaló en Comodoro Rivadavia.

- Al margen del silencio de ellas, ¿por qué hubo una decisión del Estado de invisibilizarlas?
Hubo una orden en la dictadura de silenciarlas. El problema es que con la democracia y con todo el avance que hubo en materia de género eso debería haber cambiado esto. En su momento les sugirieron expresamente que no hablen, principalmente, porque ellas vieron las condiciones en las que volvían los soldados.

- ¿De qué hablaban? ¿Cómo eran los diálogos con los heridos?
Ellas en general no preguntaban qué les había pasado. Sólo los escuchaban. Les contaban del frío, del hambre, de que extrañaban a sus mamás. Y ellas sentían la necesidad de abrigarlos. Las de la Fuerza Aérea, por ejemplo, lo que más recuerdan es que cuando se abrían las puertas de los Hércules y bajaban las camillas, no había un sólo soldado que no pidiera por su madre.

- ¿Y con los enfermeros varones cómo era la relación?
Entre los hombres el trato era más difícil, no tan íntimo ni desde los sentimientos. Con las enfermeras tenían un trato más humano.

- Un dato que llama la atención es la edad de las mujeres. Aunque siempre se habló de los conscriptos, había estudiantes de enfermería de 15, 16 y 17 años.
Si, fue un abuso del Estado el haber usado chiquitas de 15 años para ese trabajo.

- La historia de Doris West es particular porque era la única mujer dentro de la tripulación del buque carguero Formosa.
Doris ya estaba acostumbrada, porque tenía 50 años (hoy tiene 84). Además, era un barco civil de la Marina Mercante, no era militar, era más natural el trato. La respetaban mucho porque estaba con jóvenes y ella era más grande. Ella es una de las pocas que cobra una pensión, pero estuvo realmente en la guerra, porque el Formosa estuvo en la costa de las Islas e incluso recibió una bomba de un avión argentino.

- El buque transformado en hospital que más enfermeras tuvo fue el Irizar. ¿Cómo fue la historia ahí?
En el Irizar no esperaban mujeres y a las seis que fueron les tuvieron que armar un cuarto de emergencia. Al principio no les hablaba nadie, porque se decía que las mujeres a bordo son mala suerte y, además, no estaban acostumbrados a trabajar con mujeres. Pero después se integraron, sobre todo cuando empezaron a llegar los heridos, porque el trabajo no daba lugar a esas cosas. La experiencia fue muy fuerte para todos, hombres y mujeres, porque no había antecedentes.

- Con las mujeres de la Fuerza Aérea se da una paradoja, porque eran las únicas que tenían condición militar, pero en tu libro concluís que fueron las más sufrieron el maltrato de los hombres.
En un traslado de Buenos Aires a Comodoro Rivadavia, el comandante tuvo que llevar a la cabina a cinco mujeres de la Fuerza Aérea, porque no paraban de gritarles cosas machistas y piropos subidos de tono. No querían que estén ahí. También la pasaron mal en el hospital, porque no estaban muy informadas de lo que estaba pasando. Y mientras esperaban a los primeros heridos hacían vida de cuartel. No las tenían bien.

- ¿Por qué elegiste para contar la historia de la enfermera chilena Griselda Gatica Garrido?
Ella trabajó en el Sanatorio Central de Bahía Blanca, a donde llegaron heridos de las islas y sobrevivientes del hundimiento del General Belgrano. Ella me conmocionó mucho porque hay toda una historia pesada con los chilenos y la guerra. Es cierto que Chile ayudó a los británicos, pero ella trata de explicar que no son los pueblos, sino los gobiernos los que hacen la guerra. Aún hoy muchos tienen un odio visceral, sin pensar que allá también vivían en una dictadura. La gente común no tuvo nada que ver en eso. Griselda no tuvo una actitud pro británica e igual se comió insultos por ser chilena. Su historia es terrible desde lo ejemplificador.

- ¿Qué diferencia había entre las enfermeras británicas y las argentinas?
Las inglesas fueron 30 mujeres que estuvieron en el buque hospital Uganda SS. Si bien eran jóvenes, eran profesionales. En cambio las argentinas recién estaban haciendo la carrera y tuvieron que actuar como recibidas.

- ¿Las reconocieron?
Sí, inmediatamente, en agosto, cuando regresaron a Londres. Y las condecoraron. Para ellos, todo el que se trasladó a una zona de conflicto tiene derecho a una pensión.

- ¿Cómo fue el trato de las enfermeras inglesas a los heridos argentinos?
Los argentinos en el Uganda SS no tienen más que buenos recuerdos, más allá de la guerra. Hay uno que estuvo más de dos semanas y contó que no les importaba que sea argentino.


- Del lado británico, una figura central es la de la artista Linda Kitson, enviada por el Museo Imperial de Guerra a retratar la guerra. Sin embargo, sus dibujos en general no muestran los horrores del combate. ¿Por qué toma esa decisión?
Hasta ese momento desde el Museo Británico habían enviado hombres a las guerras, que habían estado en el frente con las tropas y habían retratado las cosas más crueles. Linda, en cambio, optó por la vida en los campamentos para dar una visión de la guerra que ella define como "más misericordiosa", por ejemplo, mostrando cómo cambiaba la vida de los civiles.

La historia oficial dice que hay tres isleñas muertas por un bombardeo británico, pero hay otras siete que murieron por las minas. ¿Son recordadas o su historia también fue invisibilizada?
Esas tres civiles sí son recordadas. Hay una placa en el cementerio de San Carlos y aparecen en las placas en Londres que tienen el listado de muertos. Igualmente, no les gusta que las recuerden junto con los militares. Para ellos es más grave y pesada la muerte de civiles. Sin embargo, es un hecho casi desconocido, que para los isleños fue terrible: había una familia, los Fowler, que como su casa era de piedra habían invitado a sus vecinos a refugiarse, y una bomba que cayó sobre su casa mató a tres mujeres.


- Los especialistas británicos suelen mencionar a dos mujeres a la hora de hablar de la guerra, la entonces primera ministra Margaret Thatcher y Sarah Jones, la esposa del militar inglés de más alto rango muerto en las islas, Herbert Jones. Sin embargo, ninguna de las dos participó directamente de la guerra.
Es cierto que no estuvieron en la zona de conflicto. Pero Sarah tiene una vida muy dedicada a la guerra, porque es miembro de la Comisión de Tumbas de Guerra de la Commonwealth y preside la Asociación Familias de Malvinas. Es una mujer que lleva su pérdida con mucha dignidad.

- ¿Qué opinás del proyecto de la senadora Aguirre de Soria?
Es un tema difícil porque se podrían venir encima los militares que no cobran pensiones. Pero la ley está muy bien redactada: se refiere a las mujeres que estuvieron en contacto con los heridos. Hoy sólo cobran pensiones siete mujeres del Ejército cobran pensiones y algunas de la Marina Mercante que estuvieron embarcadas. No hay un listado, pero yo sólo conozco a cuatro.

- ¿Por qué crees que todas las enfermeras, aún las que trabajaron en el continente, deberían cobrar una pensión?
Porque la guerra se traslada a donde se atienden a los heridos. Por algo esas enfermeras también tuvieron estrés postraumático. Por ejemplo, hay una que tenía 15 años, que se volvió adicta a las drogas y durante 25 años no habló de la guerra.

- ¿Hubo algún tipo de reclamo hasta ahora?
Algunas estuvieron peleando por sus derechos, pero no llegaron a nada, ni siquiera podían conseguir el certificado de las tareas que cumplieron.

- ¿Cuál es la situación de las mujeres en las Fuerzas Armadas hoy?
En general, siguen siendo ignoradas. Es como que están obligados a integrarlas, pero hasta ahí. El año pasado, por ejemplo, las invitaron por primera vez a desfilar, pero unos meses después había un ágape, y no las dejaron entrar.

www.infobae.com

Enfrentamiento en Many Branch (Cdos. 601 vs. S.A.S.)

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Mientras en la Isla Soledad acaecían aquellos acontecimientos, en la Gran Malvina, más precisamente en Puerto Howard, permanecía aislada la 1ª Sección de la CC601 a las órdenes de los tenientes primeros Sergio Fernández y José María Duarte. Hasta entonces, las PAC habían hecho imposible todo intento de cruce de estrecho y por esa razón el alto mando resolvió que el RI5 emplease a los comandos en misiones de patrulla y observación, preferentemente sobre la línea del litoral.

Privado de suministros y atacado por la aviación enemiga, el regimiento tenía ya once bajas, cinco de ellas fatales, escaseaba el alimento y el espíritu de la tropa, tan alto cuando el derribo del Harrier del teniente Glover, había decaído notablemente. Algo similar acontecía en Bahía Fox, el otro punto ocupado por tropas argentinas en la isla occidental.


Los kelpers cooperaban en todo cuanto podían salvo, como es de suponer, en tareas militares. 


En ese lugar se mostraban menos hostiles y desconfiados que los de la Isla Soledad y no dejaban de desempeñar sus tareas de campo como de costumbre dado que las acciones, en ambos puntos, eran mucho más esporádicas. El administrador local, Sr. Lee, mantuvo en todo momento una actitud correcta y eso facilitó mucho las cosas entre pobladores y tropas de ocupación.

La guarnición fue varias veces bombardeada por aviones Harrier, ataques rechazados una y otra vez por la artillería antiaérea y las armas automáticas de la Compañía C. Durante una de esas incursiones, una bomba beluga impactó en la cocina del regimiento y mató a cinco soldados, además de herir a otros seis, entre ellos un oficial y un suboficial.


Durante las noches, las posiciones eran hostigadas por una fragata que se aproximaba para abrir fuego con sus cañones de 114 mm automáticos, obligando a las tropas a permanecer estáticas durante horas.


El 27 de mayo, uno de los proyectiles alcanzó un galpón de esquirla próximo al caserío, causando bajas a la Compañía A. Los argentinos respondieron con sus morteros de 120 mm, generándose un furioso intercambio de fuego, especialmente cuando una segunda embarcación se hizo presente para apoyar a la primera.


En esa oportunidad, numerosas esquirlas travesaron la casa que servía de alojamiento a lo comandos y eso los obligó a buscar protección en el suelo. En vista de ello, se decidió un cambio de posición y a la mañana siguiente pasaron al edificio de la escuela local, al que encontraron más confortable y adecuado.


El 29 de mayo la 1ª Sección de la CC601 recibió desde el puesto de mando de la III Brigada una orden realmente absurda: debían dirigirse a la isla Swan y destruir el radar que funcionaba allí, si es que realmente existía. Pero la misión se suspendió cuando los comandos explicaron que solamente disponían de un bote con dos remos que para peor, hacía agua por sus junturas. Eso dio motivo a bromas y humoradas, en especial cuando la gente del teniente primero Fernández solicitó a Puerto Argentino una botella de champagne y una madrina para la ceremonia de botadura de “la embarcación”, chanza que no debió haber caído muy bien en el puesto de mando de la brigada.


El 3 de junio la posición recibió fuego muy certero desde San Carlos. El hecho de que los proyectiles hubiesen impactado cerca de la escuela, llevó a sospechar tanto a los comandos como a los jefes del RI5, que algún observador ubicado en las elevaciones que rodeaban el caserío debía estar reglando los disparos.


A la carrera, los comandos se vieron forzados a abandonar el edificio y corrieron hacia el refugio que se había construido especialmente para el general Parada y que aquel jamás ocupó porque, como ya se ha dicho, nunca visitó las posiciones. Se trataba de un gran pozo con techos de chapa, reforzados con madera y pisos de material, sostenido con tambores de 200 litros llenos de tierra.


En momentos en que los hombres salían del edificio, una granada explotó en la puerta haciendo añicos los vidrios y perforando las paredes, aunque sin producir bajas.


Los niños de la población estaban aterrados, como sucedía siempre que se producía un ataque y debido a ello, a la mañana siguiente cinco familias del lugar solicitaron ser trasladadas a Muny Brasch, un pequeño establecimiento situado en el interior de la isla, al norte de Puerto Howard, donde según explicaron, estarían más seguros. Por otra parte, la comida comenzaba a escasear y el equipo del regimiento se estaba deteriorando, lo que agravaba notablemente el cuadro de situación. Soldados famélicos y otros en un preocupante estado de desnutrición, eran prueba elocuente de ellos. El miércoles 5 llegó a Howard el “Bahía Paraíso”, novedad que sirvió para elevar la moral de la tropa. Desde la cubierta, un helicóptero Puma levantó vuelo y tras sortear el trecho que lo separaba del poblado y las posiciones del RI5, tomó tierra y comenzó a descargar provisiones y elementos sanitarios. 


Finalizada la operación, se procedió a evacuar a los heridos, entre ellos a un conscripto de apellido Vargas, que pese a haber perdido una pierna, se despidió emotivamente del coronel Mabragaña.

Llegada la noche, los comandos se dispusieron a cumplir una nueva directiva impartida por la III Brigada, consistente en llevar a cabo observaciones en la boca norte del estrecho, en dirección a San Carlos, con el fin de establecer blancos para la Fuerza Aérea.


Como primera medida, los tenientes primeros Fernández y Duarte dispusieron el envío de una avanzada integrada por el teniente primero Leopoldo Quintana, el sargento ayudante Juan Carlos Ruiz, el sargento Oscar Alfredo Sánchez y el cabo primero Manuel Rivero, quienes abordaron un tractor recientemente reparado y se pusieron en marcha hacia el monte Rosalía.


El vehículo, conducido por un soldado del regimiento, los dejó junto a un pequeño puente sobre el que destacaba un galpón abandonado. Los comandos echaron pie en ese lugar y continuar a pie, atentos a cualquier movimiento.


La marcha fue dura debido a las condiciones climáticas (hacía mucho frío) pero eso no impidió que alcanzasen el objetivo, una elevación de 425 metros de altura, sobre cuya pendiente observaron extraños cuya naturaleza no pudieron determinar. Aún así, cuando daban las 05.00 horas, comenzaron a trepar sus laderas bajo una helada llovizna, alcanzando la cima cuarenta minutos después. Fue entonces que montaron su PO y comenzaron a otear los alrededores sin dar con ningún indicio de los misteriosos destellos.


Se hallaban completamente solos, a 30 kilómetros de su gente, en una zona constantemente patrullada por aviones, helicópteros y radares enemigos y a 20 kilómetros al oeste de San Carlos. Pese a que la niebla los cubría (además de dificultarles la visión) decidieron, como medida precautoria, no armar las carpas y pasar esa primera noche a la intemperie.


El 7 por la mañana Quintana informó por radio que no se observaba nada anormal pero que a la distancia se habían escuchado explosiones cuto origen se habían podido establecer. Desde el puesto de mando le informaron que se trataba de un ataque a la cabecera de playa llevado a cabo por los bombarderos Canberra y que posiblemente volverían a repetirse esa misma noche. El comando de la III Brigada se les ordenó permanecer allí y mantener la vigilancia hasta nuevo aviso.


No pasó mucho tiempo desde aquel contacto radial cuando los observadores alcanzaron a divisar a lo lejos una patrulla británica que se desplazaba paralela a la costa, en dirección a la Casa Rosalía, un establecimiento rural cercano, justamente el lugar por donde los cuatro efectivos pensaban replegarse.


El 8 de junio amaneció limpio y soleado, día ideal para emprender el regreso, pero un Sea King británico comenzó a sobrevolar la región y enfiló después hacia el interior de la isla, impidiendo a la gente de Quintana llevar a cabo ningún movimiento.


Anochecía y la temperatura comenzaba a descender cuando en dirección sur, detectaron una segunda patrulla integrada por paracaidistas, clara evidencia de que el enemigo estaba rodeando la elevación y preparaba una incursión sobre Puerto Howard.


El grupo de Quintana estaba prácticamente cercado y solo tenía a las alturas del oeste como única vía de escape por lo que, sin pensarlo más, recogieron el equipo y se escabulleron.


Lograron “desengancharse” del enemigo sin mayores dificultades y al amparo de la obscuridad, atravesaron una serie de elevaciones menores, hasta distinguir las inconfundibles siluetas del galpón abandonado y el pequeño puente donde el día anterior los había dejado el tractor. Decidieron aguardar allí.


En esos momentos, el teniente primero Duarte avanzaba hacia ese punto, al frente de seis hombres, cumpliendo la orden de tomar contacto con Quintana y relevarlo y en caso de no lograrlo, comunicar la novedad a Puerto Howard para que toda la sección saliese en su busca.


Duarte y Quintana se encontraron en el puente, estrechándose todos en un fuerte abrazo. La avanzada había logrado evadir el cerco y traía nutrida información sobre los movimientos que estaba realizando el enemigo, por lo que decidieron emprendier juntos el regreso para dar cuenta de la novedad a sus superiores.


El general Parada censuró con extrema dureza el proceder de los comandos, cosa que los indignó en extremo. Les recriminó el hecho de no haber entablado combate contra las patrullas y haberse limitado solamente a informar. ¡Justo él, que ni siquiera había asomado la nariz más allá del perímetro de Puerto Argentino!


-¡Pero señor– le dijo el teniente primero Fernández a través de la radio – eran solamente cuatro y tenían expresas órdenes de no tomar contacto con el enemigo!


-¡¡Cuando uno tiene algo, no solamente debe llevarlo sino demostrarlo!!– aulló el alto oficial al otro lado de la línea.

Había sido realmente injusto y ofensivo y eso fue lo que le hizo ver su ayudante, el mayor Bettoli, presa de una furia contenida que no pudo expresar.


-Señor, usted ha sido muy injusto. Esos hombres están soportando terribles sufrimientos.

-Lo hice a propósito–fue la respuesta– Para incentivarlos.

El 9 de junio se destacó una segunda patrulla para vigilar la costa norte de la Gran Malvina, una vez más al mando del teniente primero José Martiniano Duarte. La integraban el sargento ayudante Francisco Altamirano, el sargento primero Eusebio del Tránsito Moreno y el cabo Roberto Félix Ríos a quienes seguirían veinticuatro horas después el teniente Isidro Alonso y cinco hombres más.

El pelotón se encaminó hacia Muny Branch, lugar especialmente escogido porque constituía un punto de fácil repliegue y allí se detuvo hasta las 17.00 cuando al no detectar ningún movimiento, Alonso, decidió pasar ahí mismo la noche y reiniciar la marcha al día siguiente.

Así fueron pasando las horas, sin sobresaltos, mientras se escuchaba en la lejanía el sonido de explosiones, provenientes del otro lado del estrecho.

Los despertaron las turbinas forzadas de los Harrier, otra prueba de que los británicos habían montado un aeródromo en San Carlos y que operaban sus aviones desde allí. Duarte se apresuró a informar la novedad a Puerto Howard y después de una breve ración, emprendió el regreso bordeando la costa.

Se encontraban a solamente 8 kilómetros del poblado cuando en pleno desplazamiento, al momentos de atravesaban un corredor rocoso, escucharon voces en inglés que venían del otro lado de la pared natural que daba hacia el oeste.

Duarte alzó su mano y todos se detuvieron. Moreno también había sentido las voces y por medio de señales se lo hizo saber a su jefe. Con el firme propósito de no quedar al descubierto, retrocedieron en el más completo silencio y así alcanzaron un grupo de rocas donde se quitaron las mochilas y se prepararon para entrar en acción.

Una sola duda carcomía al jefe del grupo: aquellos podían ser pastores kelpers pero, según Moreno, se trataba de soldados enemigos.

En voz baja, casi sin moverse, el suboficial se ofreció a adelantarse para investigar pero Duarte se negó terminantemente porque temía que su subordinado quedase rodeado por, al menos, una treintena de hombres.

Moreno quitó el seguro de una granada y preguntó si la podía arrojar y en el momento en que su superior le ordenaba aguardar un poco más, emergió de entre las rocas la figura de un hombre.

Quedaron todos paralizados. Se trataba de un individuo de raza negra, alto y de poblados bigotes, que llevaba puesto un pasamontañas verde de la Armada Argentina y un traje de camuflaje, trofeos de la reconquista de las islas Georgias.

La sorpresa pareció descolocar tanto a los comandos como al recién llegado, pero sobreponiéndose, Duarte se incorporó y apuntando con su ametralladora le preguntó con voz firme, si era argentino o británico (era evidente que no pertenecía a ninguna de las dos nacionalidades).

En lugar de contestar, el sujeto se arrojó a un costado y abrió fuego.

Se produjo entonces un violento tiroteo en el que Duarte se salvó por muy poco de ser alcanzado por varios proyectiles de 5,56 mm.

Él también disparó, justo cuando Moreno lanzó dos granadas que estallaron con fuerza en el mismo instante en que un proyectil similar de 40 mm, pasaba de largo a escasos centímetros de su cabeza, para estallar detrás suyo, levantando una nube de tierra y piedras.

Sin dejar de disparar, Duarte le ordenó al cabo Ríos que preparase una granada de fusil. En ese preciso momento, Moreno comenzó a tomar distancia porque al estar todos muy juntos, beneficiaban al enemigo ofreciendo un blanco fácil.

Tras la explosión de otra granada británica, los ingleses echaron a correr barranca abajo, sin dejar de disparar. Se trataba de dos integrantes de una patrulla avanzada que buscaban alejarse del lugar desesperadamente.

-¡¡Ahí van!!– gritó Duarte mientras se incorporaba y apuntaba.

Con absoluta sangre fría el oficial argentino disparó y abatió a uno de los efectivos que al recibir el impacto, se desplomó en el acto en tanto el otro, después que una nueva granada le explotara cerca, detuvo su carrera y alzó los brazos rogando que no lo maten. Duarte le ordenó al británico que se acercase y le indicó a Altamirano que siguiera tirando hacia el lugar por donde ambos habían aparecido, por si había más soldados.

El hombre negro recién se movió cuando un disparo impactó muy cerca de donde se encontraba parado y muy lentamente se fue aproximando. Cuando lo tuvieron a su lado, los argentinos lo obligaron a mantener las manos en alto y procedieron a revisarlo.

Se trataba de un centroamericano oriundo de Belice, ex colonia británica del Caribe recientemente independizada (1) y, por consiguiente, era seguro que entendía el español.

Altamirano lo palpó de armas y cosa increíble, cuando lo interrogó, el individuo respondió en italiano, temblando de miedo por la suerte que podría llegar a correr. En vista de ello, Duarte le aclaró que en tanto colaborase con ellos nada le iba a ocurrir y eso pareció tranquilizarlo.

El negro explicó que integraba una patrulla de solo dos hombres, depositados en la zona por un helicóptero para efectuar una misión de exploración. Mientras hablaba, Moreno, se encaminó hacia donde se encontraba el soldado abatido y al darlo vuelta, comprobó que estaba muerto, cosa que indicó a sus compañeros colocando el pulgar hacia abajo. El sujeto, rubio, alto y corpulento, había recibido un balazo en la espalda y otro en el brazo.

Moreno recogió el fusil, la radio y los papeles que el británico llevaba encima y subió nuevamente la barranca para enseñar lo que llevaba en las manos. Entonces Duarte resolvió seguir la marcha, dejando al individuo allí tirado y llevando solo al prisionero con el material capturado.

Así fue como echaron nuevamente a andar, el negro delante, con los brazos en alto, Duarte detrás y el resto del pelotón inmediatamente después. Al cabo de un tiempo, se le ordenó a Altamirano adelantarse hasta Puerto Howard para dar la noticia y este partió acelerando el paso.

Durante la marcha, comandos y prisionero debieron arrojarse cuerpo a tierra en varias oportunidades, para cubrirse del paso de los Harrier y evitar ser detectados, pero al cabo de una hora, sin más tropiezos, alcanzaron el poblado, despertando el consabido entusiasmo y curiosidad entre los kelpers y las tropas allí apostadas. Recién entonces Duarte se percató de que el pobre centroamericano hacía horas que llevaba los brazos en alto y que por habérselo despojado de su ropa de abrigo, temblaba como una hoja.

Tal como se ha dicho, la llegada del prisionero causó revuelo en la guarnición argentina. Una vez dentro del edificio que sertvía de cuartel a los comandos, el teniente primero Sergio Fernández procedió a interrogarlo, informándole que iba a ser tratado de acuerdo a lo que establecía la Convención de Ginebra, cosa que tranquilizó bastante al caribeño.

El sujeto intentó retacear la información lo más que pudo y solo se limitó a decir que era un simple radioperador que solo preparaba café para la tropa y lavaba la vajilla. Según su declaración, su compañero era un simple soldado raso.

Al percatarse de aquella actitud, Sergio Fernández se incorporó y tomando al prisionero bruscamente por la chaqueta, lo levantó en el aire y lo arrojó violentamente contra la pared, obligándolo a apoyar las manos y a abrir las piernas mientras le lanzaba improperios y amenazaba con hacerlo fusilar.

Fue entonces que se pudo determinar que el nombre del individuo era Charlie Fonseca, que era oficial auxiliar de comunicaciones, y como había dicho, provenía de Belice, aunque había alguna sospecha de que en realidad fuese oriundo de la Guayana Británica.

Junto con el material incautado se decomisaron claves de comunicaciones y códigos para hablar con el HMS “Fearless” y la isla Ascensión que fueron guardados con especial celo para ser entregados en Puerto Argentino.

Como Ríos y Moreno habían tenido que dejar sus mochilas en el camino para aligerar peso, Fernández decidió enviar una patrulla para buscarlas, iniciativa que comunicaron previamente a la capital de las islas.

Se organizó entonces una nueva sección de diez hombres al mando del propio Fernández, en tanto a Alonso se lo envió como avanzada en compañía de dos suboficiales.

La expedición se puso en marcha y luego de dos horas de caminata, llegó al lugar donde se hallaba el cadáver del soldado inglés (17.00 horas). Lo revisaron minuciosamente y gracias a la documentación que portaba, pudieron determinar que se trataba nada más y nada menos que del capitán John Hamilton, de 29 años de edad, el experimentado jefe del SAS, que había tomado parte en la reconquista de las Georgias y en la incursión a la Isla Borbón.

Además de sus pertenencias, se le extrajo una baliza que ni Moreno ni Duarte habían visto al revisarlo y después de desactivarla, se apoderaron de su pistola Browning de 9 mm de procedencia argentina, también tomada en Grytviken, además de papeles personales y dos fotografías, una en la que se lo veía vestido de civil junto a su esposa y otra de sus dos hijos.

Como en el caso de “H” Jones, las versiones inglesas han exagerado la actuación de este soldado (2) , presentándolo como un oficial extremadamente arrojado que habría ordenado a Fonseca escapar y ponerse a salvo mientras él permanecía en el lugar para cubrirlo, disparando hasta agotar sus municiones, algo totalmente apartado de la realidad.

Según declaraciones que Duarte hizo después de la guerra, Hamilton y Fonseca actuaron de una manera muy poco profesional ya que no supieron evaluar la gravedad de la situación y fueron muy descuidados al desplazarse en una región dominada por el enemigo. Además, según sus palabras, recién se enteró que integraban las fuerzas especiales del Reino Unido cuando leyó las primeras publicaciones especializadas de origen inglés.

El cuerpo del británico abatido fue trasladado a Puerto Howard sobre un acoplado tirado por un tractor, el mismo que trajo de regreso toda la sección. Durante el trayecto, recogieron al personal de la emboscada antiaérea montada anteriormente y de ese modo llegaron al caserío.

A Hamilton se lo veló en el galpón que hacía las veces de capilla, bajo un crucifijo y una bandera del Regimiento de Infantería 5, junto a un soldado conscripto de apellido Fernández, muerto ese mismo día por desnutrición. Poco después comenzó el cañoneo naval que duró hasta las 03.00 del día siguiente y al amanecer, partió hacia el cementerio el cortejo fúnebre encabezado por el padre Nicolás Solonyzny y el teniente coronel Mabragaña, capellán y jefe del regimiento, respectivamente.

Una vez en el camposanto, los argentinos procedieron a enterrar a ambos, uno al lado del otro, bajo una molesta llovizna, ceremonia que tuvo como música de fondo el lejano y triste aullido de un perro. Ningún kelper quiso asistir a la inhumación de Hamilton ni proveer una bandera británica para envolver su cuerpo.

Cosas propias de un pueblo extraño.
 

Referencias
(1) Belice, la antigua Honduras Británica, limita con Guatemala por el oeste y el sur y con México por el norte. Su independencia se produjo el 21 de septiembre de 1981.
(2) Hastings y Jenkins; Eddy, Linklater, Gillman; op. Cit.


Skirmish at Many Branch Point

La acción
En la mañana del 09 de junio, una patrulla de reconocimiento de rutina de la Compañía de Comandos 601 dirigida por el teniente primero José Martiniano Duarte se trasladó a la posición Many Branch (anteriormente , un puesto de observación argentino había sido desplegado en el monte Rosalie, pero había sido retirado debido a la presencia británica, y los Comandos debieron replegarse sin ser detectados). La patrulla argentina estuvo compuesta inicialmente por 9 hombres, pero por la tarde, sin esperar enemigos en los alrededores, cinco hombres regresaron a Puerto Howard mientras que los otros cuatro permanecieron en la cima. Desde esta posición, pudieron observar que se había construido un campo de aviación británico cerca de San Carlos.

Fuentes británicas afirman que el capitán Hamilton fue "muy superado en número" en el enfrentamiento que siguió, pero esto parece estar en contradicción con el pequeño número de argentinos que figuran como miembros del grupo en la cuenta de Ruiz Moreno.

En ese instante salió un hombre de entre las piedras: era un mulato con grandes bigotazos, con un pasamontañas verde de la Marina Argentina en su cabeza, vistiendo uniforme camuflado.

Todavía dudando, el oficial se asomó y le gritó: -Argentinos o Ingleses?

Sorprendido, el hombre se le quedó mirando. Y Duarte volvió a gritarle: -Hands up, hands up! (Manos arriba).

En tal momento el individuo pegó un salto al costado y abrió fuego sobre los Comandos. Una ráfaga de 5,56 rebotó en la piedra delante de Duarte y le llenó los ojos de polvo. (Ruiz Moreno, page 341).

En respuesta a esta Fonseca cayó repentinamente al suelo y abrió fuego hacia Duarte, que golpeó las piedras delante de él, y comenzó una lucha general de pequeñas armas de fuego entre los 4 argentinos y los 2 británicos en el puesto de observación que habían descubierto. Durante el enfrentamiento un sargento argentino lanzó dos granadas contra los británicos, y recibió en respuesta una granada británica de 40 mm, que explotó a unos metros por detrás, y Hamilton fue impactado en el brazo por una bala. Bajo el peso del fuego de la patrulla de Duarte, el puesto de observación del SAS trató de abandonar su posición y retirarse por la inversa de la cordillera, con el capitán Hamilton ordenandole a Fonseca a retirarse hacia atrás mientras él le cubria con fuego, pero como estaba moviendose, Hamilton fue impactado y muerto por el fuego de armas automáticas, y Fonseca se rindió poco después y fue hecho prisionero de guerra. (Cpl. Fonseca era de origen Goa, India Occidental, ex colonia portuguesa). A pesar de que Hamilton no llevaba rango o insignia (como es usual en el SAS), fue identificado por su placa de identificación. También fue encontrado in situ en el puesto de observación capturado, una radio, un M16 y un rifle AR-15, un faro, mapas y un código de comunicación. Otros dos hombres que formaban parte de la patrulla de Hamilton, pero no estaban en el puesto atacado en el momento, se retirraron de la zona y más tarde fueron rescatados por las fuerzas britanicas.

Secuelas
Apenas había concluído esta tarea cuando se escuchó una explosión, que en un primer momento fue atribuída al estallido de una mina. Pero al rato se percibieron claramente tres cañonazos navales y todos buscaron cubierta: los observadores ubicados en Monte María, atrás y arriba de Howard, indicaron posteriormente que se trataba de tres fragatas desde la distancia habitual de diez a doce kilómetros. El bombardeo duró hasta las tres de la mañana y fue muy impreciso: le faltaba observación. El teniente primero Fernández supuso que el primer disparo, aislado, fue un llamado al observador, al no recibir su comunicación: y los posteriores se limitaron a dirigirlos hacia las posiciones previamente marcadas -la ubicación de la Compañía B, sobre un cerro-, pero sin causar efectos. (Ruiz Moreno, pp. 345-346)


www.zona-militar.com 

Extractos traducidos del libro "Special Forces´s Pilot" del Cnl (R) Richard Hutchings​ Parte 4

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por el forista TORDO79

"....Un viaje de ida a Argentina 
La partida se decidió para la medianoche hora local, desde una posición cercana a la Isla Beuchene, aproximadamente unas 30 millas al sur de la Isla Gran Malvina. Todavía quedaba una hora, por lo que caminé alrededor del helicóptero realizando una inspección previa al vuelo, prestando la máxima atención a cada detalle requerido en la lista de puntos a revisar. El equipo de las fuerzas especiales subió al helicóptero y “Wiggy” y yo pasamos por los chequeos de inicio. Pete se aseguró que los pasajeros estuvieran lo más cómodos posible y que todo su equipamiento pesado estuviera seguro en el despegue. Me tomé mucho tiempo en caso de que el helicóptero desarrollara una dificultad crítica inesperada al inicio del vuelo, y no me dejara opción más que usar el helicóptero de repuesto. Con los dos motores en funcionamiento y todos los sistemas en línea, embragué los rotores. Hasta ahí, todo bien; ninguna dificultad inesperada.

Teníamos todavía un tiempo antes de la llegada a la posición de despegue y el helicóptero permaneció en la cubierta durante varios minutos, durante los cuales estábamos quemando combustible precioso. El Sea King tiene capacidades de reabastecimiento tanto por presión como por gravedad. No es posible llenar los tanques completamente utilizando el sistema normal de reabastecimiento por presión; el reabastecimiento por gravedad no está permitido a bordo de los buques debido al riesgo de ignición espontánea del combustible – algo parecido a fumar o usar un celular mientras se carga el tanque de un vehículo con nafta en una estación de servicio. Sin embargo, en esta ocasión, el Capitán hizo una excepción y “Radar” se aseguró que los tanques de combustible estuvieran llenos hasta la capacidad máxima inmediatamente antes del despegue. Nos quedaban solo unos segundos, me quité mi costosa pistolera Gucci y se la entregué a “Radar” para que la tuviera a resguardo, diciéndole: “La quiero de vuelta”. “La voy a cuidar”, me respondió. “Cuídense ustedes”.


A las 00.15 horas, “Flyco” entregó los datos de navegación y “Wiggy” fijó nuestra posición de despegue en TANS. El buque estaba echando vapor directamente en el aire a aproximadamente 30kts, creando una viento relativo de hacia adelante de más de 60kts. A medida que “Wiggy” aumentaba las revoluciones del rotor al límite transitorio máximo, cuidadosamente apliqué potencia. Con un viento de casi la fuerza de un huracán, a través de los rotores, el helicóptero muy pesado con una masa de 23.350lbs se elevó sin esfuerzo en un vuelo en suspensión bajo e hizo una rápida transición al vuelo hacia adelante. Utilizando no más de una cantidad promedio de torques dobles, el Sea King hizo su transición a través del borde de la cubierta de vuelo y se alejó del buque dirigiéndose a 265 grados en la oscuridad, en la noche sin luna. La Operación Plum Duff estaba en marcha.


Inmediatamente después de la partida del helicóptero, el Invincible y sus escoltas, Brilliant y Coventry, viraron para dirigirse inicialmente al este y luego al noreste para reunirse con la Fuerza de Tareas a más de 300 millas de distancia. Los buques necesitarían cada minuto del las restantes siete horas de oscuridad y más para acercarse a la Fuerza de Tareas. Sin embargo, el Invincible tomó tiempo de su largo tránsito para atraer la atención lejos de nuestro vuelo hacia el oeste lanzando dos Harriers en las primeras horas de la mañana para arrojar bengalas Lepus sobre Puerto Stanley. Esta distracción fue seguida al amanecer por un ataque aéreo en la pista de aterrizaje de Stanley por tres Harriers que arrojaron seis bombas de 1.000 lbs.


Entre tanto, ahora firmemente reduciendo la distancia al interior de Argentina, el Sea King continuaba en su, hasta entonces, viaje sin acontecimientos. Una vez bien lejos de la Isla Gran Malvina, no había peligro de ser detectados por el radar argentino que estaba en las islas, por eso, durante las primeras dos horas, piloteé mi helicóptero a una altura de 200 pies en lugar de la ahora acostumbrada de 50 pies. La altura adicional crearía un pequeño colchón de tiempo extra para maniobras en caso de una emergencia que requiriera que el helicóptero amerizara. El kit de flotación había sido retirado del helicóptero para ahorrar peso y asegurar que en caso de amerizaje forzoso en su ruta, el helicóptero se hundiera sin rastros. La etapa temprana del viaje la hicimos volando con un viento de proa fuerte pero que se reducía lentamente, lo que restringió nuestra velocidad absoluta inicialmente a aproximadamente 40kts. Con el paso del tiempo, el viento disminuyó y fuimos apoyados por nuestra velocidad absoluta que aumentaba a casi 100kts. El tiempo total de vuelo a la costa argentina nos llevaría, entonces, aproximadamente cuatro horas. 


Durante todo el vuelo, “Wiggy” hizo barridos regulares con el RWR Omega para establecer que seguíamos sin ser detectados por el radar argentino. Los rastros de intervisibilidad del radar que estaban disponibles para nosotros, daban cuenta de todos los sistemas de radar basados en tierra argentinos conocidos, pero no podían, por supuesto, dar cuenta de sistemas en buques. La Fuerza de Tareas no tenía modo de saber los movimientos de la Armada Argentina, así que permanecimos alertas a la posibilidad de que barcos de guerra argentinos estuvieran en las áreas marítimas afuera de la costa argentina. Mis órdenes fueron de que el helicóptero tenía que mantener el silencio de radio y electrónico durante toda la misión – con una excepción. Si nos encontrábamos con el buque argentino, ARA Veinticinco de Mayo, entonces, íbamos a romper el silencio de radio y transmitir la posición del buque utilizando la radio HF de largo alcance. Hubiera sido un verdadero acierto mandar un mensaje en una distancia tan larga, pero íbamos a intentarlo. Según parece, no hicimos contacto con ningún barco argentino de ninguna índole, ni ellos con nosotros en todo el viaje.

A medida que el viento disminuía retrocedía, la visibilidad también disminuía continuamente.
Con 100 millas para volar con el propósito de llegar a la costa argentina, la visibilidad se había reducido a menos de 5 millas y había reducido la altura a 50 pies. A medida que pasaba cada minuto, la visibilidad disminuía en unos cien metros. Al llegar a una posición por encima de las 50 millas al este del lugar donde intentábamos aterrizar en el extremo sur de la bahía San Sebastián, “Wiggy” y yo nos dimos cuenta de un brillo verde misterioso, bajo en el cielo, directamente delante del helicóptero. Miré por debajo de las gafas y vi una gran luz anaranjada en un soporte relativamente constante, que parecía titilar. 


Al principio no pude deducir cuál era su forma y seguí volando en la misma dirección, aunque disminuí la velocidad del helicóptero a 60 kts. Cuando estuve aproximadamente a 4 millas de distancia, me di cuenta con horror, de que la luz era una llama alargada, una llama que se quemaba en el extremo de una torre en una plataforma de exploración de petróleo o gas; nos habíamos encontrado con una plataforma de gas o petróleo off shore argentina. Decidí evitar plataforma con un desvío amplio y viré hacia el norte para volar una ruta tortuosa con la idea de hacer un aterrizaje al norte de la bahía de San Sebastián.

Luego iba a descubrir que había sobrevolado la parte sur del yacimiento de gas Carena
en Argentina que en 1982, había comenzado con perforaciones exploratorias. Al girar
hacia el norte, había volado inadvertidamente en el yacimiento de gas, pero
afortunadamente no encontré otras plataformas. En ese momento estaba furioso porque el equipo de planificación había puesto potencialmente en riesgo la misión al fracasar por no identificar la geografía off shore argentina – después de todo, no era que dicha actividad estuviera oculta o fuera incluso de bajo perfil. 


Todo lo contrario, como iba a descubrir unas semanas después, al leer los artículos de los diarios publicados en la época de la guerra de Malvinas. Un artículo que presentaba el yacimiento de gas de Carena había sido publicado en el Sunday Telegraph el 11 de abril de 1982, con el título de: “El Atractivo del Petróleo en Aguas Turbulentas”. Para mitigarlo, los planificadores argumentarían que las imágenes satelitales disponibles del área, amablemente suministradas por EE.UU., unos pocos días antes, no se extendían en el mar más allá de las aguas de la costa, y las fuentes de inteligencia e investigación fueron precarias en el tema en ese momento. Creo que este fue otra vez un ejemplo de “niebla de guerra”, pero, no obstante, fue un error de planificación/inteligencia del que yo podría haber prescindido al enfrentarme con la niebla real que lentamente envolvía al helicóptero.

Niebla, ¿Ahora qué? 
"Si un hombre va a comenzar con certezas, terminará con dudas; pero si va a estar contento de comenzar con dudas, terminará con certezas." Sir Francis Bacon

El desvío al norte iba a agregar aproximadamente veinte minutos al vuelo y consumir combustible valioso. Fue a las 04.30 horas cuando finalmente avistamos la costa argentina, dos horas después de haber salido la luna sobre Río Grande. La luna estaba en los últimos vestigios del cuarto menguante dando una luz ambiente adicional muy tenue. Piloteé el helicóptero hacia el oeste para interceptar la costa argentina en el extremo norte de la bahía de San Sebastián. Las olas que rompían contra el largo banco de arena que se extendía al sur en la boca de la bahía daban un contraste muy necesario con lo que eran los problemas de vuelo cada vez más difíciles. La visibilidad no era de más de de una milla, cuando, al llegar a la costa, viré el helicóptero al sur para volar las 18 millas a nuestro sitio de aterrizaje pre planificado en el extremo sur de la bahía y para el cual las coordenadas habían sido programadas en el TANS. Habíamos cubierto una distancia de 320 millas náuticas hasta entonces y usado 4.000 lbs. de combustible, casi 500lbs de los cuales fueron utilizados circunnavegando el yacimiento de gas. Con otras 200 millas por volar y más de 2.000klbs de combustible restante, le comenté a “Wiggy” que iba a ser ajustado. A medida que nos acercábamos a la línea de la costa sur, podía ver las olas rompiendo en la playa de arena en el extremo sur de la boca de la bahía, que era nuestro punto de aterrizaje. “Wiggy” y yo estábamos sorprendidos por la pobre visibilidad. Ninguno de los oficiales que encontramos en el Hermes o el Invincible había mencionado la niebla durante los pronósticos climáticos para
nuestra misión.


Mientras sobrevolábamos el punto, “Wiggy” fijó nuestra posición en el TANS mientras yo
giraba en una dirección de 180 grados hacia nuestro próximo punto, reduciendo la altura a 20 pies y aminorando la velocidad del helicóptero una vez más a 60 kts. El terreno era bajo
y estaba cubierto principalmente de pasto y matas de vegetación de pantano que indicaba un suelo cenagoso. A medida que volábamos al sur, la visibilidad y el nivel de luz se deterioraban rápidamente con cada milla que recorríamos. No tenía otra opción más que disminuir la velocidad del helicóptero aun más hasta llegar a una etapa de vuelo no más veloz que un taxi aéreo. Supe que no pasaría mucho tiempo antes de que me quedara sin referencias visuales externas por las cuales volar el helicóptero. 


La superficie en tierra a cualquiera de los lados del helicóptero era la misma: sin rasgos distintivos y vacíos de contrastes. Ascender el helicóptero para volar sobre la capa de niebla y en un nivel mejorado de luz ambiente nos habría expuesto a la detección del radar AN/TPS 43 que se sabía estaba en Río Grande y, en consecuencia, no era una opción. Rápidamente me quedaba sin ideas u opciones y aterricé el helicóptero en el conocimiento certero de que sería mi última oportunidad de hacer un aterrizaje seguro mientras permanecía en control total del helicóptero. La ubicación planificada para el descenso por el equipo de las Fuerzas Especiales era un punto cerca de una estancia aislada, 12 millas al noreste de la base aérea de Río Grande. En el clima y condiciones de luz cada vez más adversos, pudimos volar a un punto a 7 millas de distancia de nuestro destino planificado, en la vecindad de Sección Miranda. El Capitán “A” había estado escuchando y conversando con nosotros por medio del sistema de intercomunicaciones durante todo el vuelo. A medida que aterrizábamos, el vino al frente del helicóptero para que “Wiggy” pudiera señalarle nuestra ubicación exacta en el mapa de las coordenadas en el TANS. Después de unos momentos, el Capitán “A” anunció que estaba abortando la misión porque no tenía confianza en que el helicóptero estuviera exactamente donde “Wiggy” y yo decíamos que estaba. A pesar de nuestros mejores esfuerzos por persuadirlo de lo contrario, no aceptaría la referencia del punto de aterrizaje del helicóptero y pidió que voláramos a Chile. Mientras “Wiggy” y yo objetábamos al capitán “A”, tres del equipo ya habían desembarcado del helicóptero y estaban de pie sobre suelo argentino al lado de la puerta de la cabina. En este punto, el Capitán “A” les gritaba a los tres hombres en tierra. “Lo lamento, es Chile, después de todo”.

La respuesta de uno del equipo que estaba en tierra fue tan memorable como si fuera
oportuno, “Chile, está helado, carajo”. Diez años después, el Almirante Sandy Woodward iba a escribir un relato con una idea general de la planificación de la operación en su libro, One Hundred Days. Me sorprendí con su comentario, “En mi opinión, sería casi imposible descender el helicóptero, independientemente de la precisión geográfica, en el clima que los pronosticadores nos daban para el área costera de Río Grande mañana a la noche”. Hasta el día de hoy, no sé ¿por qué si el Almirante conocía el pronóstico del tiempo espantoso para nuestra misión, a mí no me lo habían informado?


Pasarían otros catorce años antes de que un relato supuestamente “definitivo” de la
operación se publicara. En 1996, el autor Nigel West fue invitado por el SAS a sus cuarteles en Hereford, para ser informado sobre la Operación Mikado, para incluir la realización de la operación preliminar, Plum Duff. El 18 de febrero de 1996, el Sunday Times publicó un artículo de Nigel West con el título: “Quien se atreve, gana - Operación Mikado: El último secreto de la Guerra de las Malvinas “. Un año después, el libro de Nigel West, The Secret War For the Malvinas, fue publicado. En ambas publicaciones, el relato de la operación preliminar, Plum Duff, no representa bien los acontecimientos en Argentina. El artículo del Sunday Times afirmaba: “A medida que el helicóptero se acercaba al área blanco, 20 km al norte de Río Grande, el receptor de la advertencia del radar Omega en la cabina comenzó a hacer un pin, alertando al piloto de una detección por un radar hostil. Entonces, el copiloto informó que había visto una bengala a cierta distancia. Después de una consulta rápida con el Capitán “A” se acordó que la misión debía continuar, pero a medida que aterrizaban, una segunda bengala fue avistada, mucho más cerca, haciendo un arco en el cielo nocturno. La Patrulla ya se estaba agolpando en la puerta lateral cuando el Capitán “A” después de unos pocos minutos agónicos, decidió que la misión se había visto comprometida. Todo el esquema dependía de la sorpresa, y su principal tarea era evitar el descubrimiento”. 


La narración de mi libro describe con precisión los acontecimientos en la noche, tal como fueron registrados formalmente en los registros oficiales del MoD. El receptor de la advertencia del radar Omega no detectó el radar argentino hasta que el helicóptero fue establecido en un ascenso para alejarse de la cadena montañosa, después de que la decisión de abortar la misión ya había sido tomada por el Capitán “A”. No se vieron bengalas tierra adentro en Argentina en ningún momento. La única “bengala” que se vio durante la operación fue la llama de la plataforma de exploración de gas, a 50 millas de la costa argentina. El relato de Miguel Pita (el comandante de la base en Río Grande) de los acontecimientos de esa noche, también confirma que no se arrojaron bengalas. Uno puede especular en cuanto a por qué los relatos del SAS publicados en el Sunday Times y reproducidos en el libro de Nigel West no describen bien los acontecimientos reales y no es apropiado que yo desarrolle mis teorías. Les dejo a otros que saquen sus propias conclusiones...."

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